El materialismo cotidiano

Por Carlos Martínez

Se suele asociar al marxismo a la macro-política, a la geopolítica y a aquellas realidades que, aunque afectan mucho a nuestras vidas, a la mayoría de personas les parecen cosas muy lejanas a ellas. Marx fue el padre del materialismo, que no es sino la mejor teoría hasta ahora inventada para entender el mundo en que vivimos, tanto en las grandes como en las pequeñas cuestiones. 

Karl Marx afirmó que las condiciones materiales son las que determinan nuestra vida, incluidas nuestras creencias, ideologías… Es evidente que nuestras necesidades vitales son las que predeterminan nuestras ideas y no al contrario, pero más de ciento cincuenta años después de la publicación del capital, el pensamiento dominante, la ideología capitalista, sigue empeñada en convencernos de lo contrario.

Nos bombardean con mentiras tales como “si quieres puedes”, “todos podemos ser emprendedores”, “sólo hay que proponérselo” en la vida hay “perdedores y ganadores”, se venden miles de ejemplares de libros de “auto-ayuda”…  Todas estas ideas y actitudes cumplen una doble función, por una parte nos engañan para hacernos creer que los ricos viven bien por que se lo han ganado y el resto o somos unos inútiles o unos vagos. Y por otra parte, fomentan el individualismo y nunca la solución colectiva de cuestiones comunes. 

La inmensa mayoría de las personas tienen una vida que hay ha sido delimitada desde su nacimiento  por la clase social de los padres, el lugar geográfico y época de nacimiento. Los hijos de ricos son ricos y los  hijos de los trabajadores son trabajadores en una inmensa mayoría, como ya desarrollé en otro artículo. 

Nosotros, los trabajadores, la mayoría social, solo podemos influir en la historia mediante la acción colectiva y concertada.

No somos dueños de nuestro destino, por mucho que cerremos los ojos y queramos volar, no lo podemos hacer, ni ser más altos, guapos, inteligentesNi siquiera tener mejor trabajo o más dinero.  El ámbito de las resoluciones que podemos adoptar libremente está más acotado de lo que nos quieren hacen creer.  La forma en que podemos conducir nuestras vidas se asemeja a las decisiones que puede tomar el palista que desciende un río en un kayak, podrás optar por esquivar la piedra por la izquierda o por la derecha pero nunca podrás ponerte a remar para remontar el cauce.

Esto no significa que debamos caer en el conformismo o desánimo. Precisamente, el primer paso para evitarlo es conocer los mecanismos que hacen funcionar  nuestro entorno vital para, seguidamente, ser conscientes de aquello en que podemos influir y de aquellas cosas que no podemos cambiar.  Y nosotros, los trabajadores, la mayoría social, solo podemos influir en la historia mediante la acción colectiva y concertada. La capacidad del sujeto colectivo amplía las capacidades para el cambio social de forma exponencial respecto al “activismo” individual. Es la única forma para acabar con el capitalismo, el mercado y el sistema de clases sociales, lo que nos hará personas más libres y felices. 

Mientras tanto, nos queda lidiar el día a día con la dictadura diaria en nuestros centros  de trabajo. Además tenemos que sufrir  las desigualdades económicas y sociales, no solo de clase  sino también de género o de procedencia. Para soportar la cotidianidad creo que nos ayudarán: entender el  mundo en términos materialistas, conservar la conciencia de clase, reconocer nuestro pasado, qué papel nos toca vivir en el presente y  hacia dónde queremos caminar.Y, sobre todo, ser solidarios con las personas que están en iguales o peores condiciones que nosotros. 

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