Por Puertos33
Hace tiempo que no me acercaba a Frank, que Felice no recogía sus cartas, que él no se agobiaba por los silencios típicos de la época. Esta pandemia, mejor dicho, esta ausencia de control de la pandemia, me permite que nada más terminar de trabajar sólo pueda leer. No es tan malo, antes también leía.
Allá por los meses de primavera adquirí Cartas a Felice y me dejó enganchado. El problema por aquel entonces, aún sigue siéndolo, es que los libros de más de 200 páginas me asustan. Nada debería de ser tan largo (el mío son 96 páginas y para algunos han sido eternas). En dichos meses no se podía salir de casa ¿lo recordáis? Es ese fantasma del “confinamiento” que no dejan de citar.
¡Qué compra hice! Desde ese libro no puedo dejar de comprar diarios y cartas. Es sencillo, ¿No se piensa como se vive? Hoy viendo una conferencia del Círculo de Bellas Artes Amador Fernández-Savater ha dicho: “Para pensar hay que primero sentir”. Mi hipótesis se puede alargar ahora ¿Se siente, se vive y se piensa igual? Tengo la suerte de ser un derrotado en potencia, es decir, de no pensar sin el corazón.
Aquel confinamiento sacó muchas voces a relucir, yo me acerque a Agamben y su idea de vida. Esa vida que hoy nos quitan. Sin confinarnos, ya nos demostraron que podían hacerlo y lo que sería, ya no podemos ni habitar nuestra casa. Mi distancia con el mundo no es menor que la distancia de Kafka y su querida receptora de cartas. Vivir no se ha convertido en una experiencia, es un deber. ¡Debes vivir! Nos dicen. ¡Distánciate! Protégete. Usando unas líneas del escritor austrohúngaro: “Me siento como un viejo caballo encerrado en su establo”.
¿Qué era vivir? Toda definición actual nace de un romanticismo no reconocido por ciertas comunidades científicas. Una vez firmé una despedida de una carta con un “te pienso”. Vivir, pensar y sentir, tomaban en esas líneas una única forma. Ahora, vivo con la suerte de un paseo mañanero antes de trabajar, antes de un nuevo toque de queda. Vivo con la voz de mi abuelo al teléfono, a tres kilómetros de mi casa, diciéndome: “Sólo puedo asomarme a la ventana. ¿Qué te voy a contar de un aburrimiento?”.
A mi abuelo le han operado nuevamente del corazón hace poco, no puede casi ni atarse los zapatos sin asfixiarse y solo puede asomarse a la ventana. Toda esta violencia ejercida sobre lo vital es sostenida por una indiferencia de lo local, Vuelvo a la conferencia del CBA, habitar y vivir no pueden no ser uno (algo así nos dirían una voces mexicanas que firman como Consejo Nocturno). Habitar, todo nace ahí. La cuarta ola será psicológica dicen ahora. ¿No hay una ausencia de psicología en todos los lados? Me gusta aquella escena de Bojack en la que el no-psicólogo dice: “Yo sólo soy un caballo de terapia”.
Nuestra lógica sanitaria nos permite compartir todas las desgracias y solo ser vistos en este problema de manera on-line. Sin ser negacionista, ¿No está habiendo un asalto a la presencia? Algo que no es nuevo pues llevábamos años huyendo del encuentro. Todo teletrabajo ha venido para poder quedarse. Kafka y Felice nos adelantaron con su relación a distancia, tal vez podamos aprender algo de ellos, o no.
Toda presencia es potencialmente un acto violento. Incluso la derrota exige la presencia. Algo así como el amor sin “riesgos” que Badiou critica en uno de sus libros. Meetic ahora permite hacer videollamadas antes de las citas en persona, por “protección”. La excusa del contacto vírico, eleva la velocidad a la que nos distanciamos. En este orden, casualmente rescataba hoy una vieja carta con Ignacio de hará cuatro años me decía: “En su vocación de huida; antes la indiferencia de la velocidad y el recambio perpetuos que quedarse con alguien, decirle sí o no a alguien”
Le decía nuestro escritor a Felice en un final de carta: “¿Qué pasa cuando le faltan a uno las fuerzas de conquistar a un ser por completo?” Tengo la sensación de que la enfermedad que impedía a Kafka en su momento abordar su vida, es la enfermedad que nos invade en mayor medida que este covid. No luchamos por la vida porque esta “anemia kafkiana” hace tiempo que nos silencia. Sentir y pensar, pensar sintiendo, pensar lo sentido, eso tendría que ser vivir.
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