No es revisionismo, es ocultar que exterminaron

Estas estrategias no solo buscan preservar el prestigio de ciertos sectores políticos, sino que también tienen como objetivo impedir que la sociedad española asuma un diálogo honesto y abierto sobre su pasado.

Por Isabel Ginés | 9/10/2024

Si buscamos revisionismo histórico nos da este resultado: “El revisionismo histórico es el estudio crítico de los hechos históricos y los relatos oficiales, con el fin de revisarlos y finalmente reinterpretarlos. Tiene un uso académico legítimo y otro peyorativo. Su uso académico se refiere a la reinterpretación de hechos históricos a la luz de nuevos datos, o nuevos análisis más precisos o menos sesgados de datos conocidos”

El término anteriormente mencionado describe un proceso natural y necesario en el estudio de hechos pasados, que le permite reevaluarlos a la luz de nueva información o modificando perspectivas históricas. Sin embargo, hoy en día esta palabra es pervertida y abusada para describir el proceso contrario: el que distorsiona o incluso niega los hechos históricos. En el caso de la memoria histórica, este tipo de revisión se convierte en el nombre de un instrumento que esconde y niega la responsabilidad directa y una justificación abierta de los eventos que trajeron a las personas al sufrimiento, asesinato y exterminio de una parte de la población, las vejaciones y violaciones de derechos humanos, y al gobierno genocida al poder.

Especialmente en lo que toca al caso español, la banalización o la negación del revisionismo respecto de los crímenes del franquismo no es un debate para poder comprender con mayor sutileza o profundidad su pasado, sino una forma de rehabilitar teorías totalitarias que justificaron esta represión y genocidio político. Dicha tendencia ha cobrado vigor en los últimos años. Un sector de la ultraderecha política pretende introducirla en el discurso público basándose en su legitimación institucional. En ese sentido, es fundamental destacar que los crímenes de lesa humanidad como los delitos cometidos por la dictadura franquista no pueden prescribir, y bajo la fachada de una “amnistía” o el olvido, seguirán generando impunidad.

Tras la Guerra Civil Española, comenzó una segunda guerra simbólica: una batalla por la memoria. El régimen franquista, utilizando los potentes aparatos de propaganda y control social del Estado, impuso durante 39 años su propia versión de los hechos. En esta versión, los vencedores justificaban su represión, mientras se condenaba al silencio a las víctimas. Esta victoria propagandística fue igualmente decisiva: al controlar la narrativa histórica, el franquismo consiguió instalar un relato que aún hoy, décadas después, sigue presente en amplios sectores de la sociedad.

La herencia de esta narrativa sigue viva por varias razones. En primer lugar, porque casi cuatro décadas de dictadura dejaron una profunda huella en varias generaciones de españoles, educados bajo los valores y la versión de la historia impuesta por el régimen. Este proceso de adoctrinamiento no puede ser revertido de manera inmediata, ni siquiera tras la instauración de la democracia. En segundo lugar, hay sectores políticos y económicos que han encontrado en los mitos del franquismo una base útil para perpetuar su propio poder y preservar su estatus. Estas fuerzas, lejos de aceptar un cuestionamiento objetivo de los hechos, insisten en mantener el relato impuesto por el régimen, en parte por el temor de que la verdad histórica los señale como cómplices, directos o indirectos, de aquel sistema opresivo.

De la misma manera, argumentar que no se deben “abrir las puertas a las heridas del pasado” se ha convertido en una justificación recurrente para mantener el silencio y la impunidad. Ocultar el extermino y las atrocidades a las personas que pensaban diferente o querían una España libre. Convertir la represión de la dictadura en un terreno de conflicto social real o potencial se convierte, en realidad, en un pretexto para no investigar más de cerca las mentiras que nos dejó el franquismo. Es un parangón claro de como el discurso de reconciliación, se emplea, en última instancia, para sostener un relato insuficientemente experimentado, ensayado y mejora desde la perspectiva de las víctimas. Además, Se sigue utilizando de manera habitual información falsa o sesgada, con el objetivo de distorsionar la verdad de la memoria colectiva y continuar legitimando, de manera parcial, los crímenes del franquismo.

El intento de mantener una visión tergiversada de la historia puede adoptar varias formas: desde la oposición activa a leyes de memoria histórica, que buscan hacer justicia y reconocer a las víctimas del franquismo, hasta la difusión deliberada de mitos que contradicen las investigaciones históricas más rigurosas. Estas estrategias no solo buscan preservar el prestigio de ciertos sectores políticos, sino que también tienen como objetivo impedir que la sociedad española asuma un diálogo honesto y abierto sobre su pasado.

En conclusión, el revisionismo histórico malicioso que se practica en torno a la memoria del franquismo no busca en absoluto una mejor comprensión de la historia, sino al encubrimiento y la justificación de crímenes aún impunes. No puede ser simplemente “revanchismo”, como algunos quieren considerar el esfuerzo de tratar de recordar a las víctimas y reparar las agravios históricas. Por el contrario, debe ser una reconciliación con la verdad que no puede lograrse mientras las mentiras del pasado sean usadas para manipular el presente.

1 Comment

  1. Es triste que hayan tenido que pasar tantos años para poder hablar libremente de lo ocurrido en España desde el golpe de Estado de Franco…y más triste aún que en la actualidad los familiares de los republicanos fusilados estemos a expensas de los vaivenes políticos para tener fondos o no para poder enterrar dignamente sus restos. Gracias Isabel, por no permitir que se olvide tanto dolor.

Dejar un Comentario

Tu dirección de correo no será publicada.




 

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.