A propósito de Ucrania

Resulta intelectualmente pueril y profundamente cínico ese esfuerzo por pretender evadir los matices y desconocer el contexto que nos ha arrastrado de nuevo a la guerra en suelo europeo

Por Daniel Seixo

«No hay moral en la política, sólo hay conveniencia. Un sinvergüenza puede sernos de utilidad porque es un sinvergüenza.»   Vladimir Lenin

«Quien no extrañe la Unión Soviética, no tiene corazón. Quien la quiera de vuelta, no tiene cerebro.“   Vladimir Putin

No existe continuidad alguna entre Putin y la revolución bolchevique. Ni existe tampoco ningún tipo de continuidad entre la actual realidad política rusa y el proyecto soviético. No al menos más allá de la serie de causalidades bélicas iniciadas por las burguesías occidentales en su exitoso propósito de lograr el desmoronamiento del campo socialista. Y es que si algo debemos tener presente a la hora de observar y analizar las acciones e intenciones del gobierno de Vladimir Putin, es que su profuso nacionalismo, la presente corriente ultra liberal en su economía o sus filias y fobias en el campo militar, tienen quizás tanto que ver con sus propios errores, como con nuestros aciertos.

Teniendo esto aparentemente claro, resulta incomprensible la obsesión de cierta izquierda imperial o directamente profundamente enajenada en su escasa lógica estratégica, a la hora de pretender vincular cualquier crítica a la postura de la OTAN y la burguesía española en relación a la guerra entre Rusia y Ucrania, con la defensa de posturas supuestamente pro belicistas o prorrusas. Resulta intelectualmente pueril y profundamente cínico ese esfuerzo por pretender evadir los matices y desconocer el contexto que nos ha arrastrado de nuevo a la guerra en suelo europeo, exigiendo a cambio únicamente una adscripción acrítica a una especie de nuevo jingoísmo atlántico, en el que la mera palabra de quienes previamente nos engañaron en Yugoslavia, Afganistán, Irak, Libia o Siria, debe suponer ley y garantía suficiente para lograr desarrollar una fe ciega en su versión de la historia.

Y esa ha sido lamentablemente la adscripción mayoritaria de una izquierda que en el estado español hace tiempo que ha abandonado la más mínima coherencia en su análisis de la solidaridad internacionalista o el firme combate contra el imperialismo. No se trata tan solo del grave error de base a la hora de situar el inicio de este conflicto en el 24 de febrero de 2022, ignorando con ello completamente las implicaciones del golpe de estado del Euromaidan o la guerra desatada por las organizaciones militares fascistas al servicio de Kiev contra la población considerada disidente en el Donbass, ni tan siquiera de la incapacidad para identificar el resurgir de la bestia fascista en las estructuras militares y políticas ucranianas, sino que de forma alarmante, llama poderosamente la atención la manifiesta incapacidad de la izquierda española para ejercer su principal tarea como clase trabajadora organizada: la crítica al papel de su propia burguesía durante esta guerra.

Atrapados por un fantasioso relato impuesto oportunamente desde los medios de comunicación en manos del poder burgués y totalmente asimilado y reproducido por las acciones políticas de la alienada pseudoizquierda parlamentaria, el proletariado español ha visto como el argumentario de sus representantes políticos evolucionaba frenéticamente desde un vacuo llamado inicial a la paz, en el que nunca existió espacio para una crítica al militarismo estadounidense o una estrategia de renuncia a la OTAN, directamente a un apoyo entusiasta a la causa ucraniana, mediante el bloqueo comercial, mediático y cultural sobre Moscú y el envío de material bélico a Kiev, incluso apoyando para ello de forma directa las acciones de los grupos paramilitares nazis hoy ya integrados plenamente en el Ejército de Ucrania.

