Internacional |La nueva vieja homofobia

Obligar a salir del closet también es violencia

Por  Paula Albornoz

No se sabe con exactitud en qué momento de la historia ocurrió, o empezó a ocurrir, pero la realidad es que ya hace siglos las personas que escapan a la heteronorma sufren incontables momentos de discriminación y violencia a lo largo de sus vidas. Vidas que, además, muchas veces son demasiado cortas a causa de esa misma violencia.

Durante siglos, lesbianas, gays y bisexuales han sido vistxs y tratadxs como lo raro, lo enfermo, lo desviado, lo inmoral, lo repulsivo y el enemigo a eliminar. De hecho, ese enemigo que crearon en nosotrxs podía estar en cualquier lugar: podía ser una maestra, un oficinista, un chófer o tu propia hija o hijo. E incluso si el caso era el último, se era implacable: era – y para tantos, sigue siendo – una deshonra tener una persona «así» en la familia, en la casa, por lo que debía reprimir su ser o desaparecer.

Es historia conocida, aunque aún ignorada en muchísimos ámbitos de la sociedad, incluyendo el sistema educativo, la historia de terrores y sufrimientos vivida por años y años por las personas con una orientación sexual no hegemónica. Historias de amor interrumpidas, matrimonios forzados, violaciones «correctivas», encarcelación, carreras arruinadas, prostitución, golpes, exclusión, invisibilización, crímenes de odio. Sin embargo, uno de los grandes problemas de la comunidad es que todo eso sigue siendo ignorado por una gran parte de la sociedad, un poco para no afrontarlo, un poco por conveniencia. Seguro ya muchxs han oído o leído la frase «un pueblo sin memoria está condenado a repetir su historia». Y no es precisamente la población LGB la que ignora su historia, sino el resto del mundo, aquel que siempre nos ha relegado a ciudadanxs de segunda.

Es un pensamiento popular en estos días que corren aquel de que la lucha de lesbianas, gays y bisexuales ya no es necesaria, pues ya todos «nos aceptan» en la sociedad. Vaya que se equivocan. Definitivamente hay mayor visibilidad (aunque, ¿de quiénes? ¿Es casual que aquellos que casi siempre vemos representados en medios y marchas del orgullo sean varones, o personas con cuerpos hegemónicos?), y en algunos países, algunos derechos conquistados luego de mucha sangre y lucha, como el matrimonio igualitario. De todas maneras, es alarmante el número de países donde ser homosexual sigue siendo razón suficiente para condenar a pena de muerte. Donde el matrimonio igualitario es ilegal. Donde romper los roles y estereotipos de género puede causar muertes o violaciones, incluso causadas por las mismas familias de las víctimas.

En aquellos países donde tan orgullosxs nos sentimos de que la comunidad LGBT goce de un poco más de visibilidad y derechos (como España y Argentina), los crímenes de odio, las golpizas y torturas, siguen siendo moneda corriente, muchas veces de parte de la misma Policía, institución que ya sabemos hace todo menos cuidarnos. La invisibilización de las personas bisexuales es extrema, y en cuanto a las lesbianas, no es que sean más aceptadas sino que son sexualizadas para el consumo masculino heterosexual. Aún no contamos con leyes de cupo laboral trans ni de abolición de la prostitución, para salvar y reparar las vidas de tantas mujeres y mujeres trans que deben acudir a ello ante la falta de opciones para sobrevivir.

De todas formas, vale la pena aclarar que sí ha habido cierto avance. Claro que el apoyo hacia la comunidad LGBT es cada vez mayor, y al fin, después de tanto, las generaciones más jóvenes podemos disfrutar de un poco más de libertad, de menos represión y de niñeces y adolescencias sin miedo de decir quién nos gusta o qué nos gusta – y eso es muy importante. También es notable el apoyo que se brinda a las minorías por parte de aquellas personas con más visibilidad mediática, que, obviamente, siguen siendo en mayor parte heterosexuales. Y a este punto quería llegar. ¿Cómo pueden las personas heterosexuales apoyar nuestra lucha?

