Por Eduardo Montagut
El franquismo no solamente reprimió con acciones físicas (torturas, cárcel, depuraciones, confiscaciones, penas pecuniarias, trabajos forzados y ejecuciones) a los republicanos en la guerra y la posguerra, así como a todos los opositores durante el largo período histórico que duró la dictadura. El franquismo también empleó otros tipos de represión de tipo psicológico, moral y espiritual, constituyendo casi un modelo en este sentido. Algunas de sus consecuencias se siguen viviendo en la actualidad, lo que demostraría la fuerza y el éxito del franquismo en la labor de reprimir. En este trabajo hablaremos de ese segundo tipo de represión.
En primer lugar, nos encontraríamos las acciones que pretendían crear una imagen pública negativa de los republicanos y de los opositores. El empleo sistemático de los medios de comunicación en esta tarea fue paradigmático. El franquismo escarneció a todas y cada una de las figuras que no le eran afines, desde las más moderadas, como el propio conde de Barcelona, hasta las más radicales en el ámbito de la izquierda y los nacionalismos sin Estado. La calumnia y el odio que destilaban muchos artículos de prensa, comentarios radiofónicos y en el NO-DO y, luego en la televisión son materia para un estudio monográfico.
Pero, además, el éxito del franquismo en estas campañas es superior al de otras dictaduras afines y mucho más poderosas, pero que fueron derrotadas en la Segunda Guerra Mundial y que, por lo tanto, pudieron ser desenmascaradas en los nuevos sistemas democráticos. En España, a pesar del tiempo transcurrido desde la muerte del dictador y por la falta de voluntad de algunos sectores para construir o permitir construir una cultura democrática, muchas de esas imágenes siguen grabadas en amplios sectores sociales. En paralelo a la construcción de esas imágenes negativas y su pervivencia en el tiempo estaría el fenómeno de la elaboración y vigencia de los mitos del franquismo (la anarquía en la República o la sovietización de España, el oro de Moscú, la entrevista de Hendaya, la cuestión judía, etc..) y que, como tales, no se sostienen ante el riguroso análisis historiográfico emprendido en las últimas décadas. Tanto unas como otros han sido en los últimos decenios remozados por la historiografía neofranquista. El insulto y desprecio hacia muchos personajes republicanos y/o de izquierdas del pasado siglo ha sido resucitado en libros, redes sociales y medios de comunicación. Por otro lado, el franquismo ha conseguido seguir reprimiendo el buen nombre de muchas personas gracias al erario público vía Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia, donde algunas biografías son un escándalo desde todos los puntos de vista, llenas de falsedades, manipulando las fuentes, y sin rigor historiográfico.
Por fin, el desprecio hacia el contrincante político, frente al sereno debate ideológico o político, y que se vive en nuestro país, es una clara herencia de esa represión moral que ejerció el franquismo. Ahora el medio se encuentra en las tertulias de la televisión y la radio, y en las redes sociales.
La dictadura también empleó los medios de comunicación para desinformar con el objetivo de minimizar o eliminar cualquier tipo de protesta interna o para tergiversar las que se producían fuera del país contra el dictador, para usarlas con fines instrumentales. En el primer caso, consiguió dar la imagen de una paz social y política completas. Se trataba de la represión de la realidad. En el segundo caso, pudo alimentar una de sus grandes obsesiones: la eterna conspiración internacional contra España y los españoles. En este sentido, la idea conspirativa fue tan bien inoculada que en nuestra democracia ha vuelto a ser empleada en más de un caso en los últimos tiempos.
Por fin, el franquismo prohibió cualquier tipo de reunión de activistas e impidió el acceso a los medios de comunicación a los opositores. Buscó la desmovilización, infiltrando elementos que fomentaban la disidencia y los conflictos entre los miembros de los grupos, saboteando acciones y terminando por reprimir directamente y físicamente las acciones emprendidas y a sus líderes. Algo de esto parece revivirse también en estos momentos.
Sr Eduardo Montagut, en varias he leído sus análisis, lastima que por lo general cuenta con muy poco espacio para profundizar en los interesantes temas que trata, sin embargo, hoy le escribimos, para señalar, núnca nos dijo que era el NO-DO, pero, le sacamos provecho a esa falencia, nos metimos en la red y aprendimos que los noticieros del franquismo se llamaron Noticias Documentales…
La manipulación ejercida, aún hoy, por ciertos medios, me llega a resultar abrumadora y ridícula. Sin embargo, me parece muy peligros su influencia en mucha gente. No pretendo que todo el mundo deba saber de historia, pero sí me gustaría que hubiese una mediana conciencia crítica.