Feminismo y socialismo: la mujer después de las elecciones del 36

El lema de las mujeres proletarias debía ser el de colaboración y responsabilidad, como había defendido ella misma en la campaña electoral. La mujer era necesaria en la vida nacional.

Por Eduardo Montagut

Matilde Huici realizó en las páginas de El Socialista, después de las elecciones de febrero de 1936 una reflexión sobre la mujer en ese momento histórico, que pretendemos comentar en el presente artículo, porque aporta ideas importantes sobre los derechos de la misma.

 El artículo llevaba por título, “Rehabilitación de la mujer” porque Huici consideraba que la mujer se había rehabilitado en España el 16 de febrero, se había ganado por sí los derechos ciudadanos.

Hasta ese día la mujer española había tenido que mostrarse agradecida a la República por haber conseguido el derecho al sufragio no favoreciendo con su voto a la reacción. Muchos republicanos opinaban así, dando a entender que del modo como se comportarse la mujer en las recientes elecciones dependía o no la revocación del sufragio femenino. Huici, por lo que comprobamos, exponía el sentir de una parte de la izquierda que siempre había considerado peligroso el reconocimiento del derecho del sufragio femenino porque la mujer, supuestamente, era más conservadora por influencia eclesiástica. En esa línea, por lo tanto, había que afirmar que el 19 de noviembre de 1933 había sido responsable del triunfo de la derecha, y el 16 de febrero de 1936 de la izquierda, pero Huici consideraba que ambas afirmaciones eran una exageración. Los dos resultados tendrían que ver más con la divergencia o unión de los partidos de izquierda.

Dentro de cada partido las mujeres habían luchado, lógicamente, por sus ideas, desmontando, además la vieja idea de que no estaban preparadas para el ejercicio de los derechos políticos. La lucha de las mujeres de derechas y de izquierdas era un ejemplo, por lo tanto, de la democracia, para Huici.

Después de estas afirmaciones en defensa de la mujer, nuestra autora hacía otra interpretación y en clave de izquierdas. Así, consideraba que los partidos de la derecha no querían de la mujer más que su voto, y un voto que calificaba de sumiso, para volver a colocarla en el encierro, en sus casas hasta la próxima consulta electoral. Aún suponiendo esa pasividad femenina los partidos de izquierda, y mucho menos los marxistas, podían aceptar ese plan.

El lema de las mujeres proletarias debía ser el de colaboración y responsabilidad, como había defendido ella misma en la campaña electoral. La mujer era necesaria en la vida nacional. Los partidos obreros debían organizar con rapidez la preparación técnica de las mujeres con el fin de ayudar a sus compañeros en la rápida resolución de los problemas que se vivían. No se debía temer que se descuidasen los hogares si la mujer entraba de lleno en la vida civil; ese era un argumento reaccionario para evitar que se afirmase y fuera en vanguardia. Además, muchas mujeres no tenían hogar y muchas otras no podían cuidarlo, aunque quisieran. Había que resucitar la legislación en relación con la capacidad jurídica de la mujer que había quedado en proyecto en las Cortes Constituyentes. Había que legislar sobre la vida de la mujer trabajadora con limitación de la jornada hogareña, que era más larga y penosa que la industria y campesina, un aspecto que no podemos negar de una intensa modernidad por parte de nuestra protagonista. La mujer tenía derecho a dedicar horas a su formación, a sus relaciones sociales y/o políticas. El estado tenía una clara responsabilidad en este sentido, preocupándose un poco de los hijos menores. Hemos trabajado con el número 8073 de El Socialista del 1 de marzo de 1936.

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