Iñaki Egaña: «Esta nueva línea editorial pretende aportar al relato una visión más cercana»

Txalaparta ha tenido una marcada relación con la edición de trabajos e investigaciones pioneras sobre el pasado más cercano y no tanto. Haciendo acopio de centenares de experiencias, en primera persona o por autores externos a los hechos que se han acercado para exponerlos. En eso, es una marca bien reconocible.

Por Txalaparta

La memoria histórica es uno de los pilares de Txalaparta; siempre hemos tratado de presentar, de manera accesible, los acontecimientos y protagonistas que han marcado nuestro pasado, para despertar el interés por ellos a nuevos públicos y así transmitir la historia de Euskal Herria de manera rigurosa y certera. Con ese objetivo, hemos iniciado una nueva línea editorial formada por libros breves y dinámicos, de lectura fácil, que abordan hechos y personajes significativos de nuestro pasado reciente. Sobre ella charlamos con Iñaki Egaña, autor de los dos primeros trabajos de esta serie, que abordan el atentado contra Carrero Blanco y la vida de Eustakio Mendizabal, Txikia.

Txalaparta se ha distinguido por su trabajo en el campo de la memoria, y ahora lanza una nueva serie de libros para trabajar la memoria histórica reciente. ¿Cuál es el objetivo de esta nueva línea editorial?

La transmisión, sin duda, de una época reciente, pero también lejana para las generaciones que no conocieron aspectos tanto parciales como generales del conflicto que nos ha atrapado en las últimas décadas. Hay demasiadas aristas –sucesos, personajes, acontecimientos que se convirtieron en paradigmas y en motor de la comunidad- que en su tiempo tuvieron una gran trascendencia y que, con la velocidad en la que nos movemos en la actualidad, apenas han quedado en la retina colectiva más joven. El fervor movilizador y militante, también el social y cultural, se mueve hoy en otros parámetros y la editorial lo que trata, con esta nueva línea editorial, es trasladar aquellos signos, ni mejores ni peores sino diversos, al presente. Como sucede que el presente lo van moldeando los que llegan biológicamente a los escenarios que ofrece la modernidad, señalarles que la mochila no está vacía, que carga con cientos de experiencias, líneas de vida y de compromiso forjados previamente. También, en una medida más humilde, aportar al relato una visión más cercana, contraria en muchas ocasiones a la versión condicionada por estrategias uniformadoras y colonizadoras, a veces políticas, otras culturales.

Las publicaciones de Txalaparta han sido un vehículo muy importante en la cadena de transmisión de ideas, vivencias y luchas. ¿Son estos libros un material enfocado directamente a los más jóvenes o van más allá?

Efectivamente, Txalaparta ha tenido una marcada relación con la edición de trabajos e investigaciones pioneras sobre el pasado más cercano y no tanto. Haciendo acopio de centenares de experiencias, en primera persona o por autores externos a los hechos que se han acercado para exponerlos. En eso, es una marca bien reconocible. Del árbol editado han salido múltiples ramas que se han expandido libremente, convirtiéndose en fuentes indispensables para grupos, asociaciones memorialístiticas e incluso instituciones. Un orgullo. En cuanto al enfoque de los trabajos de esta nueva línea, cuando publicas un libro, los objetivos marcados, al margen de ser vehículo de un autor y de sus ideas, no siempre coinciden con los resultados. Efectivamente, la nueva línea se dirige hacia un sector determinado, el más joven. Pero luego puede suceder que el nicho lector se expanda o se abra a otros sectores inesperados. Se trata de sembrar y que la cosecha determine el reparto. Es muy probable que se produzca esa expansión espontánea. Jóvenes con avidez por conocer el pasado, protagonistas que tomen un respiro para recordar y aquellos que vivieron lo relatado y que quieran conocer detalles que, en su tiempo, por una razón u otra, eran desconocidos.

Lo primero que llama la atención de estos libros es su formato ligero: ¿a qué se debe esta elección?

Por un lado, que el tamaño no sea una excusa para evitar la lectura, frente a los grandes hábitos culturales de nuestra época reciente, en especial los audiovisuales. Y, por otro, para focalizar el contenido, es decir, para, desde una perspectiva que permite analizar lo acontecido de manera más reposada, separar el trigo de la paja.

Los dos primeros libros abordan el magnicidio de Carrero Blanco y la biografía de Eustakio Mendizabal, Txikia. ¿Por qué habéis elegido estos temas para lanzar esta nueva serie?

