Suárez prestó juramento apenas cuatro meses después de la masacre de los cinco trabajadores (entonces era ministro secretario general del Movimiento). Evidentemente, los siguientes cinco años fueron claves para que la masacre quedara impune
Por Ramón Solá / Nabarralde
Adolfo Suárez tomó el mando del Gobierno español el 3 de julio de 1976, cuatro meses después de la masacre de Gasteiz. Los siguientes cinco años fueron los más violentos de la época reciente: durante sus gobiernos, 262 personas murieron en atentados de ETA y 113 del bando contrario, estos últimos prácticamente impunes.
La recogida de firmas para la estación de autobuses de Gasteiz para reconocer a las víctimas del 3 de marzo pone el foco en la violencia policial y parapolicial tan frecuente en aquellos años y tan ignorada en los elogios que siguieron a la muerte de Suárez. Pero los datos son muy elocuentes. La fundación Euskal Memoria ha documentado en su investigación sobre «las otras víctimas» hasta 113 muertes desde el 3 de julio de 1976 al 29 de enero de 1981; es decir, en los cuatro años y medio en los que dirigió el Gobierno español.
Suárez prestó juramento apenas cuatro meses después de la masacre de los cinco trabajadores (entonces era ministro secretario general del Movimiento). Evidentemente, los siguientes cinco años fueron claves para que la masacre quedara impune. Pero desde el comienzo mismo de su gobierno también se advirtió que estas prácticas de «fusilar a la madre» continuarían intactas. Suárez apenas llevaba seis días en el cargo cuando un ultraderechista acabó disparando a Normi Mentxaka, una vecina de Santurtzi de 44 años que celebraba el Día de la Sardina.
Antes de finalizar el mes, la desaparición del militante de ETA Eduardo Moreno Bergaretxe, Pertur, no quedó esclarecida incluso cuando en ella habían transcurrido casi cuatro décadas. Y en septiembre, la Policía fusiló a Vicente Velasco Garrán en Laudio durante una manifestación que denunciaba los últimos fusilamientos franquistas, producida un año antes. Moriría en unos días.
La acción de ETA se incrementaría en 1978 (64 muertos en esos doce meses, 262 en total en la era Suárez). Pero la violencia estatal también explotaría. Por señalar algunos casos de referencia, Ceferino Sarasola y Jokin Pérez de Viñaspre, militantes de ETA, fueron fusilados en Pamplona en el tiroteo que acabó con el macabro «dos a uno a nuestro favor» del ministro del Interior de Suárez, Rodolfo Martín Villa; el asalto a los Sanfermines de 1978 provocó la muerte de Germán Rodríguez en Iruñea y Joseba Barandiaran en Donostia; el Batallón Vasco Español (BVE) multiplicó sus ataques, siendo el más sonado el de José Miguel Beñaran Argala y el más cruento el de Bar Aldana de Alonsotegi, con cuatro fallecidos; la Guardia Civil acabó con la vida de la joven ecologista Gladys del Estal en Tutera… Todo ello resumido de nuevo por Martín Villa con otra frase para la memoria colectiva vasca: «Lo nuestro son errores, lo suyo, crímenes».
Durante estos años, algunas de estas «otras muertes» ocurrirían cada dos semanas en promedio; Ataques paramilitares, tiroteos en puestos de control, tiroteos en manifestaciones, personas que fueron alcanzadas o sufrieron infartos por las cargas… En una de estas movilizaciones, el 26 de agosto de 1978, el gasteiziano José García Gasticin fue asesinado a tiros por la policía, según informa Vasco. Memoria. El verano de 1979 sería especialmente doloroso para la capital alavés: en julio el gasteiziano Enrique Gómez Álvarez Korta fue asesinado por el BVA en la calle Pannecau de Baiona, y pocas semanas después Félix Mingeta y Justo López de Zubiria fueron asesinados a tiros en un Manifestación en Gasteiz.
Suárez no puso fin a esa violencia, a la que apenas aludí. Renunció el 29 de enero de 1981; sólo seis días después sería detenido en Madrid Joxe Arregi, que ya no saldría con vida de los calabozos.
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