Por Eduardo Montagut
A partir del año 1916 el cansancio producido por la guerra era común en todos los contendientes. El coste en vidas humanas era terrible, inimaginable al principio de la lucha, por lo que comenzaron a surgir algunos intentos de buscar la paz, aunque sin dejar de combatir en los frentes. Todos fracasaron, demostrando que el objetivo era ganar por encima de cualquier otra consideración.
Caricatura sobre la Gran Guerra
En diciembre de ese mismo año de 1916 y desde los Imperios Centrales partió una iniciativa sin muchas precisiones sobre las posibles condiciones para firmar un armisticio. Este hecho coincidió con la reiteración por parte de Wilson para alcanzar una “paz blanca”, es decir, el fin de la guerra sin condiciones, sin anexiones ni reparaciones. Ni la Entente ni los Imperios Centrales se hicieron eco del proyecto del presidente estadounidense porque nadie estaba dispuesto a ceder lo ganado en los frentes o quedarse sin exigir lo perdido en los mismos.
Desde el Imperio Austro-Húngaro partió una nueva iniciativa mucho más concreta. Estamos hablando de la parte más débil del bando de los Imperios Centrales, y que más problemas internos tenía dada su compleja composición de naciones, lenguas y religiones distintas. Era la parte más interesada, pues, en que se llegara a una paz sin victoria, desde la convicción de que si Alemania era derrotada el Imperio que se dirigía desde Viena desaparecería, premonición muy lúcida y que se terminaría confirmando en 1918. Para Berlín todo esto era inaceptable, demostrando la creciente tensión entre los dos aliados. Los británicos y franceses no veían con desagrado la iniciativa austriaca siempre y cuando fuera una paz separada para seguir combatiendo a Alemania con el fin de derrotarla completamente. Pero los italianos, rumanos y serbios eran contrarios a cualquier negociación porque perderían sus reivindicaciones territoriales que tenían que ver con Austria, pero no con Alemania.
La iniciativa austriaca fue llevada por el príncipe Sixto de Borbón-Parma, cuñado del emperador. Sus gestiones, entre marzo y mayo de 1917, fueron conocidas como el “affaire Sixto”. Los austriacos proponían el restablecimiento de la soberanía de Bélgica (invadida y sometida por Alemania desde el principio de la contienda), el restablecimiento de la soberanía de Serbia con promesa de una salida al mar, y la promesa de compensaciones territoriales a Italia, pero sin concretar (recordemos que Italia reclamaba territorios de habla italiana que pertenecían al Imperio Austro-Húngaro). Pero los aliados no aceptaron la propuesta porque no se concretaba nada para Italia y, sobre todo, porque no se aludía a Alsacia y Lorena, reivindicación irrenunciable para Francia, pero que seguramente los austriacos no habían incluido en su propuesta porque también era una cuestión sobre la que los alemanes no estarían dispuestos a tratar bajo ningún concepto. Precisamente la oposición cerrada alemana fue el otro factor que explicaría el fracaso de la negociación.
Otra de las iniciativas de paz más importantes provino de la Santa Sede. En junio de 1915 se publicó una exhortación apostólica para la paz. Benedicto XV era consciente también de otro de los peligros de la guerra: la división de los fieles, porque los había en los dos bandos. El papa consideraba que los Imperios Centrales le escucharían porque, al menos Austria, era eminentemente católica y el sur del Imperio alemán también, aunque las relaciones entre Alemania y el Papado habían sido muy difíciles en tiempos de Bismarck. Decidió, pues, enviar a la nunciatura de Munich (Baviera era el estado alemán católico por antonomasia) a monseñor Pacelli, el que luego sería en 1939 el papa Pío XII, para trabajar a favor de la paz, pero sus conversaciones con los emperadores y sus gobiernos respectivos no consiguieron nada.
El primer día de agosto de 1917, Benedicto XIV dirigió a los beligerantes la nota “Des debuts”, una base para comenzar a negociar la paz. En el documento se condenaba la guerra y se defendía el derecho frente a la violencia. En los aspectos concretos se proponía la libertad de los mares, la renuncia recíproca a exigir indemnizaciones de guerra, la evacuación de los territorios ocupados, el desarme y el arreglo de los conflictos territoriales. Pero las conversaciones terminaron en diciembre de ese mismo año sin éxito.
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