Talia Lavin, penetra en las profundidades más desconocidas de los espacios de la extrema derecha de una forma particularmente cercana y devastadora, tras lograr infiltrarse en varios foros de la dark web en la que los supremacistas comparten sus violentos discursos.
Por Daniel Seixo
El asalto al ayuntamiento de Lorca por personas muy cercanas a la extrema derecha española, las campañas de acoso en redes contra militantes feministas, LGTB o antirracistas, los discurso de odio contra los Menores extranjeros no acompañados o el claro intento de golpe de estado que tuvo lugar durante el asalto al capitolio de los Estados Unidos en abril de 2021. Todos estos acontecimientos cargados de violencia contra los mínimos consensos democráticos, tienen un mismo germen silencioso, un catalizador común que incesantemente ha logrado socavar la vida y la relativa calma de las democracias burguesas para instaurar en su tejido social una bomba de relojería capaz de enturbiar el discurso político y cimentar una creciente animadversión expresada de forma pública en los cada vez más habituales discursos de odio.
El título La cultura del odio: un periplo por la dark web supremacista (Capitan Swing, 2022) de la activista estadounidense Talia Lavin, penetra en las profundidades más desconocidas de los espacios de la extrema derecha de una forma particularmente cercana y devastadora, tras lograr infiltrarse en varios foros de la dark web en la que los supremacistas comparten sus violentos discursos, incluso ante audiencias de más de un millón de seguidores. Camuflada como una rubia nazi o íncel desamparado entre los supremacistas blancos, ínceles, nacionalsocialistas, extremistas cristianos o los Proud Boys, esta periodista Judía, nieta de supervivientes del Holocausto y bisexual, llega a participar en foros virtuales en los que puede observar como los supremaciastas estadounidenses planean la posibilidad de violarla, ajenos a que el objetivo real de su rabia y su odio los está leyendo bajo un pseudónimo.
Este ensayo supone una verdadera muestra del poder del periodismo infiltrado en los entornos de la extrema derecha, presentando sin lugar a dudas una oportunidad única para acercarnos a las más bajas pulsiones de los radicales de la extrema derecha cuando se reflejan ante la pantalla tal y como son, seguros ante la perspectiva de poder protegerse entre los suyos bajo el anonimato que les proporcionan las nuevas tecnologías. Alejados del miedo a la sanción social o la corrección política y aupados por la camarería de la violencia y el extremismo político, «La cultura del odio» nos muestra una amenaza muy real que puede llegar a convivir con nosotros en nuestros entornos más cercanos. Arroja ante nosotros la preocupante realidad de la chispa capaz de prender un incendio letal para cualquier estado democrático.
Amenazada de muerte, señalada ante los grupos de extrema derecha estadounidenses y víctima de numerosos ataques informáticos, Talia Lavin está pagando a día de hoy un alto precio por escribir una exhaustiva y rigurosa investigación que logra identificar las tácticas de reclutamiento y los medios de los que disponen estás subculturas del odio para conseguir infiltrarse en la opinión pública y convertir su propaganda y su ideología criminal en un discurso viral que llegue a todos los rincones de nuestra sociedad. Tal y como señala este libro, la amenaza es real, los síntomas de la misma están ahí, los hemos sufrido y están presentes desde hace demasiado tiempo en nuestros parlamentos, representando a un creciente números de personas dispuestas a justificar o participar de la violencia política contra diferentes minorías y colectivos progresistas. No podemos seguir cerrando los ojos ante la violencia de la ultraderecha. Debemos reaccionar y para ello conocer sus pulsiones, como piensan y que los lleva a actuar resulta vital. Por todo esto, nos encontramos ante un título indispensable para profundizar en la lucha antifascista. La información sobre nuestros enemigos, nos otorga ventaja sobre ellos.
«Me vi obligada a ocultar mi identidad para poder adentrarme en el entorno del nacionalismo blanco hasta donde me fuera posible. En la vida real soy una judía desgarbada y bisexual que vive en Brooklyn, […] la viva semblanza de las madres de las novelas de Philip Roth. También soy alguien con una postura política definida: no tengo pelos en la lengua y, sin creerme particularmente sectaria, sí me situaría considerablemente a la izquierda del “Medicare para Todos”»
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