La resignación aprendida

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Por Alberto Vila

“La resignación es un suicidio cotidiano”

Honoré de Balzac

Hay ciertas disociaciones, entre las experiencias y las conductas consecuentes, que llevan a la pasividad. La búsqueda de una lógica entre conducta y consecuencia confluye a vincular la aceptación de un «estado de cosas desfavorable al individuo”. En concreto, cuando este es integrante de una Comunidad. Todo ese proceso desmotivador se relaciona con la teoría de la Indefensión Aprendida. Es la consumación de la resignación.

Esta teoría, conocida también como “Impotencia Aprendida”, se refiere a la condición de un ser humano o animal que ha «aprendido» a comportarse pasivamente, con la sensación subjetiva de no tener la capacidad de “hacer nada”. Esa inacción responde a pesar de que existen oportunidades reales de cambiar la situación.

Sólo desde esta teoría puede justificarse la actitud pasiva de las comunidades, y colectivos, víctimas de gobiernos, partidos y organizaciones empresariales y religiosas. Ellas son las constructoras de la decepción en las personas. Del desánimo. Así consiguen la obediencia. La aceptación. La resignación. La desafección a la actuación solidaria con los otros afectados. Pura ingeniería social.

Cuando una misma conducta genera distintas consecuencias que no resuelven situaciones, con el tiempo, terminan provocando la resignación del sujeto. De esa manera, finalmente, la persona aprende que no puede hacer nada para cambiar la situación y termina resignándose y aceptándola. Perverso.

Tenemos hechos y situaciones sociales en las que podemos observar comportamientos de resignación o conformismo. Cierto es, qué para consolidar ese sentimiento, se han ido estableciendo una red de normas disuasorias, con la única finalidad de producir la desafección. La denominada Reforma Laboral, la llamada Ley Mordaza, la limitación de las regulaciones que deberían proteger a la ciudadanía en favor de una desregulación del accionar de las corporaciones. Fiscalidad poco equitativa o libertad tarifaria, son solo ejemplos.

Esos comportamientos, en los que el sujeto entra en una situación de bloqueo que no le permite intentar actuar y generar un cambio o incluso defenderse y denunciar los hechos acaecidos, ocurre en muchas ocasiones porque la legalidad lo disuade. Ello incluye casos de violencia de género, mobbing o bullying. Incluso abarca conflictos familiares, o colectivos. Todos nos pueden hacer caer en la indefensión. En un sentimiento de impotencia. El sistema del 78 se pensó para esto.

Sin embargo, esa sensación en España tuvo una disrupción con el 15M. Hasta entonces el bipartidismo se asociaba entre sí y con las corporaciones para lograr la pasividad, el conformismo y la resignación. Por ello debemos luchar contra las situaciones que terminan haciéndonos sentir indefensos. Porque provocan ese tipo de actitudes que nos hacen incapaces de afrontar la situación desfavorable a nuestras necesidades e intereses. Como la concentración del mercado financiero en tres o cuatro grandes bancos. Igual ocurre en el caso de los grupos energéticos. Esa situación produce una cautividad en los usuarios que terminan siendo víctimas de la avaricia de esos grupos.

Indígnate frente a los abusos del poder. Tienes el derecho a expresarlo. Lo contrario es haber caído derrotado para siempre.

Piénsalo.

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