Por Puño en alto
Desde el punto de vista intelectual, es poco defendible la Monarquía, no menos que desde el punto de vista democrático. Que la Jefatura del Estado se obtenga, exclusivamente por haber nacido en el seno de una determinada familia, además de suponer un anacronismo impropio en una sociedad en pleno siglo XXI, no puede defenderse en ningún aspecto. Haciendo un gran esfuerzo de abstracción de lo anterior, tan solo podría considerarse su existencia en un sentido de utilidad, en cuanto a la ejemplaridad o consenso, y en el caso de nuestro país, si alguna vez fue útil la Corona en ese aspecto, no solo hace mucho tiempo que dejó de serlo, sino más bien representa actualmente un problema y a los acontecimientos que se están conociendo sobre las andanzas del todavía llamado rey emérito, me remito.
Ya no se trata de un debate entre Monarquía-República, para mi zanjada en favor de la república, a estas alturas se trata de una cuestión de higiene democrática, ya que en nuestro caso, no es que haya existido una manzana podrida en la Casa Real española a la que hay que aislar mediante medidas cosméticas, es la propia Institución la que está podrida y esta podredumbre que la carcome, a algunos de sus miembros les viene de linaje y otros enseguida la han asumido como propia.
El legado familiar que deja el ahora huido o como lo queramos llamar, lo compone una esposa consentidora adepta al buen vivir, un yerno en la cárcel por actividades corruptas, una hija salvada in extremis de pisarla, nietos con actitudes y actividades nada aconsejables, hermana con dinero en paraísos fiscales, desavenencias conyugales por doquier, un heredero y esposa que dicen que no se enteraban de nada, pero que no se entrañaban del altísimo nivel de vida de su progenitor y no ponían pega alguna en cuanto a disfrutar de lo conseguido de manera tan reprochable por su padre y suegro. Hasta el límite de que esta monarquía ha funcionado más bien como empresa familiar, con disputas, intrigas, traiciones y venganzas propias de las telenovelas de los años 80.
El otro legado de descrédito institucional de la Jefatura del Estado que deja el huido, dentro y fuera del país, tiene poco arreglo si en lo interno solo se pretende enmendarla con una campaña de imagen del actual Rey mediante una gira por el país. Gira que, a pesar de los esfuerzos de determinados medios de comunicación, ha pasado sin pena ni gloria. Y en aras a esa transparencia y credibilidad no ayuda que el presidente del gobierno conteste en rueda de prensa que desconoce el actual paradero del rey emérito. Algo que a algunos nos hizo recordar cuando al ministro de interior, el socialista Antoni Asunción, se le preguntó en rueda de prensa si sabía donde estaba Roldan y contestó que “más o menos”, que a la postre le costó la dimisión.
La operación “salvar al soldado Felipe”, que esta en marcha, en la que la salida del rey emérito de España es un nuevo capítulo a modo de cordón sanitario, tras la fallida y ridícula que representó la renuncia a la herencia y la retirada de la asignación a su padre, así como, la anterior abdicación, tiene todas las visas de fracasar, si no se acompaña con una verdadera transparencia sobre todo lo ocurrido, y quienes han tomado las decisiones en cada momento. La Jefatura del Estado del actual rey emérito esta desautorizada, la jefatura del Estado del actual rey nació desautorizada y si nada hace para evitarlo, continuará desautorizada por méritos propios.
Por ello, nada de renuncia intrascendente, nada de salida del país como último servicio al mismo y sí, a una transparente investigación sobre todos los hechos denunciados y a la asunción de responsabilidades en todos los órdenes de quien cometió los presuntos delitos, de quienes lo sabían y callaron y, por supuesto, de quienes lo ampararon por una cuestión inadmisible de inviolabilidad. Sería igualmente inadmisible que tribunales de otros países sean quienes investiguen los hechos y, como ocurrió con la dictadura franquista, en España no se pueda investigar y saber por cuenta propia lo que hay de verdad respecto a la honradez y honestidad en la monarquía borbónica desde su nueva instauración.
Por último y me dirijo a los monárquicos y a los que se dieron llamar juancarlistas, que tal como se suele decir, a enemigo de la honradez, honestidad y la integridad que huye, puente de plata, sin que ello sirva para que no se investigue y se asuman responsabilidades y a los que han vivido y disfrutado espléndidamente de esa falta de honradez y honestidad desde dentro y fuera de la Casa Real, hay que señalarlos con el dedo y llegado el caso, igualmente señalarles el camino de la casilla de salida.
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