El periodista publicó su nuevo libro “La noche que murió la revolución francesa”, donde recopila una veintena de artículos sobre los lugares más conflictivos del planeta.
Por Leandro Albani | 23/08/2024
Pueden ser veinte imágenes, o veinte historias, o dos decenas de instantáneas del mundo del siglo XX que vio arder el fuego de las revoluciones, pero también el terror desplegado por la contrarrevolución. El periodista y escritor argentino Guadi Calvo (1955) eligió veinte artículos de su extensa carrera y los convirtió en un libro trepidante, con un título que impacta: La noche que murió la revolución francesa.
Publicado este año por Ediciones Nuevos Tiempos (Buenos Aires), la compilación nos embarca en un viaje de descubrimientos y del más puro periodismo internacional, donde Medio Oriente, África y Asia se abren a los y las lectoras como una gran caja de pandora que vale la pena contemplar y leer con fascinación.
Por las páginas de La noche… se entrelazan Afganistán, Irak, Siria, Baluchistán, Nigeria, Pakistán con el Estado Islámico (ISIS), la injerencia estadounidense, la inmigración forzada debido a las guerras e invasiones, y un sinfín de pequeños detalles -en muchos casos muy poco conocidos- que se ensamblan para dar una nueva pincelada a ese gran lienzo del mundo donde colonizadores y colonizados, explotadores y explotados, siguen dando una batalla donde los primeros siempre piensan que pueden ganar y los segundo están convencidos de que no van a perder.
Autor de varios libros de cuentos, novelas y ensayos, Guadi Calvo reúne los artículos de su nueva obra para regalar un pantallazo fugaz y desesperante del mundo actual en el que vivimos. En el prólogo, el académico argentino Martín Martinelli apunta que La noche… “demuestra profundidad histórica y espacial, al mismo tiempo que analiza casos presentes. Exhibe las terribles consecuencias de las guerras y violencias a través del siglo XX y este XXI, y lo hace abarcando una especie de multiespacialidad, un Aleph, si nos remitimos a uno de los autores citados en su manuscrito”. Martinelli también destaca que el interés del periodista “radica en demostrar cómo se miente y oculta desde los poderes fácticos y de turno, y cómo es usado el periodismo en ese intento de control cognitivo y batalla de ideas o cultural”.
En diálogo con Nueva Revolución (NR), Guadi Calvo explica que el título de este libro surgió como un “ordenador” y una “flecha que señala el rumbo a seguir tanto mientras escribo, como, espero, para el lector”. En su trabajo cotidiano, “más allá de que tenga armado el texto en la cabeza, sepa lo que quiero decir y cómo decirlo, hasta que no consigo ese título no puedo ponerme en marcha”, describe.
¿Qué importancia tiene escribir sobre temas internacionales que, en muchos casos, son muy poco conocidos?
-La intención es dar registro, mantener ese pequeño foco que puede ser la interpretación de la verdad acerca de hechos que los gigantescos intereses, cada vez más preponderantes, intentan apagar, disimular y esconder ante la opinión pública mundial. Para esto, usan ilícitamente infinitos recursos públicos y de sus verdaderos mandantes, los grandes trust financieros. Obviamente, la lucha es muy desigual. ¿Qué pueden hacer los medios en los que nosotros participamos frente al tsunami informativo de las cadenas globales de información? Aunque ahora, gracias a las redes sociales y los libros, podemos filtrar nuestro trabajo, y en eso radica la importancia de seguir intentando denunciar lo que se oculta, seguir soplando ese pequeño foco de la verdad para que no se apague.
¿Cómo es escribir e investigar sobre Medio Oriente, África y Asia desde América Latina?
-Más allá de lo obvio de la distancia, en algún aspecto es mucho más sencillo entenderlo que desde los países centrales, ya que las problemáticas que aquejan a aquellos pueblos son exactamente las mismas que golpean a los nuestros. Si hiciéramos una lista, veríamos que tenemos no solo los mismos problemas, sino que responden a las mismas causas: el gran interés por las riquezas de nuestras geografías por parte de los poderes centrales, que desde siempre han sabido encontrar la manera para arrebatarlos. No importa si es por medios de guerras que provoquen invasiones o apelando a los traidores locales que los representan. Por eso, muchas veces no es más que asomarnos a nuestras ventanas para entender por qué está pasando lo que pasa en Mogadishu, Gaza o Kabul.
