Garzón gana, pierde la verdad

Garzón es un político que dice y defiende lo que piensa y cree independientemente de las consecuencias que pueda contrarrestar lo que dice y defiende.

Por Puño en Alto

Más pronto que tarde, veremos qué rendimiento electoral tendrá ese filón que cree haber encontrado el PP con la polémica suscitada a raíz de las declaraciones del Ministro de Consumo, Alberto Garzón, sobre la calidad de la carne en las macrogranjas ganaderas. Veremos, igualmente, qué efecto tendrá para el PSOE haber marcado inicialmente distancia con el Ministro para poco después prácticamente hacer suyas las palabras de Garzón. Y también veremos cuánto le beneficia o perjudica a Unidas Podemos la polémica.

Más allá de que unos y otros hayan pretendido y aún pretenden caricaturizar al Ministro (los supuestos socialistas Lamban, Gracia Page, Fernández Vara, entre otros), lo cierto es que no esperaban que, no solo el ministro de Consumo aguantara con tanta entereza, serenidad y dignidad política el chaparrón, sino que se reafirmara con contundencia en lo que dijo y manifestó que no es otra cosa manifiestamente comprobable de que la carne producida en macrogranjas es de peor calidad y que, además, se sacarán a relucir las contradicciones, incoherencias e hipocresía política al respecto de las macrogranjas ganaderas de producción de carne de forma intensiva tanto del PSOE como del PP.

Como en tantas ocasiones, la verdad fue la primera víctima de la polémica, ya que todo surgió de un bulo proveniente de parte de la patronal ganadera al manipular torticeramente las declaraciones del ministro Garzón a un periódico británico. Ya a pocos, ni siquiera al PP, le interesa el debate sobre la macrogranjas y las consecuencias medioambientales y de salud pública de las mismas, ya que ahora pretenden que se derive en el socorrido dilema: Ganadería o Comunismo, al mejor estilo Ayusista o Trumpista.

Lo cierto es que en las elecciones de CyL solo se va a pretender, por parte de las derechas, hablar de la ganadería en términos absolutos y nada en lo relativo a las macrogranjas ganaderas y sus consecuencias medioambientales, de salud pública y sociales. En el debate no se hablará de los casos de presunta corrupción que rodea al candidato del PP, Fernández Mañueco, tampoco de la situación calamitosa de la sanidad y educación pública en dicha comunidad autónoma, ni del abandono social y económico de lo que se ha denominado la España Vaciada, del desempleo y la falta de oportunidades para la juventud, etc. Todo ello, lo pretenderán reducir al simplismo de que el Ministro de Consumo debe dimitir o debe ser cesado y o de la pretendida dicotomía populista: ganadería o comunismo.

Mientras los políticos al uso acostumbran a decir, no lo que piensan o creen, llevados por aquello de lo políticamente correcto, Garzón es un político que dice y defiende lo que piensa y cree independientemente de las consecuencias que pueda contrarrestar lo que dice y defiende. Lo demostró cuando dijo que el turismo es una industria de bajo nivel añadido donde prolifera la precariedad laboral, algo que ya nadie discute. Del mismo, haciendo suyo las recomendaciones de la OMS, manifestó que para una dieta más saludable se debería consumir menos carne roja. Igualmente cuando dijo que los juguetes sin estereotipos de género hacen más libres a los niños y a las niñas, algo ya recomendado por pedagogos y psicólogos.

Si algo hay que criticarle al ministro Garzón, es que más allá de las obviedades que manifiesta de vez en cuando y que se convierten en polémicas interesadas por la derecha y las patronales circunstanciales, las debe poner de manifiesto en iniciativas normativas o legislativas en la medida de su competencia ministerial. Algo que resulta muy necesario, para que además de que gane en lo político, los ciudadanos también ganemos y, por añadidura, nos ahorremos este carnaval de impresentables que salen cada vez que habla.

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