Por Guadi Calvo / Línea Internacional
Aquello de que el ideograma chino que representa el termino crisis, también representa la palabra oportunidad, de ser cierto, podría ser aplicado para que los Estados Unidos, tras su fracaso en Afganistán, teniendo la oportunidad de trasladar a varias naciones rivales y vecinas de Afganistán: China, Rusia, Irán y Pakistán la pesada carga de lidiar con los otra vez victoriosos talibanes.
La apabullante ofensiva de los muyahidines, parece de manera definitiva, que en poco tiempo más Kabul caiga y todo el país, se encuentre como antes de la invasión de 2001, pero con un gobierno talibán, legitimidad, frente a los 39 millones de afganos, después de haber derrotado en una guerra de veinte años, al conglomerado bélico más poderoso de la historia: los Estados Unidos junto a la OTAN.
El descomunal esfuerzo en vidas y miles de millones de dólares, por parte de occidente deberá de alguna forma ser justificado frente a sus pueblos que lo han financiado, si no quieren que la derrota sea todavía mucho más estruendosa y para eso si se puede convertir la crisis en una oportunidad, que sin duda debe estar en evaluación por los think tank, que en las sombras rigen esas “democracias”.
Para ello el Departamento de Estado norteamericano, se encuentra presionando de manera descarada a Pakistán, su antiguo socio en la guerra antisoviética, de 1978-1990, cuya excelentes relaciones se interrumpieron en 2011, para que Islamabad, presione al talibán, según se cree con estrecho vínculos, para atenuar las represalias y controle a sus mandos medios tras la toma del poder.
Aunque por su parte el primer ministro pakistaní, Imran Khan, declaró a principios de junio que: “Hay mucho miedo en este momento en Pakistán y les aseguro que estamos haciendo nuestro mejor esfuerzo para que haya algún tipo de acuerdo político antes de que los estadounidenses se vayan” por lo que una falta de un acuerdo político en el país vecino tendrá consecuencial en toda la región.
Pakistán, que cuenta con cerca de 36 mil madrazas (escuelas coránicas) wahabitas, semilleros de futuros terroristas, podría verse afectado fuertemente en tres instancias, si finalmente sucede lo que todos los analistas creen; que la intensificación de la guerra en Afganistán, provocara nuevas oleadas de refugiados a través de su frontera, hacia Pakistán, que no se encuentra en condiciones financieras para dar contenciones alimenticia y de salud, a la oleada de expulsados, que podría holgadamente superar el millón.
Al tiempo, que podría ser afectado la alianza con China, que tanto ha apostado en el país con la construcción del nuevo Camino de la Seda. Para vencer la resistencia de Islamabad, Estados Unidos, cuenta con el mejor aliado, la India, que desde hace años ha extendido su influencia en Afganistán, pretendiendo encerrar a Pakistán entre dos fronteras, norte y sur abiertamente hostiles. Al tiempo que la insurgencia integrista local, podría verse influenciada por el éxito del talibán, al otro lado de la frontera.
Aunque la frontera sur afgana no es el la única que se podría sentir amenazada con los integristas nuevamente rigiendo el poder desde Kabul. Hacia el norte Afganistán tiene fronteras, con Tayikistán, Turkmenistán, y Uzbekistán, tres ex repúblicas soviéticas, con las que Rusia, después de años de desencuentro, ha vuelto a tener un fuerte juego político y comercial, por lo que los talibanes, nuevamente financiados por Arabia Saudita y los Estados Unidos, podrían comenzar a generar algún tipo de actividad en esas tres naciones.
Por su parte Irán que cuenta con más de cuatro millones de refugiados afganos en proximidad de la frontera, de casi mil kilómetros con ese país, tendría que incrementar sus niveles de seguridad, ya que impulsados por Washington o Israel, podrían generar atentados dentro del país persa.
En la frontera oriental, con Tayikistán y China, donde se mueven con cierta comodidad, las bandas extremistas, vinculadas al separatismo en la provincia china de Xinjiang, encabezada por miembros de la minoría musulmana uigur que procuran la creación de un estado independiente conocido como Turkestán Oriental, con acciones del Movimiento Islámico de Uzbekistán (IMU) y el Movimiento Islámico de Turkestán Oriental (ETIM), que han generado multitud de ataques y atentados, llegando a hacerlo en Beijín, con el espaldarazo del talibán podrían volver a activarse y recuperar el terreno perdido a partir de 2013, sembrando inestabilidad en una región particularmente díscola a los intereses norteamericanos.
A todo este crisol de jugadores en la región hay que agregar a Turquía, que ha incrementado su presencia en Afganistán, tratando de expandir su influencia a todo el mundo islámico de Medio Oriente y Asía Central.
Por lo que según comunicó el pasado jueves 17, el asesor de seguridad nacional de Biden, Jake Sullivan, el presidente turco Tayyip Erdogan, se ha comprometido, tras conversaciones con Biden, a asumir la seguridad del aeropuerto de Kabul, punto esencial para cualquier plan de asistencia a la resistencia que pueda establecer el presidente Ghani y su espectral ejército, intentando evitar la catástrofe anunciada.
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