El Foro Económico Mundial, un poderoso conglomerado mundial, exalta el individualismo pero sabe muy bien que la única forma efectiva de mantener sus privilegios es mejorando la acción colectiva de las clases capitalistas en todo el mundo.
Por Atilio Borón
Este lunes se reunió en Davos el Foro Económico Mundial. Esta es la 53ª reunión de la élite económica y política mundial, o lo que Fidel llamó más apropiadamente la «burguesía imperial». A diferencia de la gran mayoría de la población mundial, explotada y oprimida por el capitalismo, que no logra crear una estructura tipo Davos para coordinar las grandes luchas de nuestro tiempo, la derecha conoce y aprecia muy bien las virtudes de una organización mundial y el diseño de estrategias globales de intervención. Este poderoso conglomerado global exalta el individualismo pero sabe muy bien que la única forma efectiva de mantener sus privilegios es mejorando la acción colectiva de las clases capitalistas alrededor del globo. Esto significa actuar en concierto en el tablero de ajedrez geoeconómico y geopolítico mundial para enfrentar, como una unidad, la multitud de críticos y opositores al capitalismo que todavía insisten en luchar localmente contra un actor que tiene una estrategia global y unificada. Para ilustrar lo que venimos diciendo: no se puede luchar contra los plaguicidas y transgénicos de Bayer, cuya producción y aplicación en la agricultura obedece a una estrategia global, con protestas aisladas e inconexas, con poco impacto local o regional, en el mejor de los casos.
La reunión de Davos ha tenido, desde el principio, precisamente esa misión. Fortalecer los esfuerzos de coordinación entre los actores dominantes del capitalismo contemporáneo, afinar sus estrategias y tácticas de lucha, y consensuar el diagnóstico de situación y las posibles vías para enfrentar los desafíos que plantea. También para hacer una demostración de fuerza, convocar a jefes de Estado y de Gobierno de los cinco continentes, cientos de políticos, economistas, expertos y un sinfín de comunicadores sociales que ampliarán y difundirán urbi et orbi los acuerdos sellados en esa localidad suiza. Se espera que unos dos mil 700 líderes del capitalismo global asistan a Davos este año.
La reunión llamará a la cooperación internacional en un mundo fragmentado, lo que es un reconocimiento de que la vieja globalización liberal se fracturó, que en realidad hay “dos globalizaciones” o subsistemas económicos internacionales. Uno, en el mundo del Atlántico Norte con sus extensiones tributarias en Japón, Corea del Sur y Australia; y otra, económicamente más potente, con epicentro en China y que se irradia a toda Asia y, a través de la “Iniciativa de la Franja y la Ruta”, alcanza una cifra que oscila entre 128 y 144 países (según el año) del planeta. En este marco, los expertos y estrategas de Davos intentarán llegar a un consenso sobre cómo afrontar los desafíos simultáneos que plantean el lento crecimiento económico, la inflación, las crisis energética y alimentaria y, dicho en voz baja, la gravísima situación a nivel geopolítico a nivel mundial y que se expresa con inusitada fuerza en la guerra de Ucrania. Consciente de que la legitimidad del capitalismo global está cada vez más cuestionada, el fundador y presidente ejecutivo del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab, propone fortalecer “los lazos de cooperación entre los gobiernos y el sector privado”. Sin embargo, en el punto álgido de la pandemia, Schwab planteó la necesidad de “un capitalismo recargado”, en el que se acentuara considerablemente el papel de los estados en la recuperación del ciclo económico.
Es más, llegó a hablar de un “capitalismo de Estado”. Ahora parece haber suavizado su enfoque y revalorizado el papel de los mercados, oculto bajo el eufemismo de “sector privado”. Pero en ningún caso, ni antes ni ahora, Schwab y sus compañeros insinuaron la más mínima intención de democratizar los estados capitalistas o de hacer algún esfuerzo por redistribuir, aunque sea mínimamente, la riqueza que se ha concentrado escandalosamente en los últimos años, especialmente desde el estallido de la pandemia y, posteriormente, la guerra en Ucrania. Los datos proporcionados por los informes de Oxfam 2023 son espeluznantes.
Solo considere que los “multimillonarios se hicieron más ricos en los últimos 2 años de lo que les había llevado 23 años antes; los multimillonarios de la alimentación y la energía son 453.000 millones de dólares más ricos que hace dos años, mientras que 263 millones de personas cayeron en la ‘pobreza extrema’ en 2022”. Para tener otra imagen concreta, Oxfam lo resume así: “A una persona perteneciente a la mitad más pobre de la población mundial le tomaría 112 años ganar lo que alguien del uno por ciento más rico ganaría en un año”. Finalmente, “El uno por ciento más rico se apoderó de casi dos tercios de toda la nueva riqueza por valor de 42 billones de dólares creada desde 2020, casi el doble de dinero que el 99 por ciento inferior de la población mundial”, revela un nuevo informe de Oxfam. Durante la década pasada, el uno por ciento más rico capturó alrededor de la mitad de toda la riqueza nueva; ahora atrapan dos tercios de ella . Este mundo tan injusto es el que Davos quiere estabilizar.
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