Ana Gaitero: “Todavía no estamos en condiciones de compararnos con otras democracias europeas e incluso de América del Sur cuando se habla de memoria histórica”

Son muchas las ocasiones en las que profesionalmente te ves en la tesitura de solo tomar nota o sacar fotos o extender la mano cuando ves que alguien necesita ayuda. A veces hay que cruzar esa línea.

Por Sol Gómez Arteaga

Ana Gaitero Alonso nació en la localidad de Villaornate, León, en 1965. Es Licenciada en Ciencias de la Información (Periodismo) por la Universidad Complutense de Madrid (1988). Experta en Género y Comunicación por la Universidad Pontificia de Salamanca (2006). Ha participado en seminarios sobre género, género y discapacidad y género y salud. Redactora en Diario de León (1988). Reportera y actualmente redactora en Sociedad. Suplemento de Salud y artículo de opinión Canto Rodado en la Revista del Diario de León. Tertuliana en Radio León SER. Ha recibido diversos premios periodísticos entre los que están Francisco de Cossio de Castilla y León en los años 2002, 2005, 2016 o Fabián Estapé de Periodismo socio-económico, años 2009 y 2012. Entre los premios de reconocimiento social están Pastora Mayor de los Montes de Luna (2019), V Premio León Ciudad por el Comercio Justo (2019), II Premio Concordia IES García Bellido (2020). Presidenta de la Asociación de Periodistas Feministas de Castilla y León. Pertenece a la Red Europea de Mujeres Periodistas. Red Internacional de Periodistas con Visión de Género. Asociación de Periodistas de León y del Círculo de Mujeres Periodistas ‘Pilar Casado’ de León. Integrante del equipo de coordinación de la Global Alliance Media and Gender (GAMAG) en Europa.

La cita de María Zambrano “Una actitud cambia el mundo” define su forma de ser y de estar en el mundo.

¿Recuerda cómo y cuándo surge su primer trabajo periodístico relacionado con la Memoria Histórica? ¿Es fácil desde el periodismo y los medios de comunicación abordar este tema?

El primer trabajo periodístico significativo sobre memoria histórica surge en torno a 1996, en el año del 60 aniversario del golpe de estado y el comienzo de la Guerra Civil. Recuerdo que el profesor Joaquín González Vecín, que entonces también era concejal de Izquierda Unida en el Ayuntamiento de León, me comentó que el padre de un compañero de facultad contaba que de niño oía al amanecer los tiros de los fusilamientos en Puente Castro, donde vivía, y que por la mañana los críos ‘jugaban’ recogiendo los casquillos. Aquello me impresionó mucho. En la memoria de un niño había quedado grabada una tragedia olvidada por la sociedad. El campo de tiro de Puente Castro donde se ajusticiaba a los condenados y condenadas en consejos de guerra sumarísimos -hay más de 1.400 personas en la fosa común del cementerio, a donde iban a parar aquellos cuerpos- cobró un significado que hasta entonces no tenía. Un lugar de memoria que había que señalar. Hice un reportaje para el aniversario del golpe en el que recogí el testimonio del señor Reguera, y otras cuatro personas que vivieron la guerra en la infancia y adolescencia. Aurora Álvarez, una niña de la escuela de Sierra Pambley en Villablino a la que raparon el pelo y estuvo un mes presa en las escuelas; Benjamín Rubio, que fue enlace de los maquis también en Laciana; Corsino Álvarez que recordaba los tiros de los dos bandos al subir la comida a unos soldados y H. Martínez, que sufrió el exilio en los campos de concentración franceses, en Argelés-Sur-Mer. Hasta poco antes no había oído hablar de este episodio infame.