¿Cómo ves que los temas que abordás en tu libro repercuten en Argentina y cómo son tratados?
-Lamentablemente, la repercusión es mínima, casi inexistente. El gran secreto del poder es concentrar el interés de las personas en hechos muy locales, que se reproducen de manera constante en todos los medios todo el tiempo. Solo saltan, de manera breve y muy parcial, sucesos cuando son de una importancia monumental, como puede ser hoy Ucrania o Gaza, y siempre con una presentación binaria de buenos y malos. Pero sin que nunca se llegue al origen del problema y mucho menos a las consecuencias que puede acarrear. Entonces, todo pasa como en una película, lejos de nosotros. Por eso, cuando suceden aquí, a cuadras de nuestras casas, hechos como lo de la embajada de Israel o la AMIA*, todo se hace tan confuso, dando la ventaja a que los verdaderos responsables de esos muertos puedan seguir en lo suyo los más campantes.
En muchos de los temas de los que escribís está siempre la presencia de Estados Unidos y sus pujas con otras potencias. ¿Cómo ves en la actualidad la presencia de Estados Unidos en regiones como Medio Oriente y África?
-Desde la guerra de Vietnam, Estados Unidos ha llevado sus fronteras exactamente hasta el lugar que lo necesite. Todo bajo el interés de la “seguridad nacional”, o en salvaguarda de la libertad, la democracia y todo ese rosario de mentiras. Con estas excusas, se arroga el derecho de intervenir en lugares remotos, como ha sido recientemente la operación que terminó desplazando a la primera ministra de Bangladesh, Sheikh Hasina, quién se negó a cederle una isla en el golfo de Bengala para establecer una base aérea, en vista de una cada vez más próxima guerra con China.
Bajo esa lógica, ¿cómo no lo va a hacer en territorios que, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, considera como propios? Territorios como Medio Oriente o África, casualmente poseedores de grandes yacimientos de recursos naturales: petróleo, gas, uranio y otra gran cantidad de minerales, fundamentales para el desarrollo de sus industrias civiles y militares. En esas regiones, hoy como nunca, ha comenzado a tener gran influencia, en primer término, China, que aprovechó durante décadas la distracción de Washington en su “guerra contra el terrorismo” para incursionar comercialmente en África, hasta donde ha extendido su famosa Ruta de la Seda.
Más tarde, a África iba a llegar Rusia, como gran proveedor de armamento y recursos bélicos, mientras que, en Medio Oriente, a partir de la guerra de la OTAN contra Siria, Moscú había entendido tarde que debía tener una presencia mucho más contundente. Al mismo tiempo que estos dos países fortalecían su alianza con Irán. Este cuadro es lo que ha provocado que Estados Unidos, una vez derrotado en Afganistán e Irak, se retrotrajese a sus “fronteras naturales” en África y Medio Oriente para contrarrestar, de alguna manera, la influencia de Moscú, Beijing y Teherán en esas regiones, antes de que ya le fuera definitivamente tarde.
¿Qué importancia tiene analizar y abordar temas internacionales con una mirada crítica y que no tenga que ver con la visión de los grandes medios?
-La búsqueda de la objetividad es uno de los grandes absurdos de este oficio. ¿Cómo se puede ser objetivo?, si cada mañana en los medios podemos leer los resultados de las campañas de desinformación, donde se insiste sobre temas que sabemos, desde siempre, que son lisa y llanamente mentiras.
¿Se puede uno distraer frente al genocidio a cielo abierto de Gaza? Hasta los nazis, cuando perpetraron el suyo, fueron más discretos. ¿Qué vamos a decir, que Netanyahu está operando en defensa propia? Se sabe que el plan de exterminio de Palestina lo viene ejecutando Israel desde 1948. Son tantas las pruebas y los detalles que explican esto que solo hablan de objetividad los secuaces de Netanyahu, que se abroquelan en los grandes medios, los interesados o los imbéciles.
Como uno, por suerte o desgraciadamente, no entra en ninguno de esos “clanes”, solo queda salir a enfrentarlos con los elementos que disponemos. Hace muchos años escribí: “Solo nos queda una opción: elegir el bando, antes que el bando te lo elija otro”. Por eso desde entonces escribo desde el lugar que yo elegí.
Se el primero en comentar