De nieve, cerdos y Big Data. Memorias del subdesarrollo en pleno colapso

Juan Mainer Baqué
Profesor de Historia jubilado

Una perspectiva histórica acerca de la instalación de Amazon Web Services en la comunidad de Aragón

Polvo, niebla, viento y sol. Razón tenía Labordeta al exhibir con melancólica altura moral los magros recursos de esta adusta tierra aragonesa. Cuando, en septiembre del año que viene, se cumplan diez años del fallecimiento del poeta zaragozano, Aragón seguirá avanzando en la senda de la despoblación, camino de nada… Eso sí, con miles de autóctonos y foranos automovilistas dispuestos a solazar su tiempo, de remonte en remonte, a lo largo de esa interminable pista de esquí en que pretenden convertir al Pirineo, tratando de abrirse paso, por las mismas carreteras y autovías, entre centenares de miles de puercos y gallináceas transportados cual soma errático en interminables camiones, camino de eficientes lager con denominación de origen italiana o catalana. Seguramente, cuando todos esos errantes seres vivos pasen cerca de las instalaciones de Amazon Web Services (AWS) en Huesca, Villanueva de Gállego o El Burgo de Ebro no repararán en el crecimiento de una densa e inaudita nube de datos e informaciones —tan opaca como la ominosa y pertinaz boira que cantaba nuestro bardo, aunque invisible a nuestros ojos—, que nos convertirá, así como quien no quiere la cosa y según afirman solemnes los cortesanos y repiten alborozados totólogos de toda laya…, en uno de los centros neurálgicos de la economía digital o del «conocimiento» —en realidad, la denominación exacta, mucho más prosaica, es «zona de disponibilidad»—, aunque yo prefiero decir en uno los nodos de la distópica trama del capitalismo global. Nieve, cerdos y big data en un territorio conveniente «vaciado», conviviendo y compitiendo por ingentes cantidades de energía eléctrica cuyo uso, además, ha quedado garantizado, es decir, absolutamente blindado, por decisión unilateral e inopinada del actual gobierno «cuatripartito»: un futuro-presente desasosegante, sin duda.

Me pregunto, y me contesto a continuación, qué suerte de nicho de negocio, qué supuestas ventanas de oportunidad, habrá visto Amazon en Aragón, más allá, por supuesto, de las consabidas y banales medias verdades de las que estos días se hacen eco los medios del establishment. Enumeraré algunas de las posibles razones tratando de ponerme en la piel de un experto analista DAFO:

*Un magnífico desierto poblacional con energía —Amazon Web Services consumirá más electricidad que toda la población de la ciudad de Huesca: ojo al dato porque aquí está el nudo gordiano de todo—, fiscalidad y suelo muy baratos —por cierto, ¿alguien está en condiciones de informar sobre la tributación fiscal real de las actividades económicas de Amazon en España? ¿y en Aragón? En suma, un nicho extraordinario de negocio por encontrarse, además, en uno de los corredores, el del Ebro, más promisorios del sur de Europa.

*Una población altamente envejecida y no problemática, con un escasísimo nivel de conflictividad laboral y de actividad sindical, en el contexto de una región «segura» y altamente militarizada. En un futuro próximo, cuando se complete el asentamiento del Cuartel General de la Brigada Aragón en Huesca, Aragón se convertirá, según nos han dicho, en un auténtico bastión de la defensa nacional.

Nieve, cerdos y big data en un territorio conveniente «vaciado», conviviendo y compitiendo por ingentes cantidades de energía eléctrica

*Una clase empresarial y financiera y una elite política a la «altura» de las necesidades y exigencias del capitalismo global y sus corporaciones, como lo han venido demostrando ampliamente a lo largo de los últimos cuarenta años. Una elite dirigente (PSOE-PP-PAR) que, con el indispensable concurso de los medios de comunicación,  ha contribuido de manera muy sobresaliente a alimentar y reproducir el pensamiento único neoliberal desde todas las instituciones que ha controlado y gestionado con indudable eficacia (desde la educación a la sanidad, pasando por la cultura y la justicia).

