20N en el recuerdo

Por Víctor Arrogante

El veinte de Noviembre ha marcado en mi vida. Cuando yo tenía 8 años murió mi padre. También ha habido acontecimientos históricos que han estado presentes y de alguna forma han formado parte de mi personalidad; en 1975 murió el dictador Franco en la cama del hospital de La Paz. También dos personajes históricos murieron un 20N; en 1936 fue fusilado en Alicante José Antonio Primo de Rivera; y en Madrid, el mismo día una bala perdida o un certero disparo de un francotirador faccioso, parapetado en el Hospital Clínico, mató a Buenaventura Durruti. Me voy a referir a ellos.

En la madrugada del 20 de noviembre de 1936, en el patio número 5 de la prisión de Alicante, un pelotón de  ocho milicianos, fusila a José Antonio Primo de Rivera, líder de la Falange Española de las JONS. Ejecutan el veredicto de un Tribunal Popular de las izquierdas, con la aprobación del gobierno. En marzo de ese año el Gobierno del Frente Popular había encarcelado al fundador de la Falange, por posesión ilegal de armas de fuego. Acusado de rebelión militar, el fiscal pidió la pena máxima y José Antonio es condenado a muerte, por inducción de un delito de rebelión militar, Cuatro días después de la ejecución, José Antonio pasa a ser El ausente. Su muerte supuso la desaparición de uno de los dirigentes políticos más carismáticos del bando nacional. Su figura y su discurso son fagocitados por el régimen de Franco y se extiende la leyenda de que fue el propio generalísimo quien dio carta blanca a la ejecución del que consideraba su rival político. El historiador Stanley G. Payne, sostiene que al futuro dictador la muerte de José Antonio le «vino al pelo». El Ausente, se convierte en el símbolo oficial y en el santo patrono de la nueva dictadura.

Buenaventura Durruti, creció en la pobreza, tuvo pocos estudios y comenzó a trabajar a los catorce años como aprendiz de mecánico. Siempre fue un hombre de acción, más de hechos que de palabras. En España había dos sindicatos: la UGT de raíz marxista y la CNT, de raíz anarquista. Durruti estaba con los libertarios de la CNT. Prefería Bakunin a Marx, la libertad a la autoridad, la organización desde abajo al dictado de los de arriba, la asamblea al comité central, la autogestión al Estado. (Pólvora, tabaco y fuego Javier Valenzuela). Eran tiempos en que los campesinos y los obreros vivían en chabolas o pisos miserables y sus protestas eran acalladas a sablazos por la Guardia Civil y sus líderes caían abatidos por los pistoleros de la patronal.

La última filmación que nos queda de Durruti la hicieron unos reporteros soviéticos en las cercanías del frente de la Ciudad Universitaria. Se le ve tranquilo, resuelto y sonriente, con una gorra y una cazadora de cuero. Poco después resultaría alcanzado por una bala frente al Hospital Clínico, donde se libraban feroces combates contra los legionarios y los mercenarios rifeños de Franco. Trasladado al Hotel Ritz, incautado por los anarquistas para convertirlo en hospital de sangre, Durruti fallecería en la madrugada del 20 de Noviembre de 1936. Según Dan Kurzman, sus últimas palabras fueron antiburocráticas: «Demasiados comités…».

Parecía que Franco no moriría nunca. Tenía pensado permanecer en el poder después de muerto y estableció las bases para el futuro monárquico de España en 1947, con la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado, que declaraba a España Reino y otorgaba al Jefe del Estado la facultad de proponer a las Cortes la persona que lo sucedería a título de rey. A Franco le hubiera gustado ser rey de España, por la gracia de dios, y usurpó prerrogativas reales, concedió títulos nobiliarios bajo palio y con guardia mora. Vivió como un rey, con el boato y protocolo franquista, parecido a la corte real de Alfonso XIII, pero con guerrera blanca, camisa azul y boina roja, España era una democracia orgánica, sin democracia, además de un reino sin rey.

Ya había reino sin trono, sustentado por una cruel dictadura; faltaba elegir a la persona, al sucesor; y no iba a ser el heredero del anterior rey Alfonso XIII. También cerró la puerta a don Juan en la propia Ley de Sucesión; no reunía las características adecuadas; parece que era demasiado liberal. Tras descartar al heredero legítimo, elige al hijo del pretendiente. Un niño al que podría adoctrinar en la ideología del régimen, como hizo. Comenzó cambiándole  el nombre; de Juanito, a Juan Carlos. No es hasta el 22 de julio de 1969, cuando con el título de Príncipe de España, Juan Carlos jura como sucesor de Franco. Ese fue el primer acto institucional del actual rey emérito en su camino al trono. Jura fidelidad a los principios del Movimiento, acepta ser sucesor de Franco a título de rey, «recibiendo de Su Excelencia, la legitimidad política surgida del 18 de julio», asegurando para él y los suyos una corona que el franquismo garantizaba sin Franco, convencidos de que un príncipe que jurase fidelidad a los principios y leyes del Movimiento, traicionando a su padre, sería fácil de manejar.

