Por Víctor Chamizo
Hacía tiempo que no volvía a tomar la pluma. No sólo el período estival y algunos asuntos personales que han acaparado mi atención últimamente han sido los culpables. También el desencanto.
El desencanto de ser testigo de cómo el PSOE hacía todo tipo de malabarismos, con la única intención de tener un argumento para afirmar que resultaba imposible gobernar con Unidas Podemos.
Defraudado por la falta de habilidad del grupo negociador de la formación morada para haber aceptado la propuesta del PSOE, que se vio inesperadamente descolocado cuando Iglesias se echó a un lado en el momento en que le vetaron.
Sobradamente conocía el PSOE que su propuesta no iba a ser bien recibida. Fue una jugada que Podemos no tuvo la inteligencia de aprovechar en su favor.
La prueba del nueve la desveló la Ministra Calvo al afirmar que “Iglesias está fulminado”. Si haces esas consideraciones de alguien con el que supuestamente has estado tratando de pactar, ¿realmente querías alcanzar un pacto? No es una pregunta sin respuesta, es una pregunta con una clarísima y contundente respuesta.
Sánchez se ha emborrachado de poder y de confianza con sus idas y venidas por todo el territorio del Estado para conseguir de nuevo la Secretaría General del Partido y derrotar a Susanita. Sánchez se está embriagando con los resultados de unas encuestas que no son sino fuegos de artificio, un instrumento del poder y de los medios para tratar de canalizar el voto. Esto sociológicamente está ya bastante estudiado. Pero ni las encuestas, ni la sociología están basadas en ciencias exactas, por una razón muy evidente: intervienen personas, y las personas no son robots, sino individuos con capacidad de mentir o de cambiar de opinión en cualquier instante.
Por si tuviéramos poco, ha aparecido un nuevo actor en todo este circo electoral que se nos viene encima: ahora Iñigo Errejón, “el despechado”, se ha echado al monte y ha creado un nuevo partido, del que no conocemos ni su programa, ni dónde se va a presentar, ni cómo se financia, un dato nada menor, por cierto.
Algunos dicen que dicha circunstancia puede que no sea tan perniciosa, ya que puede recoger buena parte del voto que iría al sumidero de la abstención. La pregunta es ¿y luego con esos votos que van a hacer? ¿Qué intenciones tienen? ¿Sabemos en qué parte del espectro político se ubican? ¿Son un PSOE “B”? Porque lo que no parece que vayan a ser es una IU “B” o un Podemos “B”.
Por tanto, a tenor de las cartas que hay sobre la mesa, la situación post electoral puede que se convierta en más compleja que la anterior.
Más le valdría a Sánchez no sacar tanto pecho, no ir tan de gallito por los rincones de España y contar su programa, qué quiere hacer, cómo lo va a hacer y con quién quiere llevarlo a cabo. Porque lo que no tiene sentido alguno es que volvamos al mismo juego que ya se ha jugado.
Estupideces las justas y necesarias.
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