El Diario de León me había encomendado hacer reportajes de investigación para el fin de semana. Tenía tiempo y bastante flexibilidad para elegir temas. Creo que los medios de comunicación, en particular los locales, hemos tenido un papel relevante en la creación de esta conciencia, a través de la recuperación de testimonios en primera persona antes incluso de que empezaran las exhumaciones científicas y hemos seguido después de la mano de la actualidad, con las actividades de asociaciones, la ley de memoria histórica, la apertura de archivos y las investigaciones en el ámbito académico. De ser una rareza, se ha convertido en un ítem de la agenda periodística.

Por poner un ejemplo, Diario de León fue pionero con una publicación científica, pero con carácter eminentemente divulgador, sobre la Guerra Civil en León con unos fascículos que publicó ya en 1986 con gran éxito. Gota a gota se ha ido abriendo el agujero de la memoria histórica.

Sobre la segunda pregunta, la dificultad depende de los temas concretos Algunos requieren más investigación, en otros el reto es encontrar testimonios o un enfoque que aporte algo novedoso. Y en la mayoría, el componente humano es delicado. Trabajar con el dolor, las pérdidas, el agujero que dejan los desaparecidos en las familias te lleva más tiempo, dedicación e implicación emocional.

Su trayectoria profesional en materia de Memoria Histórica está llena de testimonios de familiares de víctimas del franquismo (fosa de mineros del valle de Sabero paseados en Joarilla de las Matas; Valderas con más de ochenta personas represaliadas; la maestra de Cirujales, Genara Fernandez, fusilada el 4 de abril de 1941 en San Marcos que ayudó a localizar; caso de los paseados en Villadangos, entre otros). ¿Qué sentimientos ha observado en general en las personas a las que ha entrevistado? ¿Hay alguna persona o acontecimiento investigado que a lo largo de su trayectoria le haya conmovido de una forma especial?

Las personas que buscan a sus seres desaparecidos quieren saber y acoger a los suyos no sólo físicamente en un tumba familiar, sino también en la genealogía familiar. Quieren darles el espacio amoroso y la identidad que arrebataron a las víctimas al ser despojadas de la vida, la dignidad y la memoria en una cuneta, un monte o la pared de un cementerio. Las familias quieren saber y cuando ven la materialidad de los recuerdos, las historias contadas u ocultadas en casa, incrustados con los huesos en la tierra se sienten aliviados y en paz. Agradecimiento por ver aflorar la verdad, solidaridad con otras víctimas y comprensión son otros de los sentimientos. No recuerdo haberme encontrado con personas que expresaran rencor o deseos de venganza por encima de todos esos otros sentimientos. Además, quienes asisten a una exhumación, sean familiares o no, aprenden lo laboriosa que es la tarea, valoran el trabajo de arqueología, antropología e historia y aprenden que los derechos humanos se defienden de forma rigurosa y científica.

Al margen de lo laboral son frecuentes sus participaciones en actos, publicaciones, debates, foros, reivindicaciones sobre Memoria Histórica. ¿Qué le mueve a ello?

Ser periodista te da el privilegio de vivir en primera línea muchos acontecimientos. Y cuando alguien te pide que seas portavoz de una causa para presentar un acto o bien para aportar tu experiencia, considero un deber cívico y me siento honrada por ello. Son muchas las ocasiones en las que profesionalmente te ves en la tesitura de solo tomar nota o sacar fotos o extender la mano cuando ves que alguien necesita ayuda. A veces hay que cruzar esa línea. A pesar de las apariencias, a mí me cuesta mucha energía cualquier acto público. Pero también es halagador el reconocimiento y respeto al trabajo que hago que lleva implícito. Así que también es un honor saber que puedo ser útil para tirar de la memoria histórica.

El acto de reconocimiento como campo de concentración que se celebró el 8 de junio de 2021 en el Parador Nacional de Turismo de León, ¿cree que resarce a las víctimas y familiares de los miles de personas retenidas en sus muros? (se cifra en 1007 las personas asesinadas y entre 40.000 a 100.000 las que pasaron por sus muros en terribles condiciones de hacinamiento).