A consecuencias de esta clara toma de bando generalizado, lejos de informarnos acerca de las causas, consecuencias y desarrollo de la guerra en Ucrania, los medios de comunicación supuestamente progresistas, se han dedicado a reproducir sistemáticamente la propaganda bélica procedente de Kiev, sin ningún tipo de ética periodística o sonrojo profesional por las continuas informaciones parciales o directamente falsas emitidas. Lejos de ejercer como punta de lanza en la defensa de las condiciones materiales de los trabajadores del estado español y posible punto de encuentro entre el proletariado ruso y ucraniano, el sindicalismo mayoritario en el estado, representado por CC.OO y UGT, han ejercido fielmente el papel de mera comparsa de la agenda institucional al que nos tienen acostumbrados, llegando incluso a manifestarse con escaso apoyo popular contra «la agresión Rusa», al tiempo que colaboraban activamente con el actual gobierno para establecer un marco laboral y represivo que facilitase la menor conflictividad posible ante el creciente malestar debido a la evidente depauperación de las condiciones materiales de la clase obrera española, fruto directo de las consecuencias económicas derivadas de la guerra comercial contra Moscú. Del mismo modo hemos visto como nuestros órganos judiciales perdían cualquier atisbo de parcialidad, persiguiendo activamente y encarcelando a los militantes socialistas que combatieron mano a mano con el pueblo del Donbass integrados en las brigadas internacionales, mientras no solo ignoraba, sino que alentaban el esfuerzo institucional destinado a reclutar una nueva División Azul que representase al fascismo español en el bando ucraniano.

Y si ha existido un papel cainita y ciertamente bochornoso por encima de cualquier otro, ha sido sin duda alguna el del actual gobierno de España, conformado por miembros del PSOE y Unidas Podemos. Una vez más, la historia ha reservado para la socialdemocracia el escaso puñado de monedas de plata necesario con el que el imperialismo estadounidense ha podido comprar su alma y su voluntad. Con su silencio cómplice ante las mediadas económicas destinadas a ahogar al pueblo ruso y a su propia clase trabajadora, el envío continuó de armas a Ucrania o los nuevos compromisos militares con la Organización del Atlántico Norte, destinados a presionar agresivamente las fronteras rusas en medio de una escalada bélica considerable en el viejo continente, el gobierno español ejerce a día de hoy un papel activo en los planes estadounidenses destinados a escalar en la conflictividad en Europa, mediante la absurda y suicida confrontación entre la UE y Moscú. Incluso renunciando a sus propios intereses geopolíticos y dilapidando ingentes cantidades de recursos materiales en un contexto de absoluta privación para su población, el mal llamado gobierno más progresista de la historia, ha decidido asumir plenamente el papel de socio sumiso y complaciente frente a Washington. Especial mención a la deshonra de Ministros como Alberto Garzón o Yolanda Díaz que han aceptado este papel tras surgir de las filas del Partido Comunista de España.

¿Y qué hacer ante esta perspectiva?

Pues tan solo una izquierda capaz de abandonar el cortoplacismo electoralista y enfrentarse a la sincera y quizás poco agradecida tarea de argumentar ante la clase trabajadora la necesidad de confrontar el creciente militarismo que estamos viviendo, tan solo un pueblo consciente del peligro y la necedad del vasallaje europeo ante Washington y la necesidad de avanzar a una Europa de los pueblos frente al delirio belicista de la Europa de los mercados, puede a día de hoy comenzar a poner freno al desastre absoluto que estamos encarando. Debemos abrir los ojos y poner fin a la guerra entre pueblos que hoy vivimos entre Rusia y Ucrania, pero para ello previamente debemos iniciar la urgente tarea de tomar consciencia de nuestros propios vínculos como clase trabajadora y de este modo lograr arrebatar la iniciativa y el poder a nuestras propias burguesías. Urge encarar la vía del internacionalismo proletario a la paz.

Por el derecho de autodeterminación y la paz entre pueblos, por la revolución proletaria, la guerra entre clases y el firme camino al socialismo!

1 Comment

  1. La socialdemocracia siempre alineada con el imperialismo. La historia se repite una y otra vez. Tomemos nota de ello y actuemos en consecuencia.

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