La palabra se popularizó como parte de la campaña estajanovista, que impulsaba a los trabajadores de la Unión Soviética a ser más productivos, superar sus metas y contribuir al desarrollo económico del país.
Por Isabel Ginés | 30/09/2024
La palabra estajanovismo, explotación laboral, nos deshumaniza, y tiene su origen en la figura de Aleksei Stajánov, un minero soviético que en 1935 rompió récords de productividad al extraer una cantidad de carbón muy superior a la esperada durante su jornada laboral. El término «estajanovista» pasó a describir a los trabajadores que seguían su ejemplo, trabajando con una productividad sobresaliente y una ética de trabajo incansable.
La palabra se popularizó como parte de la campaña estajanovista, que impulsaba a los trabajadores de la Unión Soviética a ser más productivos, superar sus metas y contribuir al desarrollo económico del país. El estajanovismo se convirtió en un modelo a seguir, promovido oficialmente para incrementar la producción en fábricas, minas y otros sectores clave, en un contexto de industrialización rápida. La idea era que los trabajadores podían alcanzar niveles casi «sobrehumanos» de productividad a través de un mayor esfuerzo y dedicación.
No obstante, esta narrativa estaba acompañada de una fuerte presión social y política, lo que, en muchos casos, condujo a condiciones laborales poco sostenibles. Los trabajadores estajanovistas eran premiados y aclamados públicamente, lo que reforzaba la idea de que trabajar más y rendir por encima de lo esperado era lo deseable. Sin embargo, detrás de este impulso por aumentar la productividad, los derechos laborales y el bienestar de los trabajadores eran frecuentemente sacrificados.
Hoy en día, el término estajanovista ha trascendido su origen histórico y se usa en otros contextos, tanto para describir a personas que trabajan de manera muy intensa y productiva, como para criticar aquellas situaciones en las que se espera que los empleados rindan por encima de sus capacidades de forma constante. En la actualidad, este término puede tener una connotación negativa, ya que muchas veces se asocia con el agotamiento laboral, la falta de equilibrio entre la vida personal y profesional, y el sacrificio de la salud y bienestar en favor de la productividad.
Este concepto encaja muy bien en el contexto moderno de debates sobre el agotamiento laboral y las largas horas de trabajo sin una adecuada compensación o equilibrio. Con la llegada de la cultura del “hustle” (o cultura del esfuerzo continuo), donde el éxito a menudo se mide por el número de horas que alguien dedica a su trabajo, el término estajanovismo resuena como una advertencia sobre los peligros de la productividad extrema.
Por ejemplo en tuiter el otro día: “El comunista este flipará cuando mire datos de horas trabajadas y vea lo que curran los empresarios. Yo aun no he terminado mi jornada laboral, y aquí estamos, a la 1.30 grabando videos” El tuit refleja una visión común que glorifica el exceso de trabajo, sugiriendo que trabajar largas horas, como lo hace el autor, es sinónimo de esfuerzo y éxito. Sin embargo, desde la perspectiva crítica del estajanovismo, esta mentalidad es problemática por varias razones.
Primero, se asume que trabajar muchas horas es automáticamente productivo o beneficioso. Esta lógica estajanovista, que celebra el sacrificio personal en favor del trabajo, ignora los efectos negativos de una jornada laboral extendida sobre el bienestar físico y mental. La teoría que subyace al estajanovismo moderno sugiere que un trabajador agotado no es necesariamente más eficiente, y que priorizar la cantidad de horas por encima de la calidad del trabajo puede ser contraproducente. La productividad no siempre aumenta con más horas; de hecho, puede disminuir debido a la fatiga.
Segundo, el tuit parece utilizar la jornada laboral interminable como una insignia de honor, algo común en la cultura del “hustle” o esfuerzo sin límites. Sin embargo, esto reproduce una dinámica tóxica que normaliza la explotación del propio tiempo, como si sacrificar el descanso y el tiempo libre fuera el único camino hacia el éxito. Según la crítica estajanovista, este tipo de actitudes puede llevar al burnout y la precariedad emocional, ya que trabajar sin parar, como el autor sugiere, no es sostenible a largo plazo.
Finalmente, el tuit enfrenta la idea del «comunista» contra la realidad de los empresarios que, según el autor, trabajan mucho más. Pero el verdadero problema no es quién trabaja más, sino la idea de que trabajar en exceso debería ser la norma. El equilibrio entre vida personal y profesional es fundamental para el bienestar de cualquier trabajador, ya sea empresario o empleado, y la narrativa que promueve una jornada laboral que no tiene fin es justo lo que el estajanovismo moderno critica.
Trabajar en exceso, según la crítica implícita en el concepto de estajanovismo, es peligroso porque convierte el trabajo en el centro absoluto de nuestras vidas, sacrificando el bienestar físico y mental. Cuando trabajamos sin descanso, el cuerpo y la mente se desgastan, lo que puede derivar en problemas de salud graves, como el burnout, ansiedad, insomnio y otros trastornos relacionados con el estrés. El tiempo libre es fundamental no solo para descansar, sino para desarrollarnos como seres humanos: es el momento en el que hacemos y promovemos nuestras relaciones, hobbies, y creatividad, todas esenciales para una vida que tenga tiempo de auto cuidado y de calidad.
Sacrificar el tiempo libre en nombre de la productividad nos deshumaniza. Nos reduce a herramientas de trabajo, ignorando el hecho de que somos personas que necesitamos momentos de desconexión para recargar energías y vivir una vida plena. Este enfoque a largo plazo no solo afecta la salud, sino también la calidad del trabajo. Un trabajador exhausto es menos eficiente y comete más errores. El equilibrio entre trabajo y descanso es clave para mantener la motivación, la creatividad y la productividad sostenibles.
En cuanto a la precariedad laboral, existe la tentación de pensar que hacer más horas es la solución. Sin embargo, esto es parte de la trampa del capitalismo moderno: trabajar más no necesariamente nos saca de la precariedad. En muchos casos, esas horas extras no son compensadas justamente, y solo sirven para mantener un sistema que se beneficia de la explotación. Al trabajar más, sin un beneficio real, nos «vendemos» al capital sin cuestionar la estructura que perpetúa esa precariedad. En lugar de buscar hacer más horas, debemos luchar por condiciones laborales dignas, salarios justos y tiempo libre, porque solo así podremos vivir una vida equilibrada y verdaderamente plena.
En conclusión, la glorificación del exceso de trabajo, como la que se refleja en el estajanovismo moderno y en la cultura del «hustle», nos empuja a un ritmo de vida insostenible. Aunque la productividad es esencial en cualquier sociedad, trabajar más horas no siempre se traduce en mejores resultados, sino en agotamiento físico y mental. Sacrificar nuestro tiempo libre en favor de una supuesta eficiencia solo perpetúa la explotación laboral y nos deshumaniza, reduciéndonos a simples engranajes en una máquina económica que no valora nuestro bienestar.
En lugar de caer en la trampa de trabajar sin descanso, especialmente en contextos de precariedad, deberíamos centrarnos en exigir condiciones laborales justas que nos permitan disfrutar de un equilibrio saludable entre el trabajo y la vida personal. El verdadero progreso no está en trabajar más, sino en trabajar mejor, respetando nuestros límites y valorando la importancia del descanso. Solo así podemos ser productivos sin perder nuestra esencia como seres humanos.
Vale, pero a ver quién nos quita a la gente mayor la «programación» de trabajar sin pausa…