La rebelión de las mujeres en Arabia Saudí

Por Tania Lezcano

La reciente decisión de Arabia Saudí que permitirá vivir solas a las mujeres adultas sin el permiso de su tutor nos obliga a tener más presente que nunca y no olvidar la precaria situación de las mujeres en ese país. Aunque se trata de un avance importante, no debemos perder de vista las sólidas raíces wahabíes del Estado saudí.

Para llevar a cabo esta nueva reforma y permitir a las mujeres acceder a un derecho básico y humano, Arabia Saudí ha abolido la «ley del absentismo». Según esta, los tutores masculinos podían denunciar y enviar a la cárcel a cualquier mujer que deseara independizarse. Ahora, las mujeres solteras, viudas o divorciadas podrán vivir solas sin el permiso de este tutor. El nuevo texto dice que «una mujer adulta tiene derecho a elegir dónde vivir. El tutor de una mujer puede denunciarla solo si tiene pruebas que demuestren que cometió un delito». Sin duda, es un avance, pero continúa siendo insuficiente. Para comprenderlo mejor, veamos cómo es la situación de las mujeres en el país del Golfo con el que los países europeos mantienen muy buenas relaciones.

Las mujeres en Arabia Saudí

Desde su unificación en 1932, el Estado saudí ha sometido a su pueblo y ha logrado evitar la aparición de parlamentos u órganos de poder que no estuvieran compuestos por su propia familia. El reino no necesitó jamás subirse al tren del progreso social y moral, avanzando hacia un sistema más democrático, ya que sus abundantes reservas petrolíferas legitimaban cualquier régimen político. El país se estancó y, por ejemplo, la pena de muerte incluye métodos tan antiguos como la lapidación o la decapitación, además del fusilamiento. En cualquier caso, le sigue la crucifixión. En cuanto a las mujeres, como hemos visto, se han producido algunos progresos, pero no nos dejemos engañar.

La base del sistema legal saudí es que una mujer es una persona moralmente incapaz de gestionar sus propios asuntos y necesita ser supervisada por un «guardián», que puede ser su marido, padre, hermano o incluso hijo. Su situación legal es la de una persona menor de edad, que no puede tomar decisiones importantes en su vida, tampoco en torno a la salud, la educación o el trabajo. La explicación a todo esto se encuentra, como es habitual, en la religión, en este caso en la corriente política más extremista del islam, el wahabismo, del que hablaremos después. Esta ideología fanática es la base de todo el sistema saudí, y sus tres elementos fundamentales son la ley islámica (sharia), el Corán y la Sunna, una serie de enseñanzas reveladas por Mahoma.

Desde hace años, distintas organizaciones de derechos humanos han denunciado la situación de las mujeres y la han definido claramente como un apartheid de género. Y es que, aún tras la aprobación de estas leyes aisladas, las mujeres y los hombres deben entrar a los edificios por lugares diferentes y no deben interactuar demasiado si no se conocen. Además, aunque desde 2018 pueden acudir a estadios, a eventos públicos y al cine, deben ocupar una zona concreta para ellas. Como decíamos, la principal razón de todo esto es el wahabismo, la ideología extremista en la que se basa Arabia Saudí desde su creación.

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¿Qué es el wahabismo?

En el siglo XVIII, el religioso árabe Muhammad ibn Abd-al-Wahhab dio pie a una interpretación más exigente y literal de los textos sagrados del islam en el sunismo. Esto conlleva una severa y estricta interpretación de la sharia y rechaza cualquier innovación, especialmente en los ámbitos de la religión y la cultura.

Cuando la familia Al Saud llegó al poder, se encargó personalmente de expandir esta ideología y hacer de ella la base de todo el sistema, llegando hasta la actualidad, cuando cualquier cambio es prácticamente imperceptible. Por supuesto, esta ideología es incompatible con el respeto a los derechos humanos, por lo que existen muchas personas presas de conciencia que cumplen una condena injusta en prisión, además de distintos tipos de torturas, como latigazos. No solo atenta contra los derechos de las mujeres, sino también contra otros derechos fundamentales, como la libertad de expresión (la situación del activista y bloguero Raif Badawi es ya insostenible). Además, esta ideología defendida por Arabia Saudí ha inspirado la aparición de grupos terroristas, como el Estado Islámico (Daesh).