*Unos medios de comunicación suficientemente oligopolizados como para asegurar que no se produzca ningún tipo de sorpresiva campaña en contra y, en caso, de que ocurriera, perfectamente dotados para neutralizarla. En términos generales, además, una gran mayoría de las fuerzas sociales «vivas» de la región, así como de la intelligentsia aragonesa, beben los vientos del (y en el) entramado-bucle que conforman Ibercaja-Universidad de Zaragoza-Banco de Santander (Universia)-Universidad San Jorge.

*Y, sobre todo, un modelo de crecimiento y subdesarrollo social y económico (construido entre todos y consentido por grandes mayorías sociales, por acción u omisión) perfectamente compatible, diría incluso proclive, a los intereses del popular gigante estadounidense.

En el colapso por venir, cuando los esquiadores ya no tengan nieve, los cerdos sean incomestibles y las nubes digitales se hayan disipado, quizá quede algo de borraja

Quizá en este último considerando, convenga un poco de historia del presente para refrescar la memoria. En verdad, hace mucho tiempo ya que el dios Moncayo dejó de amparar esta tierra; sobre todo desde que los nuevos vellocinos de oro —llámense General Motors, Endesa, Nozaleda, Aramón, Inditex, Decatlhon, Henneo, Pini, Guissona y ahora…, Amazon—, ocuparon sus dominios como nuevos señores feudales en el territorio —acaso esta consentida y bendecida refeudalización de la economía, me malicio, no sea ajena a ese casi patológico celo exhibido por el gobierno aragonés, en inusitada connivencia con algún sector de la academia, por preservar la «verdad histórica» de nuestro glorioso, por supuesto coronado, pasado medieval. Volviendo a nuestro tema, desde los años sesenta del pasado siglo pero sobre todo durante los últimos cuarenta años de capitalismo desembridado y democracia (o si lo prefieren de «democracia de mercado»), la historia de Aragón conforma una paradigmática memoria del subdesarrollo. La de un territorio sumido en un modelo de crecimiento cortoplacista, oligopólico y extractivista, devorador de recursos y desorganizador en grado sumo de poblaciones, espacios y relaciones humanas. Un modelo que tiene, ha tenido y tuvo en el triunfal desembarco de la General Motors, en una esquilmadora política hidráulica y energética, en una suicida y contumaz apuesta  por la construcción de infraestructuras a mayor gloria del negocio del esquí y de la macrocefalia zaragozana y, más recientemente, en la invasiva presencia de un agresivo y altamente oligopolizado sector agropecuario, sus envites más genuinos… Ello sin perder de vista la periódica y con frecuencia esperpéntica aparición de operaciones económicas altamente especulativas y sospechosas (vulgo «pelotazos») que como la Expo zaragozana, Plaza, Walka, Plhus, Motorland…, por no hablar de Gran Scala o de las decenas de urbanizaciones y resort que han arruinado nuestras montañas (Panticosa, Las Margas…), lejos de ser «efectos colaterales» más o menos indeseables del modus operandi del totalcapitalismo en que vivimos, constituyen el nudo gordiano de la «nueva» economía del siglo XXI.

Termino. José Antonio Labordeta también aludía en su poema Aragón (1971) a la feracidad de la huerta aragonesa, presente allá donde la voracidad de los de siempre hubiera dejado algo de agua para remojar la tierra… Me apoyaré en ello para aventurar que, en el colapso por venir, cuando los esquiadores ya no tengan nieve, los cerdos sean incomestibles y las nubes digitales se hayan disipado, quizá quede algo de borraja, con un inconfundible retrogusto de purines, para que Severino, «el Sordo», y su cabra mochales emprendan viaje a Zaragoza, andando, pero al menos con el estómago lleno.

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