Por Eduardo Montagut
El reformismo es una doctrina o corriente política que rechaza la vía revolucionaria, pero, también, el inmovilismo del conservadurismo. El reformismo aspira a cambiar la situación presente a través de transformaciones políticas, sociales y económicas de forma gradual.
La primera vez que apareció el concepto de reformismo en la Historia sería en el contexto de la Ilustración, en el siglo XVIII. El despotismo ilustrado emprendió reformas administrativas en casi todos los campos con un propósito racionalizador, aunque partía de una profunda contradicción, yaque si las reformas se llevaban hasta sus últimas consecuencias, se terminaría con el Antiguo Régimen y eso era imposible desde la óptica de un rey absoluto. Cuando la revolución se puso en marcha en Francia, los déspotas ilustrados echaron el cierre a las reformas; en este sentido, el caso español fue paradigmático. En realidad, el concepto contemporáneo del reformismo no nace hasta que se asienta el liberalismo político en el poder, a mediados del siglo XIX. Superada la fase revolucionaria, la escuela utilitarista de un Stuart Mill y de un Bentham abogaron por el reformismo como vía política, frente a los sectores moderados de la familia liberal que aspiraban al fortalecimiento de su poder contra las demandas sociales, como se puso de manifiesto en la Revolución de 1848.
El reformismo tuvo tanto éxito como doctrina que caló en el socialismo, cuando una parte del mismo se desmarcó de la revolución como medio para la conquista del poder. El socialismo democrático occidental consideró, en el último tercio del siglo XIX, que se podía respetar la legalidad vigente, una vez transformado el Estado liberal en democrático (sufragio universal), porque podía convertirse en un instrumento no violento para cambiar el capitalismo y atenuar las lacerantes situaciones de desigualdad social. Los partidos socialistas o socialdemócratas participaron en el juego político, en las elecciones, en los parlamentos y en los gobiernos, presionando para que se comenzasen a aprobar leyes de contenido social, con un evidente éxito gradual. El posterior triunfo del Estado del Bienestar, gracias al acuerdo tácito con los sectores reformistas del otro lado del espectro político, es decir, con la democracia cristiana, ha sido el mayor logro del reformismo en el siglo XX. Así pues, el reformismo de una parte de la izquierda, unido al de sectores de la derecha con preocupaciones sociales, derivadas de los principios cristianos, hicieron que esta doctrina impregnase a los gobiernos europeos occidentales después de la Segunda Guerra Mundial, asentando una desconocida época de bienestar general, con las excepciones de los sistemas dictatoriales del suroeste europeo, incorporados a este bienestar tarde y mal.
Después, los armados ideológicamente por el neoliberalismo y que llevan desde los años ochenta del pasado siglo luchando por la destrucción del Estado del Bienestar, se han apropiado del concepto del reformismo para aplicarlo a sus políticas de adelgazamiento de lo público y de regreso a los principios de la más pura libre concurrencia, sin intervenciones del Estado para redistribuir la renta. Estas políticas recortadoras se camuflan bajo el paraguas, mucho más aceptado socialmente, del reformismo. Adelgazar lo público porque, aparentemente es caro, planteando solamente una parte de la realidad, obviando otras facetas fundamentales de la situación y de la crisis, es hoy reformismo.
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