La Guerra de los Balcanes (V): Kosovo, un conflicto medieval renace de sus cenizas

El Ejército de Liberación de Kosovo (ELK) fue expandiendo su actividad entre 1996 y 1998, arrinconando al resto de facciones y ejerciendo control efectivo sobre territorio.

Mediante el nacionalismo serbio surgido desde Kosovo, Milósevic logró acceder a la presidencia serbia encabezando la llamada Revolución Anti-burocrática. Sus movimientos se encaminaron hacia la asimilación dentro de Serbia de las tres regiones a las que el mariscal Tito había dado autonomía: Vojvodina, Montenegro y Kosovo. 

Por Tomás Purroy / Descifrando la Guerra

Tras la apoteósica firma de los Acuerdos de Dayton (o Protocolos de Paris) el 14 de diciembre 1995, el conflicto bosnio llegaba a su fin con un cierre en falso. El gobierno serbio parecía reintegrado en la comunidad internacional y, por un instante, parecía que los nubarrones se disipaban. Sin embargo, las tensiones en la deshilachada Yugoslavia se abrían desde tres distintos frentes: por un lado la política interna serbia y, por otro, la insurrección albanesa en Kosovo y Macedonia. El presente artículo va a esbozar el principio y las raíces del segundo: la independencia de Kosovo.

Los presidentes de Serbia, Bosnia y Croacia ponen fin a la guerra en Bosnia con los Acuerdos de Dayton el 14 de diciembre de 1995.

Kosovo o Kosmet, el corazón histórico serbio en peligro

Kosovo fue piedra angular del auge del Reino Serbio y sus sucesores (Imperio Serbio, principados…) entre los siglos XIII y XIV, algo que aun se evidencia en el enorme legado arquitectónico, especialmente en cuanto a edificios religiosos y fortalezas de la época. Tras batallar este pueblo eslavo durante siglos con los bizantinos, logrando establecer un poderoso reino/imperio, la irrupción de los turcos conllevará la destrucción y ocupación completas. La gran batalla tuvo lugar en 1389 precisamente en Kosovo, a las afueras de Pristina, una épica derrota serbia frente a los otomanos, siendo ambos ejércitos duramente castigados y muriendo los dos líderes: el sultán Murad I y el príncipe serbio Lazar. La batalla quedará en la memoria de los serbios, especialmente en la iglesia ortodoxa serbia, que considerará al príncipe como uno de sus mayores mártires.

En 1389 tuvo lugar la batalla de Kosovo, una derrota épica de los serbios a manos de los otomanos.

Finalmente, décadas después, a principios del siglo XV el Imperio Otomano avanzará de forma incontrolable. Kosovo se incorporará como una provincia (vilayet) más del imperio, aunque de una extensión notablemente mayor que la actual. El islam fue introduciéndose rápidamente entre la población albanesa, la cual fue accediendo a puestos mejores y creciendo progresivamente. A pesar de lo cual, los serbios siguieron siendo mayoría hasta el siglo XIX.

Con el auge del nacionalismo, la región se levantó en armas contra los otomanos. Serbia lo hizo a principios del XIX, aunque la región que nos ocupa no fue «liberada» hasta la Primera Guerra de los Balcanes (1912 – 1913) en la cual, si bien los albaneses lograron la independencia de Albania, Kosovo, donde ya eran mayoría, fue repartido entre Serbia y Montenegro. A partir esta etapa y tras desaparecer el enemigo común (el imperio otomano), las relaciones entre albaneses y serbios se irán enfriando a causa del rampante nacionalismo, con los eternos conflictos territoriales que conlleva. Los albaneses acusaban a su nueva administración de favorecer asentamientos serbios en Kosovo en lo que consideraban una velada colonización. Sin embargo, la situación se mantendrá estable durante buena parte del siglo XX, tanto bajo la monarquía  (1918 – 1941) como bajo la Yugoslavia comunista de Tito (1945 – 1980).

Coronación del rey serbio Pedro I el Libertador (1903 – 1921). Dirigirá con éxito a su país en la Primera Guerra Balcánica, conquistando Kosovo a los otomanos gracias a una revuelta albanesa en 1912.

De todo este trasfondo histórico emergían dos visiones nacionales sobre Kosovo difícilmente reconciliables: a un lado estarían los partidarios de una Gran Albania que incluyese a todas las regiones mayoritariamente albanesas (musulmanes), anexionando tanto Kosovo como diversas regiones de Macedonia; al otro, los serbios (cristianos ortodoxos), que consideraban Kosovo una posesión histórica en la cual fueron mayoría desde su irrupción eslava a principios de la Edad Media hasta el XIX, el centro de su poder medieval con su herencia religiosa y cultural ocupado por “hordas de asiáticos musulmanes”.