Ha sido una decisión sencilla, el medio siglo que se ha cumplido este año de 2023 de la muerte de ambos. El tiranicidio del presidente español, almirante Carrero Blanco, en los estertores del franquismo, concitó el interés, entonces y obviamente, de toda la sociedad. En esa medida, hemos querido recuperar aquel ambiente y exponerlo hoy. Y en cuanto a la figura de Eustakio Mendizabal, el objetivo ha sido distinto. Tras 50 años, había muchos aspectos de su vida inéditos que ahora necesitaban de su salida a la luz. Entre estas particularidades, descubrir su entorno, muy marcado por un tema que merece atención: el papel de mujeres, hasta ahora anónimas, que ofrecieron refugio a Txikia en sus movimientos por Euskal Herria.

El primer libro aborda la acción que acabó con la vida del almirante Carrero Blanco. ¿Qué novedades aporta este trabajo respecto a Operación Ogro, el libro de Eva Forest publicado tras el atentado?

El libro Operación Ogro fue un clásico en su época, con una repercusión enorme, por su inmediatez, porque los autores del atentado hablaban en primera persona y porque el trabajo fue traducido y publicado en numerosas editoriales europeas y americanas. España y Francia prohibieron su difusión, lo que aumentó su expansión. Pero Operación Ogro, por razones obvias, se dejó en el tintero parte del relato y modificó algunos pasajes. Razones de seguridad. El presente libro, 50 años después, cuenta lo que entonces no pudieron contar, ordena y separa las dos fases de las preparaciones del proyecto (secuestro y tiranicidio), introduce nuevos elementos de los movimientos del régimen franquista (gracias al acceso a archivos policiales) y aporta el papel fundamental de algunos personajes que entonces quedaron fuera del relato de Operación Ogro.

Este trabajo dedica una parte importante al tratamiento del relato sobre aquel atentado y a su transformación en un mito histórico. ¿Qué elementos destacarías en este sentido?

El mito histórico ha sido deformado en el relato posterior afín a los intereses del Estado español, incluyendo teorías conspiranoicas. El libro los desmonta, incluso con un capítulo dedicado a la inteligencia artificial y cómo trata en la actualidad los textos generados por sus programas. El trabajo ubica el atentado en su contexto, en un lugar más cercano a la realidad. No desmonta, ni crea un nuevo mito, sino que aporta elementos objetivos que el lector, como es habitual, los juzgará.

El segundo libro recoge la biografía de Eustakio Mendizabal, Txikia, un militante de ETA que se convertiría en uno de los mitos más sólidos del proceso de liberación vasco. ¿Por qué su figura alcanzó semejante dimensión?

Por la época. A veces nos atrapa la idea de que personajes y hechos surgen por generación espontánea. Esta lectura, sin embargo, no es la correcta. ETA nació en un magma propicio para que germinara. Fue lo que algunos llamaron la “segunda primavera vasca” del siglo XX (la primera, en la Segunda República española, con las primeras ikastolas, el proyecto de Universidad vasca, autores como Lizardi, Lauaxeta…). En esta ocasión, las circunstancias confluyeron de una manera exponencial: ikastolas clandestinas, Ez Dok Amairu, grupo Gogor de curas progresistas, grupo Gaur de artistas (Oteiza, Chillida…), un movimiento obrero pujante (en particular tras la huelga de Bandas de Etxabarri) y una generación que no conoció la guerra, pero sí, en cambio, sus consecuencias más lacerantes. La muerte del comisario Manzanas en 1968 y el juicio de Burgos de 1970 convirtieron a ETA en referencia. Como señaló The Manchester Guardian, “para el pueblo vasco, las guerrillas de ETA son una mezcla de Superman y Robin Hood, y son consideradas con miedo y orgullo”.

Txikia concitó en su persona buena parte de las luchas de entonces. Provenía de una familia de derrotados de la guerra. Procedía de una pequeña población de baserritarras, pero su vivencia era urbana. Estudió en un convento de frailes, como la mayoría de su entorno, donde reforzó su lengua y el castellano y aprendió latín y francés. Lector empedernido de los clásicos y de las novedades que llegaban clandestinamente al convento, escribió poesía y dirigió una compañía de teatro. Abandonó aquel mundo cerrado para trabajar a destajo en una fábrica de Bilbao y también fue profesor de euskara. Se fugó de Itasondo sin ser militante y su obsesión por conjugar la teoría y la praxis le llevó a entrar en ETA, donde, por circunstancias, llegó a dirigir una de sus ramas. Fue la cabeza visible de esa organización. Su muerte, ejecutado en vísperas de un Aberri Eguna, alentó el mito.

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