Francia y Reino Unido son escenarios de masivas protestas ante las políticas de ajuste lanzadas por sus gobiernos y respaldadas por la Unión Europea.
Por Gonzalo Fiore Viani / La tinta
¿Qué está pasando en Europa? ¿Por qué casi tres millones de trabajadores y trabajadoras salieron a la calle en toda Francia? ¿Qué lleva a que los y las británicas protagonicen la huelga más grande de los últimos 11 años? Ambos países están atravesando, sin dudas, un segundo “invierno del descontento”, cuyas consecuencias de cara al futuro aún no están claras.
Mientras la guerra en Ucrania continúa y el gobierno de Kiev sigue solicitando ayuda a sus socios europeos, en la Unión Europea (UE), las preocupaciones son múltiples. Especialmente, en lo que respecta a lo económico y lo social, no está claro cómo las administraciones del bloque podrán encauzar las demandas cada vez mayores, en un clima de incertidumbre y crisis.
En Francia, la edad jubilatoria es de 62 años y el gobierno de Emmanuel Macron pretende llevarla a 64. Al mismo tiempo, quiere elevar de 42 a 43 la cantidad de años de aportes jubilatorios necesarios para el retiro. Cabe aclarar que, de acuerdo con datos oficiales, en Francia, las mujeres cobran, aproximadamente, un 40 por ciento menos que los varones por igual tarea una vez jubilados.
Mientras tanto, la administración central de la Unión Europea le pide a Macron que avance con las reformas, las cuales había intentado implementar, en un primer momento, en 2018. En ese entonces, decidió dar marcha atrás, justamente, por las protestas en su contra. Ahora, ya sin posibilidad de reelección, parece decidido a avanzar sin miramientos hasta concretarlas.
Si bien, desde el lunes, la iniciativa se debate en la Asamblea Nacional, el gobierno francés analiza alternativas para aprobarla por decreto, en caso de no contar con los votos suficientes en el Poder Legislativo. La Central General del Trabajo (CGT) se mantiene en pie de guerra y en férrea oposición a que esto suceda. A Bruselas, esta situación le interesa en particular, debido a que, si se logra su aprobación, luego seguirá algo similar en España y en otros países de la UE.
En un hecho casi inédito en la historia reciente, las ocho principales confederaciones obreras francesas -además de la CGT, la CFDT, FO, CFE-CGC, CFTC, Unas, Solidaires y FSU- se muestran unidas detrás de los mismos reclamos. Ya anunciaron movilizaciones para el 7 y el 11 de febrero próximos, que prometen ser aún más masivas que las anteriores.
Por su parte, los reclamos del Consejo General de Sindicatos Británicos son heterogéneos y complejos. Pero, principalmente, se basan en la oposición a los recortes fiscales de más de 30 mil millones de libras al presupuesto del país, que fueron anunciados hace más de una semana.
Los más variopintos sectores están llamando a tomar medidas de fuerza frente a esta situación. Por ejemplo, el Colegio de Enfermería, que no participaba de una huelga desde hace 106 años, votó a favor de la medida de fuerza. Otros sectores, como los y las trabajadoras del correo, los fronterizos, empleados estatales y, por supuesto, del transporte, convocaron a distintas medidas de fuerza para este mes.
Los sindicatos británicos se encuentran en su plan de lucha más grande y ambicioso desde, por lo menos, las crisis de 1984 y 1985, durante las multitudinarias protestas de los mineros contra el gobierno de Margaret Thatcher. Entre ferroviarios, docentes y funcionarios, son cerca de 500 mil personas las que decidieron parar en el Reino Unido el miércoles pasado. Miles de profesores marcharon rumbo al Parlamento y al número 10 de Downing Street para reclamarle al primer ministro, Rishi Sunak, con pancartas que expresaban “salven las escuelas”. Sunak está cerca de cumplir 100 días en su cargo, en un contexto donde el balance por el tercer aniversario del Brexit tampoco es positivo. De hecho, apenas 2 de cada 10 británicos cree que los resultados del proceso están siendo positivos. Si hoy fueran las elecciones, los conservadores serían derrotados frente a los laboristas por una cifra superior a los 20 puntos.
El principal asunto, tanto dentro del Reino Unido como en el resto de Europa, es que llegó la hora de administrar la escasez. Como ya afirmó Macron hace algunos meses, asistimos al fin de la era de la abundancia en ese continente. La crisis derivada, primero, del Brexit, profundizada por la pandemia y agravada por la guerra de Ucrania hace que sea prácticamente imposible para un gobierno mantenerse en el cargo con índices de popularidad altos durante un tiempo considerable.
Tanto el Reino Unido como Francia, pero también el resto de Europa Occidental, atraviesan una profunda crisis de representatividad política y de sus élites. El paradigma de trabajo cambió radicalmente respecto del que conocimos durante el siglo XX. Eso, sin dudas, obliga a innovar y crear nuevas soluciones. Sin embargo, las ideas que atisban a proponer los gobiernos no distan nada de las mismas de siempre: ajustar por el eslabón más fino. Eso es lo que sucede actualmente en la Francia de Macron y en el Reino Unido de Sinak. En la actualidad, ambos países son globos de ensayo para toda la Unión Europea y, quizás, también para América Latina y el resto del mundo.
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