En la segunda mitad del siglo XX, Kósovo era una paupérrima y atrasada zona rural dentro de  la república Serbia, incrustada en la diversa Yugoslavia y con una considerable riqueza minera. Ya empezó a suponer un problema para la administración federal en época del mariscal Tito quien, cuando estallaron tímidas protestas en 1968, cedió la administración a los albaneses locales en forma de provincia autónoma dentro de la república serbia. Sin embargo el conflicto, aunque bajo control y con la incontestable figura de Tito, no desapareció nunca, con una tensión crónica entre las comunidades albanesa y serbia. Diversos factores agravaron progresivamente la situación durante estas últimas décadas, sumándose al trasfondo histórico detallado anteriormente:

El estado yugoslavo cada vez se desdibujaba más entre sus diversas repúblicas, cada una de las cuales empezaba a aglutinarse entorno a un nacionalismo y defendiendo sus propios intereses. Los kosovares no eran inmunes a este sentimiento, abrazándose unos a su herencia albanesa y otros a su herencia serbia.

Kosovo, como provincia autónoma y muy pobre, tenía una pésima administración que consumía grandes cantidades de fondos federales. Esto causaba fricciones con el resto de repúblicas yugoslavas, muchas de las cuales se negaban a aportar fondos.

La demografía albanokosovar iba viento en popa al calor de la férrea tradición rural. Este hecho hacía a los serbia una minoría cada vez más exigua, oscilando en el 10%, muy vulnerable ante sus vecinos sin el socorro de las tropas federales.

En relación con lo anterior, el crecimiento demográfico y la pobreza hicieron de Kosovo un lugar de emigración al exterior. Desde Serbia este fenómeno se veía como válvula de escape y balón de oxígeno para la economía gracias a las remesas, pero al estallar la guerra se probará como una fuente de recursos incontrolable para la insurgencia.

Los serbios de origen kosovar miraban hacia Serbia, hacia donde emigraban en grandes cantidades, tanto buscando oportunidades como huyendo de la presión a la que eran sometidos por sus vecinos albaneses. Ya en Serbia, conformaron una comunidad de inmigrantes muy influyente y nacionalista, un grupo de presión muy eficaz que defendía sus intereses en Kosovo.

Milósevic: de Kosovo al palacio presidencial

En este contexto emergió la figura de Slobodan Milósevic, el presidente del partido comunista en Serbia y mano derecha del presidente serbio Ivan Stambolic, a cuya sombra había crecido, ocupando los puestos que este iba dejando libres en su meteórico ascenso al poder.

En abril de 1987, un preocupado presidente serbio mandó a su subordinado a comprobar sobre el terreno la situación en Kosovo ante las constantes quejas de diversos grupos serbios. Sin embargo, Milósevic fue mucho más allá de la misión encomendada al no limitarse a reunirse con la burocracia comunista local, mayoritariamente albanesa y encabezada por Azam Vllasi. Decidió reunirse también con grupos serbokosovares quienes, en un ambiente de alta tensión, le detallaron que vivían una situación límite de asesinatos, violaciones, despidos masivos y desplazamientos forzados a manos de los albaneses, a quienes acusaban de una campaña de limpieza étnica en la búsqueda de un Kosovo 100% albanés. A la salida de la reunión, comenzaron los choques entre miles serbios y la policía, mayoritariamente albanesa. En ese instante, Milósevic lanzó un improvisado discurso a la multitud, defendiéndola de las fuerzas del orden el cual. Estas palabras fueron emitidas por la televisión estatal, lo cual catapultó al político como paladín indiscutible de la causa serbia.

Sin embargo, la actuación no complació en absoluto al presidente Stambolic, quien reprendió públicamente a Milósevic por una actuación que consideraba “anticomunista”. El alumno no se achantó ante el maestro, sino que pidió abolir la autonomía kosovar para salvar a la minoría serbia y decidió derribar al presidente, acusándole de traidor, blando en el asunto kosovar y dictador por haber tratado de proteger a un subordinado. El movimiento fue tan rápido y veloz, que el presidente cayó sorprendido al ver que su subordinado era destituido por una aplastante mayoría por el comité central de los comunistas serbios.

Un abrumado presidente Stambolic trata de defenderse en el Comité Central de una votación que acabaría con su carrera. 

