Está por ver como se materializa la retirada de las tropas de Eritrea, señaladas como culpables de graves delitos contra los derechos humanos, ya que el gobierno de Isaías Afewerki no ha participado en las negociaciones, y tiene su propio conflicto con el TPLF
Por Angelo Nero
Este miércoles, 2 de octubre, el gobierno de Etiopía y el Frente Popular para la Liberación de Tigray (TPLF), han firmado en Sudáfrica, anfitriona de las negociaciones entre las partes beligerantes, un cese permanente de las hostilidades armadas, iniciadas hace dos años con la invasión de los ejércitos combinados de Etiopía y Eritrea, de la región de Tigray, que hizo saltar por los aires el complicado equilibrio político en este estado del Cuerno de África, basado, hasta la llegada del primer ministro Abiy Ahmed al poder, en 2018, se fundamentaba en el federalismo étnico.
Aunque es pronto para asegurar que la firma del cese de los combates sea el fin del conflicto que ha desangrado la región durante los dos últimos años, extendiendo la sangría a las regiones de Amhara, Afar y Oromia, y amenazando incluso con llegar a las puertas de la capital, Adís Abeba, se ha puesto la primera piedra para una resolución del conflicto, tras diez días de negociaciones, con la mediación de la Unión Africana, encabezada por el ex presidente nigeriano Olusgen Obsanjao, y que ha tenido el apoyo de los EEUU y de las Naciones Unidas, que han actuado como observadores.
Este mismo lunes el primer ministro etíope declaraba estar “tratando de convencer al TPLF de que respete la ley del país, que respete la constitución, que actúe como un solo estado en Etiopía”, y aunque todavía no se han hechos públicos los puntos del acuerdo, parece difícil una solución que vuelva a encajar a Tigray dentro de los planes centralizadores de Ahmed, teniendo en cuenta de que otras regiones, también con sus propias milicias alzadas en armas, demandan más poder para sus territorios, cuando no se pronuncian, directamente, por la independencia.
Este “alto el fuego inmediato e incondicional”, viene acompañado, y no es un detalle menor, ante la grave crisis sanitaria y la hambruna que está sufriendo la región de Tigray, de una reanudación de los suministros humanitarios y del restablecimiento de las comunicaciones.
Está por ver como se materializa la retirada de las tropas de Eritrea, señaladas como culpables de graves delitos contra los derechos humanos, ya que el gobierno de Isaías Afewerki no ha participado en las negociaciones, y tiene su propio conflicto con el TPLF, aunque durante estos dos años de guerra ha actuado en plena sintonía con Abiy Ahmed.
Sólo tres días atrás, el portavoz del TPLF, Getachew K Reda, denunciaba en su cuenta de twitter: “Las fuerzas invasoras lideradas por Isaías en Tigray han intensificado su política de tierra arrasada contra los civiles donde sea que hayan puesto un pie. Los asesinatos en el sur, centro, este y noroeste de Tigray muestran claramente que la intención genocida de ambos regímenes está en plena exhibición y que no tenga la más mínima consideración por lo que el resto del mundo tiene que decir a modo de condena o expresión superficial de preocupación. Pueblos enteros quemados, cientos de civiles bombardeados indiscriminadamente o ejecutados sumariamente se han convertido en algo común. Solo las palabras no pueden ayudar a salvar a la gente de Tigray. Si bien nuestras fuerzas están tomando medidas para proteger a su pueblo contra viento y marea y de manera excelente, lo que la comunidad internacional ha hecho hasta ahora sigue siendo lamentablemente inadecuado. Isaias sabe que también se saldrá con la suya como siempre lo ha hecho!”
El gobierno etíope ha asegurado que sus esfuerzos han estado dirigidos a “salvaguardar la integridad territorial de Etiopía y que su país sólo tiene una fuerza de paz”, y en este sentido han recalcado que “hemos acordado un programa detallado de desarme, desmovilización y reintegración para los combatientes del TPLF, teniendo en cuenta la situación de seguridad sobre el terreno.” Son muchos los interrogantes de como se materializará esta importante parte del acuerdo, porque la guerra ha abierto grandes grietas entre el pueblo de Tigray y el gobierno de Etiopía, pero se ha abierto una puerta a la esperanza y el camino de la paz parece que está allanado, aunque, a buen seguro, no les faltarán obstáculos para que la paz sea efectiva en el estado norteño que luchó contra el poder central durante estos últimos dos años, y donde las heridas de la guerra todavía están frescas.
Se el primero en comentar