La rebelión de las mujeres

Como no podía ser de otra manera, ningún sistema autoritario resiste para siempre, independientemente de la dureza de sus leyes. Los pequeños avances en los derechos de las mujeres a los que se ha visto obligado el gobierno saudí proceden principalmente del hartazgo y levantamiento de las mujeres. Loujain al Hathloul, Eman al Nafjan, Nassima al Sadah o Samar Badawi —hermana del mencionado bloguero Raif Badawi— son algunas de las mujeres que han sufrido años en la cárcel por defender derechos básicos, como conducir o participar en la vida pública. En febrero de 2021, tras pasar más de mil días en prisión, Loujain al Hathloul fue puesta en libertad bajo medidas cautelares, como no viajar. Pertenecía al movimiento «Women to drive», que defendía el derecho de las mujeres a conducir y que terminó exitosamente en 2018, ya que el gobierno se vio obligado a levantar la prohibición. Sin embargo, ella y las demás activistas continuaron detenidas. Tras su liberación, Al Hathloul ha denunciado haber sufrido abusos sexuales, amenazas y torturas mientras estuvo bajo custodia.

Loujain al Hathloul es una de las más destacadas activistas por los derechos de las mujeres en Arabia Saudí.

Otro motivo importante de estos avances en Arabia Saudí es la presión internacional, especialmente por parte de organizaciones y de la propia sociedad civil. Juntas, han reclamado los derechos básicos para las mujeres y también el fin de la tortura y de la compraventa de armamento, instando a sus respectivos gobiernos a revisar las relaciones con Arabia Saudí. Y es que la Unión Europea y Estados Unidos rara vez la califican como «dictadura» —cuando se trata de una monarquía absoluta—. Es curioso, teniendo en cuenta su afición por denominar «dictadura» a cualquier Estado que contravenga sus intereses, importándoles bien poco si en realidad lo es o no. El caso es que la mayoría de las veces la revisión exigida por la ciudadanía ha resultado infructuosa o de poco calado, así que se puede decir abiertamente que los Estados occidentales continúan siendo cómplices del wahabismo y de la violación sistemática de derechos humanos.

Por todo esto, en los últimos años, las mujeres del país han conseguido el derecho a conducir, a obtener un pasaporte y viajar sin la tutela masculina, a entrar en estadios y eventos públicos —aunque sea en una zona específica para ellas— y, ahora, también a independizarse y a peregrinar a La Meca sin ir acompañadas por hombres —eso sí, en grupo—.

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Los motivos del gobierno saudí

Estos derechos no han caído del cielo. Como hemos visto, son fruto de la lucha incesante de las mujeres saudíes, solas ante un Estado que las considera inferiores, y también de las crecientes presiones internacionales contra Arabia Saudí y su sistema en todas sus vertientes: ausencia de elecciones libres y de un sistema democrático, los derechos humanos, los de las mujeres en particular, la tortura y muchos otros aspectos. Así que la monarquía absoluta de Arabia Saudí ha decidido hacer pequeñas concesiones con la intención de calmar los ánimos. Por lo tanto, es importante celebrar los avances, por pequeños que sean, y especialmente cuando atañen a la mitad de la población, pero no debemos olvidar las raíces del régimen.

Su sistema considera menores de edad a las mujeres y la base del sistema sigue sin evolucionar: aún no existen auténticos partidos políticos ni está asegurada la libertad de expresión. Lo que está claro es que la dinastía Al Saud hará lo que sea necesario para perpetuarse en el poder, aunque ello implique pequeños gestos que la enfrenten esporádicamente a sus pilares, el wahabismo y el poder religioso. Desde nuestras posiciones occidentales, es nuestra obligación exigir a nuestros gobiernos que dejen de legitimar un sistema que se basa en el fanatismo y la ausencia de todo tipo de garantías democráticas. Y, por supuesto, apoyar y visibilizar la lucha y el progreso de las mujeres saudíes, que, por mucho que le duela a la dictadura, ya es imparable.

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