Desde 1969, vivimos en un reino sin trono, sustentado por una cruel dictadura. Lo que es la historia y las fechas; un 20 de noviembre de 1931, Alfonso de Borbón y Habsburgo-Lorena, fue declarado por las Cortes Constituyentes «culpable de alta traición, como fórmula jurídica que resume todos los delitos» y degradado de sus dignidades.

Juan Carlos fue nombrado sucesor del dictador. Franco delegó en él en dos ocasiones la jefatura del Estado, por motivos de salud, por lo que el rey ejerció de dictador suplente en dos ocasiones antes de ser rey. En la última suplencia, moribundo Franco, presionado por Estados Unidos, Francia y su hermano el rey de Marruecos, un 14 de noviembre, descolonizó el Sahara Occidental.

Y por fin la frase esperada, proclamada por un compungido Arias: «Españoles… Franco ha muerto». «El hombre de excepción que ante dios y ante la historia asumió la inmensa responsabilidad del más exigente y sacrificado servicio a España ha entregado su vida». Franco, ese hombre, unos meses antes, había firmado cinco penas de muerte y el 27 de septiembre se ejecutó la sentencia por fusilamientos. Franco murió matando. Del llanto de España que decía Arias, a las copas de champán en muchos hogares. Del dolor y la tristeza del carnicero de Málaga, a la esperanza ante el futuro. En mi memoria, Franco en estado mortuorio, en la cama de la habitación 103 del hospital La Paz, entubado en su agonía prolongada por medios mecánicos y por razones políticas.

Fueron tiempos de silencio. Franco, con todo el poder en sus manos, diseñó el nuevo régimen: una «monarquía del Movimiento». Todo pretendía dejarlo «atado y bien atado» y no todo salió bien, aunque dicen que le dijo a Juan Carlos, ya príncipe de España: «No sirve de nada lo que yo le diga, porque usted lo tendrá que hacer de otra manera». El tránsito a la democracia culminó en 1978 con la Constitución y como forma política la monarquía parlamentaria. En el diseño de la Transición, el referéndum sobre monarquía o república estuvo encima de la mesa; pero «hacíamos encuestas y perdíamos«, admite Adolfo Suárez, por lo que se rechazó. La solución para que la consulta no se realizara fue meter «la palabra rey» hasta cinco veces en la ley de la Reforma Política de 1976.

Desde aquel 20N han transcurrido cuarenta y cinco años y parte de mi vida. Pero fue antes, un 20 de Noviembre de 1957, desde cuando el 20N se me viene encima; murió mi padre (el 20 de Noviembre era el santo de mi madre). Un camarero de toda la vida, con 45 años, un pincel, muere en su puesto de trabajo, en la desaparecida sala de fiestas Teyma, en la plaza de Callao. La tuberculosis no le permitió seguir luchando como siempre y trabajando desde niño.

Vivió intensamente, comprometido en la Guerra; recuerdo oír contar que participó en el sitio al Cuartel de la Montaña el 19 y 20 de Julio de 1936, identificando a los caídos en el asalto; también su participación activa en los sucesos que provocaron el golpe del coronel Segismundo Casado, que derribó al gobierno republicano del socialista Juan Negrín. El golpe de Casado triunfó tras desencadenarse en Madrid una guerra civil dentro de la guerra civil, entre las fuerzas «casadistas» (con apoyo de Julián Besteiro, Wenceslao Carrillo, Cipriano de Mera y el general José Miaja.) y los partidarios de la política de resistencia de Negrín (comunistas y un pequeño sector del PSOE). No me pregunten en que bando estuvo.

Me persiguen las fechas históricas: Mi padre murió la misma fecha en la que murió Franco; mi madre el día 6 de Diciembre, en la misma fecha en la que la ciudadanía aprobó en referéndum la Constitución de 1978. Yo nací un 22 de Julio, veinte años antes de que Juan Carlos de Borbón jurara los Principios del Movimiento Nacional y fidelidad a Franco.

Recuerdos y emociones a flor de piel. Desde la ilusión contenida al compromiso político permanente. De la esperanza sin traba al desasosiego de hoy. De todo puede ser a solo algunas cosas fueron. De lo conseguido a lo que perdemos.

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