Y así fue como, mediante el nacionalismo serbio surgido desde Kosovo, Milósevic logró acceder a la presidencia serbia encabezando la llamada Revolución Anti-burocrática. Sus movimientos se encaminaron hacia la asimilación dentro de Serbia de las tres regiones a las que el mariscal Tito había dado autonomía: Vojvodina, Montenegro y Kosovo. Contra sus gobiernos autónomos de la vieja guardia empezó a elevarse un profundo descontento serbio y la Revolución Anti-burocrática se los fue llevando uno a uno, colocando a aliados del nuevo hombre fuerte de Belgrado. De esta forma, Serbia no solo se garantizaba parte de sus fronteras históricas, sino que también podía controlar el gobierno federal yugoslavo frente a Croacia, Bosnia y Eslovenia.

En 1989, celebrando el 600 aniversario de la heroica derrota serbia y el martirio del príncipe Lazar a manos de los otomanos en Kosovo, Milósevic dio uno de sus más importantes y simbólicos discursos ante un millón de personas que se congregaron en el antiguo campo de batalla, alrededor de Pristina.

Milósevic da un multitudinario mitín en el campo donde las tropas serbias fueron derrotadas por los otomanos 600 años atrás.

La resistencia pasiva (1989 – 1996)

Ahora bien, si bien en Vojvodina y Montenegro los aliados del nuevo presidente no tuvieron problemas al ser mayoritariamente serbias, en Kosovo los serbios eran minoría y los albaneses no pensaban dar el brazo a torcer tan fácilmente. Mineros albaneses lanzaron una huelga de hambre pidiendo que le fuera devuelto el poder el gobierno autonómico. La huelga afectaba al rico complejo minero de Tepca, una fuente de riqueza enorme tal, que no solo era vital para el paupérrimo Kosovo, sino que era fundamental para toda la federación. Por su parte, los serbios de Kosovo acudieron a manifestarse a Belgrado pidiendo una actuación contundente, mientras que un tenso Milósevic reflexionaba cómo solventar la situación.

El problema se ahondaba, ya que los huelguistas lograron el apoyo público de la república de Eslovenia, temerosa del celo serbio del nuevo gobierno y su control de la federación, a la vez que ya anidaba con sus propias aspiraciones independentistas. Que un separatismo periférico se entrometiese en el corazón histórico serbio provocó una masiva manifestación en Belgrado que clamó porque Milósevic, su paladín, actuase en medio de llamamientos a la unidad, la sangre derramada por los padres y a Yugoslavia. El discurso de Milósevic fue duro, llamando a la lucha por Serbia, a retomar Kosovo y a castigar a los conspiradores.

Las palabras se convirtieron en hechos, se declaró el estado de emergencia y la huelga llegó a su fin con el arresto de los últimos mineros. Líderes kosovares albaneses como Azam Vllasi fueron encarcelados, a la vez que se realizó una concienzuda purga en la administración a todos los niveles, incluidos trabajadores como mineros, transportistas…

A sabiendas de que una guerra abierta contra Serbia era suicida, fue conformándose un movimiento de resistencia pasiva albanokosovar, encabezada por la Liga Democrática de Kosovo del crítico literario Ibrahim Rugova y con el apoyo de ciertos clanes locales. Este movimiento, como los siguientes que vendrán, encontrará su fuente de financiación en las incontrolables remesas de albaneses que habían emigrado en los años precedentes.

Durante unos años, mientras el conflicto se desataba en EsloveniaCroacia y Bosnia, ante la falta de incidentes reseñables, las autoridades federales y serbias relegaron la cuestión kosovar a un segundo plano. Si bien la consideraban vital de cara a la política interna, no podían imaginar la amenaza que iba a suponer esta paupérrima, desarmada (carecía de estructuras de Defensa Territorial) y minúscula región.

Estalla una nueva guerra en los Balcanes, llega el Ejército de Liberación de Kosovo (1996 – 1998)

Mientras Eslovenia, Croacia y Bosnia lograban la independencia mediante la fuerza y el apoyo exterior, en el Acuerdo de Dayton Kosovo se había incluido Kosovo dentro de Serbia. Si la pasividad suponía el olvido internacional, los grupos más radicales empezaron a impacientarse y considerar que la violencia como una opción, no buscando la quimera  de derrotar a los serbios, sino llamar atención internacional. De esta forma nació el Ejército de Liberación de Kosovo (ELK) en 1996, cuyos guerrilleros empezarán a atacar policías y civiles serbios, a los que consideraban “colonos”. Los primeros ataques fueron precarios, consistían esencialmente en arrojar granadas, pero pusieron el grupo en el mapa.