Paradores se vio obligado a hacer un acto de reconocimiento a las víctimas debido a la movilización social y popular que se produjo con motivo de la inauguración de la reforma del hostal. Por iniciativa de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) se recogieron cientos de firmas para que se abriera una puerta a la memoria en el nuevo parador. Un memorial que recordara a las víctimas de la barbarie. Que no se ciñe solo a sus muros, puesto que en León hubo otros campos subsidiarios o dependientes de San Marcos como fueron el campo de concentración de Santa Ana e incluso una parte del colegio Ponce de León que fue ocupado con este mismo macabro fin. Medio año después, Paradores realizó el homenaje y mostró una ruta turística por el edificio que, en la sala capitular, menciona la historia de San Marcos como campo de concentración. Un homenaje en el que el último superviviente conocido del campo, Josep Sala, fue la cara visible de todos los prisioneros. Fue un acto importante pero insuficiente. Como insuficiente es la ruta turística con mención al campo de concentración. Falta una memoria pública que, de verdad, y no de tapadillo, recuerde a las víctimas. Debe ser en el exterior, como pide la ARMH. Claro que ahí también tiene que implicarse el Ayuntamiento de León. Es curioso que cuando una viaja a países como Francia encuentra placas de recuerdo a los republicanos españoles en los sitios más insospechados. Una placa en los muros del Sena recuerda a La Nueve, el batallón que liberó París de los nazis integrado en su mayoría por soldados españoles. En Inglaterra, se recuerda a los niños vascos evacuados durante la contienda en Southampton, a donde llegaron, y en casi todas las colonias, que fueron más de medio centenar, donde fueron alojados… Y en España, los ‘perdedores’ siguen siendo anónimos mientras perviven monumentos a los caídos del bando sublevado en pueblos como Castrocontrigo, Prioro y otros.

Si lo ponemos en relación con otros países democráticos que también sufrieron dictaduras -caso de Alemania y el nazismo-, ¿cree que España aprobaría la asignatura de la Memoria Histórica? ¿Cómo valora la nueva ley de Memoria Democrática que se acaba de aprobar el 14 de julio de 2022?

Todavía no estamos en condiciones de compararnos con otras democracias europeas e incluso de América del Sur cuando se habla de memoria histórica. Es cierto que se han dado pasos en estas primeras décadas del siglo XX, pero es una parte de la sociedad civil la que empuja a una clase política que ha sido cicatera y cobarde con las víctimas del franquismo desde el momento en que pacta la Transición. Eso hay que superarlo. Las exhumaciones siguen a expensas de que las familias reclamen y las asociaciones dispongan de fondos para llevarlas a cabo, aunque ahora hay subvenciones que algunas, como la ARMH, prefieren no usar y siguen nutriéndose de la solidaridad internacional. La ley de memoria democrática aún puede mejorarse en aspectos clave (la ARMH ha presentado un decálogo que incluye algo tan sencillo como que se cree un día nacional conmemorativo y algo tan complejo como que se devuelvan los bienes incautados a las víctimas represaliadas también económicamente, como se hizo con sindicatos en su día) pero no hay que ser muy optimistas en un país donde un partido que aspira a gobernar aún justifica el franquismo y otro que intenta quitarle votos juega con mentiras para sembrar odio. Y, donde, por cierto, la iglesia no ha pedido perdón por su colaboración interesada con el régimen.

Parece imprescindible la transmisión de los hechos del pasado a las generaciones más jóvenes para que no se pierda el testigo de la Memoria, esto es, “saber de dónde venimos y lo que ha costado llegar hasta aquí”. En este sentido ¿qué les diría a la juventud en materia de Memoria Histórica?

