Israel todavía niega la responsabilidad de su ejército en el asesinato de la periodista palestina Shireen Abu Akleh. Diversas investigaciones confirman lo contrario, pero nada conmueve al gobierno de Tel Aviv.
Por Leandro Albani / La tinta
Las máximas autoridades del ejército israelí reconocieron, el lunes pasado, que el asesinato de la periodista palestina Shireen Abu Akleh, perpetrado el 11 de mayo de este año en un campo de refugiados en Yenin (norte de Cisjordania), fue cometido “por error” por uno de sus soldados. En un informe difundido por la propia fuerza de ocupación en el territorio palestino, se afirmó que “hay una alta posibilidad de que la señora Abu Akleh fuera alcanzada accidentalmente por un disparo del ejército israelí, que apuntaba a sospechosos identificados como hombres armados palestinos”.
Cuando fue asesinada, Abi Akleh, de 51 años y periodista de la cadena qatarí Al Jazeera, se encontraba con un chaleco antibalas con la palabra “Prensa” en grande y un casco militar para su protección. Reconocida en todo Medio Oriente por su trabajo, la periodista cubría desde hacía años la situación en la Palestina ocupada por las tropas hebreas.
Lo que se afirmó en el informe castrense, por supuesto, fue dejado de lado automáticamente por el propio ejército israelí, que concluyó “no abrir una investigación criminal sobre este caso”, según reportaron las agencias de noticias internacionales.
Es más, en el informe –en un drástico y poco creíble giro copernicano-, se señaló que “en la cercanía” donde estaba Abu Akleh, junto a otros tres periodistas, pudo haber “milicianos palestinos”, por lo cual “había múltiples disparos procedentes de todos lados”, con las propias tropas israelíes “bajo fuego”, razón perfecta para que –como remarca la “investigación”- la reportera “fuera alcanzada por balas disparadas por pistoleros palestinos”.
Ocurrido el asesinato de la periodista, testigos presenciales aseguraron que en la zona no había grupos armados palestinos. La versión del hecho presentada por el Estado israelí, apuntó la agencia de noticias Deutsche Welle (DW) –a la que nadie puede acusar de ser un órgano de difusión palestino-, “se contradice con testigos presentes sobre terreno, varias investigaciones de medios o videos de los hechos verificados, donde no hay constancia de la presencia de milicianos palestinos en la zona ni de que las tropas recibieran disparos en los minutos previos al tiro letal que mató a la periodista palestina”.
A finales de mayo, el fiscal jefe palestino, Akram Al Jatib, confirmó que la periodista fue alcanzada por disparos de soldados israelíes. El funcionario detalló que Shireen Abu Akleh recibió un disparo con una bala de 5,56 milímetros de un Ruger M40, un rifle de precisión estadounidense. A la reportera, según la investigación judicial palestina, la bala le ingresó “justo debajo del casco” que la protegía. A su vez, uno de los periodistas que se encontraban con Abu Akleh recibió otro disparo y otras tres balas impactaron en un árbol cercano al lugar del asesinato. Al Jatib agregó que las cincos balas procedían de la misma arma.
El fiscal además explicó que un vehículo tipo “jeep” de las fuerzas israelíes se encontraba a 200 metros de los periodistas y las balas se dispararon a unos 170 o 180 metros de distancia. “Los rastros en el árbol se concentran a una altura de 127 a 178 centímetros, lo que indica que el tirador apuntó a las partes superiores del cuerpo con el objetivo de matar”, aseveró el fiscal.
“Todos estos hechos: el tipo de bala, el arma, la distancia, el hecho de que no había ninguna obstrucción a su visión y que llevaba una chaqueta de prensa (…) nos llevan a concluir que Abu Akleh fue objeto de un asesinato. La única fuente de fuego fueron las fuerzas de ocupación israelíes”, destacó Al Jatib.
Unos días antes de las conclusiones de la Justicia palestina, la propia CNN –a la que tampoco nadie puede acusar de órgano de propaganda palestina- advirtió sobre la responsabilidad israelí en el asesinato. En declaraciones a la cadena internacional, Chris Cobb-Smith, consultor de seguridad y experto en balística, explicó que “el número de marcas en el árbol sobre el que estaba Shireen demuestra que no se trató de un tiroteo al azar, sino de un tiroteo selectivo”.
En ese momento, cuando la responsabilidad de las tropas ocupantes en el asesinato de la periodista era imposible de desmentir, Benny Gantz, actual ministro de Defensa israelí y ex candidato a primer ministro por el “centrismo”, calificó de “mentira flagrante” la acusación contra sus soldados. Por esos días, desde el ejército hebreo, se aseguró que “ningún soldado” disparó de forma intencionada hacia la reportera y sus colegas.
Un mes después de la presentación del fiscal palestino Al Jatib, investigadores independientes de la Oficina de la ONU para los Derechos Humanos revelaron que Abu Akleh había sido asesinada por las fuerzas israelíes. El 24 de junio de este año, la portavoz de la oficina de Naciones Unidas encargada de las pesquisas, Ravina Shamdasani, declaró: “Los disparos no provinieron de palestinos armados, como inicialmente defendieron las autoridades israelíes”. Shamdasani también consideró “alarmante” que, a 44 días del asesinato, el gobierno de Israel no había comenzado con una investigación sobre lo sucedido.
Conocido el informe del ejército israelí, el secretario general de la ONU, António Guterres, dijo que no puede “forzar al gobierno de Israel” a abrir ninguna investigación criminal sobre el asesinato Abu Akleh. En conferencia de prensa, Guterres apenas le pidió a Tel Aviv una “rendición de cuentas pública y privadamente”.
Desde Estados Unidos –el principal aliado de Israel a nivel internacional-, la posición no fue diferente a la del titular de la ONU. El portavoz del Departamento de Estado, Ned Price, manifestó: “Valoramos la investigación que ha hecho Israel de este trágico accidente y subrayamos nuevamente la importancia de que se rindan cuentas en este caso y que se lleven a cabo políticas y protocolos para evitar accidentes similares en el futuro”.
Si el disparo efectuado por un soldado entrenado y que pertenece al ejército más tenebroso del mundo –acusado infinidad de veces de violar los derechos humanos- es un “accidente”, en estos momentos, el gobierno de Joe Biden debe estar reescribiendo cada uno de los diccionarios que existen en el mundo.
Como la periodista palestina tenía ciudadanía estadounidense, Price se permitió decir que era una “reportera valiente, cuyo periodismo y su búsqueda de la verdad le valieron el respeto del público de todo el mundo”. El cinismo, como se podrá sospechar, alcanza estándares nunca antes vistos.
Así, bajo un manto de impunidad oficial –ya sea de Israel, de su aliado en Washington o del concierto de naciones a través del secretario general de la ONU-, la vida de Shireen Abu Akleh va quedando como un recuerdo difuso en un mundo por demás de convulsionado. Los estrategas del olvido creen que realizaron un gran trabajo. Pero la imagen de la periodista ya es un símbolo no solo para el pueblo palestino, sino para buena parte del mundo árabe. Y los símbolos de las mártires en Medio Oriente siempre son fuego que incendia todo lo que rodea.
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