Aldea global o aldea gala, dos mundos enfrentados

Por Ana Barba

Las vacaciones de verano nos llevan a muchas a los pueblos de nuestras familias, donde la gente de ciudad nos llevamos un baño de realidad alternativa a la nuestra. Vivimos en el mismo planeta y habitamos mundos distintos. Las urbanitas somos muy parecidas, sea cual sea nuestra procedencia. Nuestros viajes por ciudades del mundo más favorecido, cada vez más similares entre sí, nuestro uso intensivo de las nuevas tecnologías y de las redes sociales nos acercan al convencimiento de que vivimos en una aldea global. De vuelta a nuestras raíces, aunque sea sólo por unos días, encontramos poca cobertura de telefonía, señal escasa de internet, pequeñas tiendas obsoletas, productores que venden directamente y sabores y olores olvidados. Todo nos parece un poco anacrónico, tan alejado de la vida de ciudad.

En nuestros pequeños pueblos resulta muy difícil gastar el dinero, salvo en comida o en el bar, porque bares siempre hay, ya se sabe que “somos gente de bar”. Se va caminando o en bicicleta, hacemos la comida, pues no encontramos precocinados. Buscamos la sombra y “el fresco”, pues no hay aire acondicionado. Leemos, pues la tele autonómica es infumable. Hablamos cara a cara, pues no hay ancho de banda para un face to face. La vida es sencilla en los pueblos, no tenemos Play y jugamos a las cartas. Comemos relajados, sin prisa, escuchando las viejas historias de las abuelas, que nos hablan de un mundo más honesto. Nos reencontramos con amigas de la infancia que viven en otras ciudades, con nuestros mismos problemas, a veces pensados en otra lengua. Disfrutamos de la vida en esencia.

Existe un movimiento de gente que vuelve al campo desde la ciudad, expulsados por el capitalismo salvaje y las políticas de gobierno neo liberal, por la crisis, el paro y la exclusión social de las ciudades.

La gente que habita nuestros pueblos es peculiar, ajena a la vorágine del mundo moderno. Está orgullosa de su forma de vida y prefiere no pensar en vivir en la ciudad. Son como la resistencia gala a la invasión de los romanos. Lo mejor de tener pueblo es que podemos mantener un hilo conector con la vida de antes. De antes de la burbuja, de antes de la crisis, de antes de los empleos precarios, de antes de la escasez energética, de antes de la comida basura, de antes del individualismo.

Existe un movimiento de gente que vuelve al campo desde la ciudad, expulsados por el capitalismo salvaje y las políticas de gobierno neo liberal, por la crisis, el paro y la exclusión social de las ciudades. Algunas de estas personas lo hacen por pura necesidad de supervivencia. Otras lo hacen movidas por un pensamiento social alternativo (Neoruralia), formando así una avanzadilla que será esencial cuando la aldea global colapse. Tras esta última frase habrá quien opte por dejar de leer, habrá quien siga con escepticismo y habrá quien reconozca los párrafos anteriores no como una oda bucólica, sino como una aproximación a la realidad. Lo cierto es que el mundo globalizado en el que vivimos requiere un enorme gasto energético para mantenerse, desproporcionado frente a la cada vez mayor escasez de recursos.

También es cierto que la mayoría de las personas nos encontramos atrapadas consciente o inconscientemente  en la burbuja tecnológica, en la forma de vida que nos viene impuesta por el sistema. No solemos reflexionar sobre cuestiones como el aumento de las desigualdades, sobre los conflictos y guerras en torno a los recursos naturales que escasean o en torno a posiciones geoestratégicas importantes. Tampoco se suele pensar en el derroche energético, en la dilapidación de recursos, en la pérdida de biodiversidad. Cualquier mención a la inconsistencia del sistema financiero fiduciario suele levantar airadas protestas y acusaciones de comunismo y anti sistema. Sin embargo, poca gente se atreve a dudar del cambio climático, del agotamiento del petróleo o de la necesidad de utilizar energías renovables. Por desgracia, la mayoría se suele quedar en la superficie de los problemas, alentada por los medios de masas, por lo que no se llega a la conclusión lógica, que no es otra que el fracaso estrepitoso del sistema capitalista. El sistema está blindado en ese aspecto.

Puede que sean pocas las que estén detectando todas las señales. Señales que apuntan a un colapso más o menos cercano. El colapso puede ser suave o abrupto, pero es indudable que será. Por ello aconsejo a quienes hayan tenido la paciencia de llegar hasta ese último párrafo que no abandonen nunca su pueblo, ya que puede ser el ancla de salvación cuando la aldea global se vaya a pique. Mientras tanto, disfruten de la vida rural en sus vacaciones y recuerden que no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita.

1 Comment

  1. No existe un mundo rural y un mundo urbano, al menos en España. Desgraciadamente, o no, todo es espacio urbano con condiciones y características más urbanas o rurales, pero funcionalmente cualquier territorio y región española funciona según criterios y órdenes provinientes de movimientos de capitales (sean de coches, de maíz, de leche, de carne, de ropa, etc.). Dejemos de hablar, por favor, de distinciones de muchas décadas pasadas y pensemos cómo afrontar la ordenación territorial en un mundo absolutamente globalizado y con libertad absoluta de movimiento de capitales. Salud.

Dejar un Comentario

Tu dirección de correo no será publicada.




 

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.