 

En Argentina, esta semana la periodista mediática Yanina Latorre ha sacado del closet sin su consentimiento a la modelo Karina Jelinek. Habló de su vida privada y se excusó diciendo que “el closet ya no debería existir”, cuando como persona heterosexual no tiene idea de lo violento que es no solo estar en el closet, sino que te fuercen a salir de él cuando no estás preparadx. A través de twitter, la modelo contó que su hermana le dejó de hablar y la sacaron del grupo de la familia. Entonces, aquí es donde Latorre debiese haber pedido disculpas, ¿no? Pues ya se imaginarán que sigue haciendo todo lo contrario. Y bisexuales, lesbianas y gays seguimos repitiendo, lo más fuerte que podemos, aunque sigan intentando silenciarnos: ¡sacar del closet a la fuerza también es violencia!

Imagen de @limonadark

Hace solo dos meses atrás, en el show televisivo “Podemos Hablar” (Argentina), la actriz Luisa Albinoni le hizo algo similar al actor Diego Ramos. “Me resulta difícil preguntarte esto porque te quiero muchísimo y no quiero ponerte en una situación incómoda. Pero vos antes hablaste del amor, del amor que seguis teniendo en tu corazón, de la relación linda que estás viviendo en este momento y yo creo que a la gente le encantaría saber con quién estás. Yo sé que sos muy reservado… ¿por qué no lo decís si estás feliz? ¿Por qué no lo das a conocer o lo contás?”, instó ella. Casi sin salida más que responder, Ramos acabó hablando de su pareja, Mauro, y de su orientación sexual, tema que jamás sintió que tuviera que aclarar; pero claro, a nosotrxs siempre nos piden explicaciones, declaraciones, confesiones.

En España durante junio todas y todos tuvieron el nombre de Pablo Alborán en boca, y no justamente por sus melodías o cualquiera de sus logros. “Estoy aquí para contaros que soy homosexual, que no pasa nada, que la vida sigue igual. Yo necesito ser un poco más feliz de lo que ya era. Mucha gente lo sabe, lo supone o simplemente le da igual”. Nunca en la historia alguna celebridad ha tenido que hacer un video o entrevista contando que es heterosexual, o aclarando que, a pesar de serlo, ni tiene que significar nada, que sigue siendo la misma persona. Mucho menos una persona heterosexual ha necesitado contar que lo es para sentirse más libre y plena.

En nuestro caso, parece que aún tenemos que contarlo. Sea por decisión propia o por presión externa, nuestra orientación sexual se sigue viviendo como una carga, como un secreto o problema que debe ocultarse o finalmente, confesar, confesar como un pecado. Afortunadamente, en la cara amable de todo, soy testigo de que las nuevas generaciones cada vez sienten menos este peso. Quizá, al fin y al cabo, tener figuras famosas que se reconocen fuera de la norma también ayuda a que se de este cambio.

 

La heteronorma y el patriarcado se adaptan y toman nuevas formas. Encuentran novedosas maneras de acallarnos, de humillarnos y maltratarnos. Una de ellas, es sacar del closet a la fuerza. Sí, hablamos de ese mismo clóset mental al que nos metieron, que podría describirse mejor quizá como cadenas, ese lugar oscuro, solitario y triste adónde nos condenaron a existir y resistir durante décadas y décadas. Salir del closet sigue siendo difícil, no importa el lugar del mundo donde estés, y por eso es fundamental entender que cada persona lo hace a su tiempo: puede ser a muy corta edad, puede ser en la adolescencia, puede ser en la adultez o la vejez, puede ser nunca: porque no sientan la necesidad, o porque jamás se animaron.

El clóset es violento en sí. Pero también es violento que nos obliguen a salir de él. También es violento señalar y exponer a personas que no lo deseaban. También es violento exigir hablar sobre su sexualidad a una persona que no desea hacerlo. También es violento obligar a alguien a acostarse con otra si no lo desea debido a su orientación sexual. Es violento que, una vez más, otrxs sientan y tengan el poder de decidir por nosotrxs.

Ese jamás ha sido el camino para demostrarnos su apoyo. De hecho, el camino es mucho más sencillo: escuchar, y dejar ser. Cuando se escucha, se aprende, y cuando se aprende, la intolerancia desaparece. Porque de eso siempre se trató la discriminación; es una de las más grandes manifestaciones de la ignorancia.

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