Que hablen con las personas más mayores, aunque ya cada vez están más lejos, que lean y que conozcan la historia de sus pueblos. Y, sobre todo, que, como he leído estos días que han hecho algunos jóvenes en Asturias, que asistan a una exhumación para comprender el verdadero significado y alcance de lo que arrastramos. Hace unos años, un joven estadounidense llegó a España en busca de respuestas a una pregunta que nos debemos hacer todos: ¿Cómo es posible que en una democracia haya más de 100.000 personas desaparecidas en fosas y cunetas? Creo que es importante entender también cómo el régimen usó a las víctimas del bando sublevado, me refiero a los soldados que lucharon con él porque procedían de zonas que quedaron en sus manos de inmediato, para mantener la confrontación y el odio hacia los otros. El monumento que hizo en Cuelgamuros, el traslado de ‘sus’ víctimas al Valle de los Caídos, es una trinchera cavada en la sociedad simbólicamente. Es una ofensa para muchas madres y para sus descendientes que todos esas víctimas estén allí para mayor gloria del dictador.

Como fundadora de la Asociación de Periodistas Feministas de Castilla y León y también Presidenta de dicha Asociación, ¿qué opinión le merece el papel al que quedó relegada la mujer tras la guerra civil, en especial, las madres, esposas, hijas de los vencidos? ¿Y qué papel cree que tiene la mujer en la sociedad actual con voces, a veces de las propias mujeres, que defienden la vuelta al oscurantismo?

La Asociación de Periodistas Feministas de Castilla y León (Apfcyl) la fundamos varias periodistas de la Comunidad a raíz de un congreso de columnismo que se celebraba en León en octubre de 2017 y cuyo primer cartel tenía una ausencia total de mujeres. Fue un paso importante que decidiéramos salirnos de la simple queja en redes sociales para empujar colectivamente la perspectiva de género en y a través de los medios de comunicación en nuestro territorio. La situación que alcanzaron las periodistas en la II República, como la mujer en general, se quebró con la dictadura. Y fueron los medios de entonces un arma poderosa para modelar a esa mujer sumisa, sin presencia pública y abnegada guardiana del hogar y la familia (o sea, transmisora ideal del patriarcado). Ese modelo, bien sustentado por la moral católica, apostólica y romana, se aplicó a todas las mujeres.

A las esposas, viudas, hijas, hermanas y madres de los vencidos les tocó sufrir todo tipo de represiones, desde la física, en todas sus modalidades y escalas de crueldad, hasta la económica. Las mujeres merecen un reconocimiento y una visibilidad que van adquiriendo en nuevas investigaciones y particularmente en la literatura y el periodismo. La voz dormida, de Dulce Chacón fue para mí un libro revelador sobre la situación que vivieron en las cárceles. Almudena Grandes se ha ocupado de hacer una visión ‘holística’ de la guerra interminable con las mujeres y sus papeles en la historia como eje central.

Actualmente, España es uno de los países más avanzados en leyes de igualdad. Y quizá por ello hay una reacción muy grande hacia todo el recorrido feminista de los últimos años, con una gran penetración entre las capas más jóvenes de la sociedad. En España se ha pasado de asimilar todo lo políticamente correcto de forma acrítica en ocasiones a convertir la boutade y el insulto a las feministas en un acto casi heroico en algunos sectores de la política. Los medios tampoco ayudan a la opinión pública a clarificar. Me llamó mucho la atención las críticas a Adriana Lastra por retirarse de la política por un embarazo de riesgo desde colegas de la derecha, como Cuca Gamarra o Macarena Olona. Y qué curioso que a las pocas semanas, Olona se retira por motivos de salud. Nadie abre la boca. Eso no quiere decir que los partidos y la política no sean estructuras patriarcales donde las mujeres tienen que asumir los códigos igual que los hombres y, si no, no salen en la foto. Y el patriarcado no es una cuestión de hombres ni de mujeres. De hecho, se emplea a fondo, como lo hizo el franquismo, en que las mujeres sean sus mejores transmisoras. Lo que no entienden algunas y algunos es que el feminismo es liberador para hombres y mujeres, para la humanidad. Como dice Amelia Valcárcel, “el feminismo es esencialmente civilizatorio”.

Entrevista publicada en NR el 23 de Agosto de 2022

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