En el marco de la cumbre del G20, el presidente estadounidense reunió a 14 países participantes para abordar la crisis de la cadena de suministros y excluyó a China y Rusia.
En el nombre del cambio climático, Biden creó un nuevo punto de tensión con China. Impulsa la creación de un esquema global contra la manufactura “sucia” y la sobreproducción en el sector acerero, una propuesta directamente enfocada a obstaculizar las exportaciones del gigante asiático. En China se produce más de la mitad del acero utilizado en el mundo, y el carbón ocupa un lugar central en su manufactura.
El presidente estadounidense expresó de manera abierta en su participación en la reunión realizada en Roma, sede de la cumbre, que su iniciativa se dirige en particular a la producción china, un mensaje que provocó protestas de la embajada de Pekín en Washington.
La alocución del mandatario del imperialismo estadounidense se da en el marco de la crisis de la cadena de suministros que venía desde antes de la pandemia, que ha puesto en evidencia la efectividad de la división internacional del trabajo, que pretendía apoyarse en la aplicación generalizada de la producción just in time y la relocalización de industrias, pero que con la Covid-19 se profundizó.
Aún cuando la crisis climática fue el eje alrededor del cual se estructuró la cumbre, la crisis de las cadenas de valor es motivo de gran preocupación entre las clases dominantes del mundo. Con su iniciativa, Biden hace volver al ruedo a Estados Unidos como mandamás del mundo en el terreno económico.
De la reunión convocada por el imperialismo estadounidense participaron Australia, Gran Bretaña, Canadá, República Democrática del Congo, Indonesia, India, Japón, México, República de Corea, Singapur y miembros destacados de la Unión Europea como Alemania, Italia, Países Bajos, y España.
Marcelo Ebrard, el servil canciller mexicano, le agradeció sus gentilezas al mandatario estadounidense, que va a enviar sus órdenes a México y Centroamérica para agilizar el comercio. La subordinación a la Casa Blanca a las necesidades de sus trasnacionales se ratifica en esta cumbre del G20.
Dependencia de los microchips
Antes de las imágenes de los puertos atascados de contenedores, la escasez de microchips ‒piezas indispensables para diversidad de productos, desde electrodomésticos hasta teléfonos móviles, computadoras y automóviles‒ fue la punta del iceberg. La producción de semiconductores concentrada en Taiwán Corea y China, combinada con la crisis energética, accidentes industriales y pandemia condujo a una contracción de la industria automotriz, por poner el ejemplo más acuciante.
Ante esto, las grandes potencias van a invertir en la manufactura de estos y otros suministros clave para no depender de la producción de otros países competidores en ascenso como China. Pero montar estas plantas industriales no se logra de la noche a la mañana.
Intercambio de información
En una declaración que emanó de la reunión se plantea la mejora del intercambio de información entre países y colaborar con el sector privado para entender sus puntos débiles para reducir los colapsos de la cadena de suministro global.
Al respecto, en un reportaje de Forbes, Alkis Vazacopoulos, profesor asociado de la Escuela de Negocios del Instituto Tecnológico Stevens, considera que la prioridad “será crear un grupo que publique un informe/sitio web que actualice diariamente los cuellos de botella en la cadena de suministro (esto es inmediato). Y pronosticó que “intentarán desarrollar señales basadas en las últimas tecnologías de IA (inteligencia artificial) y avanzar en nuestro dominio en esta área. China no podrá responder en esta área porque querrá mantener los datos secretos”.
La apuesta de Biden
Recuperar el protagonismo de Estados Unidos en el terreno internacional, en especial luego de la salida desordenada de Afganistán, así como para diferenciarse de Trump parecen ser prioridades de la administración de Biden. Quiere establecer las reglas de juego en el mundo pospandemia, en el marco de una difícil recuperación económica global.
Pero es innegable que la línea de confrontación con China y Rusia dista mucho de haber terminado. En particular, las tensiones con China en la carrera tecnológica y militar se mantienen con todo.
El “castigo” a la producción acerera china en nombre de la crisis climática no es más que una mezquindad cínica, porque no sólo China registra altas emisiones contaminantes, sino todos los países del G-20, y el ranking lo encabeza Estados Unidos. Especialmente en países como México y el Congo, recién reclutados por la iniciativa de Biden, que presentan un gran atraso económico y tecnológico debido a la dependencia originada por la secular dominación imperialista.
El cambio climático y sus consecuencias devastadoras para la población mundial y el medio ambiente dice a gritos que el problema es el modo de producción capitalista, que devora todo, materias primas, ecosistemas y vidas humanas en nombre de las ganancias de los magnates del mundo como Elon Musk y Germán Larrea.
La llave para salir del laberinto creado por el lucro descarnado es una transición energética global, que deje atrás la producción centrada en los combustibles fósiles y sus derivados, y sólo puede venir de la clase trabajadora, con el sector de la energía a la cabeza, aliado a la juventud, los pueblos originarios, los defensores ambientales y los sectores populares.
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