La redefinición del mapa político europeo mostró las diferencias estilísticas entre los diferentes focos artísticos generadores de arte barroco situados en diferentes capitales europeas.
El Barroco fue una época de fuertes tensiones políticas, económicas y religiosas que dieron lugar a largas guerras, luchas civiles y revoluciones, y coincidieron con una gran pobreza, terribles hambrunas y epidemias mortales. Esta etapa de crisis generalizada tuvo como contrapartida las grandes revoluciones científicas y la instauración del pensamiento racionalista con figuras como Galileo Galilei, Newton, Descartes o Spinoza, entre otras, así como una extraordinaria producción literaria y artística que vino acompañada por la música de Monteverdi, Haendel, Scarlatti o Bach.
Contexto histórico
En el plano religioso, Europa vivía las consecuencias de la Reforma protestante, llevada a cabo por Lutero en 1517, y la Contrarreforma católica gestionada en el Concilio de Trento entre 1545 y 1563, cuyo objetivo fue el establecimiento de unos decretos que diferían y se oponían a los principios luteranos, así como la activación de una vertiente militar contra el protestantismo que desembocó en la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), y que acabó con la victoria de los católicos sobre los protestantes. Todo ello supuso, también, el final de la hegemonía de España en Europa y la desintegración del imperio romano-germánico.
La paz de Westfalia (1648) pondrá fin a la Guerra de los Treinta Años y fijará un nuevo orden internacional que buscará un equilibrio de poder entre los estados. Posteriormente, tras la Guerra de Sucesión Española (1713-1715) se firmará el Tratado de Utrecht entre Francia, Inglaterra, Holanda, Saboya y Prusia, con el fin de establecer un equilibrio internacional, aunque ya se puede apreciar el poder creciente de Inglaterra dada su supremacía marítima.
El mapa político-religioso de la Europa barroca se torna muy complejo: el catolicismo predomina en España, Francia, Austria, sur de Alemania e Irlanda. El modelo de gobierno predominante en algunos de estos países fue la monarquía absolutista, erigiéndose la francesa y la española como las más representativas. Por su parte, los luteranos se extendieron a las tierras nórdicas, el calvinismo franco-ginebrino —fracción radical del protestantismo— se establece en Holanda, Escocia y parte de Inglaterra, y el anglicanismo prevalece en las islas británicas. En los países con tendencias religiosas protestantes se establecen sistemas de gobierno basados en el parlamentarismo —monarquías parlamentarias— destacándose las de Inglaterra y Holanda, donde el monarca solo ostenta el poder ejecutivo.
En Holanda, la burguesía se sublevó contra la monarquía absolutista de los Austrias y se independizó de España en 1640, a la vez que se establecía una unión entre la naciente República y el protestantismo reformista, que cuestiona el poder absoluto del Estado y la Iglesia. Flandes quedará bajo el dominio de España y el catolicismo, que mantenía la idea de monarquía por derecho divino. Todo ello se verá reflejado en el arte de ambos países.
Contexto artístico y principales centros productores de arte Barroco
La redefinición del mapa político europeo mostró las diferencias estilísticas entre los diferentes focos artísticos generadores de arte barroco situados en diferentes capitales europeas. El arte de la época del barroco manifiesta una dicotomía dentro de su unidad, entre las ideas que vienen definidas por el arte religioso y palaciego de las cortes católicas (Roma, Versalles, España) y el público que representa el arte de los centros burgueses (Flandes y Holanda).
Roma, católica, fija una temática e iconografía religiosa, basada en un arte rico y lujoso, definido por sensaciones de infinitud e impactos de luz, masa y movimiento, que perseguía impresionar al pueblo. En la arquitectura predominan el orden colosal y los ornamentos, en la escultura el dinamismo toma protagonismo y en la pintura se expresan los efectos de perspectiva, los contrastes luminosos y las composiciones en diagonal.
España representará el arte de las cortes católicas y Madrid se convertirá en el foco principal de una escuela aúlica, donde destacarán el retrato, la mitología, la historia y la pintura religiosa. Cobrarán importancia las ciudades de Sevilla, centro de un arte burgués, con pintores como Velázquez, Murillo o Zurbarán; Granada y Valladolid destacará por su excelente arte escultórico y Valencia como centro de una magnífica escuela pictórica.
Versalles, donde se establece la corte del rey Luis XIV, dictará los cánones de un arte uniforme, sin gustos personales del artista, que estará regido por el Estado para extender el prestigio del monarca y vendrá representado por grandes jardines geométricos, grandes avenidas derivadas de un rígido urbanismo y plazas de grandes perspectivas.
En Flandes, la monarquía no podía financiar el arte y junto a la Iglesia católica no fueron capaces de mantener unos cánones tan rigurosos. Es por eso que el arte será más espontáneo que el francés y más natural que el de Roma. Desarrollará su propio estilo barroco que influirá en otras escuelas, incluida la española. Destacarán los temas mitológicos, el retrato, las composiciones religiosas y pintores como Rubens, verdadero creador de la plástica pictórica, o Van Dyck.
Holanda producirá una arte naturalista, original, independiente y sin temática religiosa. Aparecerán importantes talleres artísticos en ciudades como Haarlem o Amsterdam, destacándose esta última como una ciudad con gran actividad comercial debido al importante comercio ultramarino con las Indias Orientales, lo que procuró sustanciosos beneficios económicos a una próspera sociedad burguesa deseosa de hacer visible lo espiritual y de convertir en espiritual aquello visible. Esto dará impulso a las pinturas de costumbres y retratos, y favorecerá el coleccionismo de este colectivo, que se verá reflejado de forma exquisita en la pintura de Vermeer.
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