Mientras fue posible, la Liga mantuvo la ficción de que los ataques de la insurgencia eran montajes serbios, pero con el paso de los meses no solo la teoría cayó por su propio peso, sino que el protagonismo y la épica de la lucha armada terminarán eclipsando completamente a cualquier otro movimiento.

Este crecimiento y potencia de la guerrilla del ELK no hubiese sido posible sin el derrumbe del estado albanés en 1997 y el caos absoluto que conllevó. Como hemos visto, los albanokosovares comparten etnia con los albaneses, de hecho su aspiración era más bien conformar una Gran Albania, no la independencia de Kosovo. Con el colapso del gobierno, los cuarteles militares y sus arsenales albaneses fueron asaltados, fluyendo las armas de forma clandestina y prácticamente regalada hacia Kosovo.

La caída del gobierno albanés en 1997 supuso el asalto a los arsenales del ejército, que fluyeron a Kosovo acabando en manos del ELK.

Con la potencia que le daban las nuevas armas, entre 1997 y 1998, el ELK se consolidó, sus ataques aumentaron en número y efectividad, a la vez que empezaron a controlar notables franjas de territorio. La guerrilla albanesa creció de forma exponencial, entre 1998 y 1999 pasó de 500 a cerca de 20000 miembros, agrupados de forma bastante descentralizada y caótica, alrededor de infinidad de grupos y milicias de carácter local, muchos de ellos de carácter pseudo-mafioso e, incluso, con cierta influencia islamista.

Los combates con las fuerzas policiales serbias se intensificaron, junto a los crímenes de guerra. Una nueva guerra asomaba en el horizonte de los Balcanes, mientras el crecimiento de la inestabilidad empezaba a atraer a la comunidad internacional. Prueba de ello fue la visita que el secretario de exteriores británico realizó a Belgrado en marzo de 1998 para tratar con Milósevic el asunto kosovar. En la reunión, el líder serbio le recalcó categóricamente que Kosovo había sido serbio durante siglos y seguiría siéndolo, a la vez que la comunidad internacional no tenía nada que decir como asunto interno que era.

Sobre el terreno, las fuerzas gubernamentales serbias (nominalmente, ejército federal yugoslavo, con apoyo de fuerzas policiales y paramilitares) contraatacaron mediante una vigorosa ofensiva (marzo 1998 – febrero 1999) que, si bien logró contener parcialmente al ELK, no fue capaz de doblegarlo completamente, a la vez que diversos incidentes levantaban pasiones en la opinión pública occidental, que enlazaba los hechos con lo acontecido en Croacia y Bosnia.

En esta ofensiva destacó el asalto de la aldea del líder del ELK Adem Jashari, cuyas fuerzas habían asesinado previamente a varios serbios. Los guerrilleros, en vez de huir, se atrincheraron en su aldea junto a sus familias, presentando batalla. La operación fue una carnicería, utilizando los serbios artillería y vehículos acorazados previamente al asalto. Con 45 muertos (12 mujeres y 11 niños), el asalto tuvo el efecto que el propio Jashari pretendía, creando un mártir a la causa del ELK que consiguió que decenas de miles de manifestantes desafiaran a la policía serbia en Pristina.

Una vez llegados a este punto, el conflicto kosovar llegó con fuerza tanto a la prensa internacional como a las diferentes cancillerías, donde se entremezclaba el temor a una nueva limpieza étnica con el creciente deseo de golpear de nuevo al odiado Milósevic, por las razones detalladas al comienzo del artículo. El conflicto entraba en su fase de internacionalización y de mayor crudeza.

BIBLIOGRAFÍA

  • Veiga, Francisco. La fábrica de las fronteras, Guerras de Secesión Yugoslavas 1991 – 2001. Alianza Editorial, Madrid, 2011.
  • Documental de los años 90 de la BBC: The Death of Yugoslavia 1990’s. https://www.youtube.com/watch?v=RCNRdhMw49g
  • Documental de principios del siglo XX de la BBC: The Fall of Milosevic https://www.youtube.com/watch?v=YJjgC7IOtKk
  • Documental Life in Kosovo: War Crimes. Realizado por la televisión kosovar acerca de crímenes serbios y su judicialización. https://www.youtube.com/watch?v=5z0fo-Y_QS4
  • Documental The Valley – hate and death during the Kosovo conflict. https://www.youtube.com/watch?v=XDaFx0nJw5E

 

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