Joaquín Sabina ha estado en boca de todos después de hacer unas declaraciones en las que confesaba que ya no era de izquierdas
Por Manuel Corrales
Joaquín Sabina se ha ganado a pulso el título de trovador de la calle y de lo mundano. Sus letras descarnadas han reflejado esa calle con sus virtudes y vicios de la que pocos han querido o no se han atrevido cantar, algunas de ellas no exentas de polémicas que él ha sabido torear con soltura. Su voz rota desde hace tiempo no ha hecho más que acrecentar su figura como trovador de lo más vil e hipócrita de nuestra sociedad.
Su larga trayectoria como cantante y su irrenunciable estilo de vida le ha llevado a estar muy por encima de las críticas provenientes del espectro ideológico antagónico con su pensamiento, sortear con maestría los señuelos que le pusieron por delante y asumir con entereza la marginación frustrada que sufrió por su alineamiento ideológico. Cantar, expresar libremente lo que piensa, sin mirar si es políticamente correcto o no, solo está al alcance de unos pocos y Sabina se lo ha ganado por méritos propios.
Joaquín Sabina reciente y, seguramente, no a su pesar, ha estado en boca de todos después de hacer unas declaraciones en las que confesaba que ya no era de izquierdas, o por lo menos no tanto como lo era antes, porque tiene “ojos y oídos”.
No creemos, como alguien lo ha tachado de forma gratuita, que su situación ideológica está al albur de que de repente, si la gente es de izquierdas yo también. No lo creo y es injusto que eso se pueda pensar sobre el cantante porque así lo ha demostrado en el pasado.
Sin embargo, yo tan admirador de Sabina como cantante, como poeta y como personaje público tengo que decirle que, a pesar de todo, sigo siendo de izquierdas porque, precisamente tengo ojos y oídos. Ojos para ver que los errores de la izquierda y de sus líderes no restan un ápice a la vigencia de sus postulados y la necesidad de que hayan quienes los defiendan con sus virtudes y defectos. Oídos para escuchar como se pretende manipular a la gente con cortinas de humo y pronunciamientos grandilocuentes insustanciales sobre cuestiones que no están en el centro de su interés y necesidades para que no piensen en sus verdaderos problemas y no exijan soluciones dignos a los mismos.
Perder calidad en la percepción en los oídos y los ojos, según para quien, puede ser propio de la edad, lo que no puede ser propio de la edad es perder la conciencia de lo que por méritos propios representa o ha representado para mucha gente, incluso, generaciones. Daña los ojos y los oídos ver y escuchar a quien dice que ya no es lo que era en calidad o cantidad porque tiene, precisamente, ojos y oídos.
Sabina, prófugo y fugitivo, salvado del pelotón de los perdedores por su arte, sensibilidad y maestría, con sus ojos y oídos ha sido y es el ejemplo puro de canción inconclusa, de la noche, los excesos, del perdedor, de las putas, de hacer lo prohibido, romper protocolos y no callarse ante nada ni nadie.
Esperamos y deseamos que siga siéndolo y su descreimiento sea una manera más para provocar necesarias reacciones a quienes corresponda para bien de nuestros ojos y oídos.
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