Zakaria Zubeidi, una vida marcada por la lucha contra el sionismo

Durante la Segunda Intifada, se dijo que la ley y el orden de Yenín dependían más de Zakaria Zubeidi que de las fuerzas de seguridad palestina, a pesar de que esté desarrolló una buena amistad con Yasser Arafat.

Por Angelo Nero

Zakaria Mohamed Abdelramán Zudeidi, nacido en 1976, es hijo de un profesor de inglés, miembro de Fatah – Movimiento Nacional de Liberación de Palestina fundado en 1958 por Yasser Arafat-, que después de varias detenciones se convirtió en activista por la paz. Ya a finales de los ochenta, con su padre ya fallecido, durante la primera intifada, su madre, Samira, ofreció su piso en Yenín como uno de los lugares de ensayo del “Arna’s House”, un grupo de teatro infantil creado por la activista israelí de derechos humanos Arna Mer-Khamis, donde participaron Zakaria y su hermano mayor, Daoud.

A los 13 años, cuando era estudiante en la escuela de la UNRWA (United Nations Relief and Works Agency for Palestine Refugees in the Near East), en Yenín, recibió su primer disparo por los soldados sionistas, cuando participaba en una manifestación de protesta, por lo que estuvo hospitalizado durante medio año y tuvo que someterse a cuatro operaciones, pese a las cuales quedo con graves secuelas, que le derivarían en una notable cojera de por vida. A los 14 fue detenido por primera vez y encarcelado durante seis largos meses, convirtiéndose en un representante antes las autoridades de la prisión de los niños palestinos. Un año después de su liberación fue detenido otra vez, bajo la acusación de lanzar cócteles Molotov a las fuerzas de ocupación y esta vez la pena fue más severa, y le costó cuatro años y medio de prisión. Durante estos años se afirmó en su compromiso político, aprendió hebreo y se unió al partido dónde había militado su padre, Fatah.

A los 17, cuando volvió a las calles de la Palestina ocupada, tras los acuerdos de Oslo, firmados por Yasir Arafat e Isaac Rabin, que abrió una pequeña esperanza de paz en Oriente Medio, Zakaria Zubeidi se unió a las Fuerzas de Seguridad Palestinas, donde alcanzó el grado de sargento, aunque no estuvo en sus filas más de un año, desilusionado con la corrupción que ya comenzaba a corroer los círculos de poder palestinos. Trabajó durante dos años en la construcción en Israel, de forma ilegal, hasta que fue nuevamente detenido y deportado a Yenín.

A los 21, volvió por quince meses a las prisiones israelís, bajo la acusación de conducir un coche robado, y tras su liberación trabajó como camionero, hasta que en septiembre de 2000 perdió su trabajo cuando Cisjordania fue sellada por el ejército hebreo, tras el estallido de la Segunda Intifada.

Fue a partir de esta segunda revuelta popular palestina, cuando Zubeidi, con 25 años se une a la resistencia armada, según algunas informaciones tras el asesinato de un amigo, aunque lo que realmente es determinante en su compromiso de combatir con cualquier método al sionismo, fue el asesinato de su madre, Samira, por un disparo de un francotirador del ejército israelí, y el de su hermano, Taha, poco después, durante una incursión de las tropas de Tel Aviv. En esa ofensiva, centrada en el campo de refugiados de Yenín, fueron asesinados más de cincuenta palestinos, y unas 2.000 quedaron sin hogar, ya que el ejército demolió cientos de casas a su paso, entre ellas la de la familia Zubeidi.

Después de esto ya no había esperanza alguna para la paz, y Zakaria se unió a las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa, creadas por Fatah en la Segunda Intifada, y pronto se convirtió en uno de sus comandantes en Yenín, por lo que fue señalado por el estado sionista como uno de los hombres más buscado en Cisjordania, y por ello fue imputado como el autor de varios atentados, aunque las autoridades hebreas no pudieron impedir que fuera considerado como “El símbolo de la Intifada”.

Mientras tanto, el hijo de la fundadora de “Arna’s House”, el actor israelí Mer-Khamis, regresó a Yenín en 2002, buscando a los niños que habían formado el grupo de teatro infantil, y se encontró con Zubeidi convertido en un mito de la resistencia, a Daoud en prisión, condenado a 16 años, y a otros de aquellos niños muertos, -como Yussef o Nidal, en un ataque suicida- y lo registró en un documental sobre el grupo “Arna’s Children”, que consiguió el premio «Mejor largometraje documental» en el Festival de Cine de Tribeca de 2004 y el premio a mejor película en el One World Film Festival de Praga. Mer-Khamis fue asesinado en 2011, a la salida del teatro de Yenín, que el mismo había fundado.

Durante la Segunda Intifada, se dijo que la ley y el orden de Yenín dependían más de Zakaria Zubeidi, que de las fuerzas de seguridad palestina, a pesar de que esté desarrolló una buena amistad con el líder de Fatah, Yasser Arafat. Israel ya había intentado su asesinato en cuatro ocasiones, pero tras la muerte del presidente palestino, las tropas israelíes lanzaron una ofensiva sobre Yenín, con la intención de acabar, de una vez por todas, contra el símbolo de la Intifada.

En 2004, en las elecciones presidenciales palestinas, apoyó, con ciertas reservas a Mahmoud Abbas, declarando una tregua de las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa, que rompió en septiembre del año siguiente, cuando las tropas sionistas mataron a uno de sus comandantes, Samer Saadi. Para intentar desactivar a la resistencia armada de Fatah, el primer ministro israelí, en 2007, les ofreció una amplia amnistía a sus militantes, entre los que se encontraba Zubeidi.

Ya alejado de las armas, fue contratado al año siguiente por Mer-Khamis, como director del Freedom Theatre de Yenín, cuyo objetivo era impulsar la lucha por la liberación palestina en base a la música, la poesía, el teatro y el cine, creando un movimiento artístico que promoviera la no violencia.

Aunque siguió siendo una figura muy respetada dentro del activismo palestino, y en la sexta conferencia de Fatah, en 2009, pidió a los delegados que adoptaran un programa de resistencia en caso de que estallara una tercera intifada, y que se redoblaran los esfuerzos por unir Cisjordania y Gaza, entonces ya gobernadas por facciones irreconciliables del movimiento palestino, Fatah y Hamas.

En diciembre de 2011, Israel revocó su indulto, y estuvo detenido en la cárcel de Jericó por la Autoridad Palestina, que ya había arrestado a su hermano una semana antes, y se embarcó en una huelga de hambre para exigir su liberación, denunciando las pésimas condiciones de la prisión y los tratos inhumanos que sufrió por los carceleros a las órdenes de Abbas: “los funcionarios de la prisión le habían obligado a beber agua del retrete, le ataban en repetidas ocasiones las manos y lo colgaban en una posición elevada y dolorosa durante días, y que lo llegaron a atar a una puerta de hierro al aire libre, al calor”.

Cursó estudios en la Universidad de Birzeit, pero antes de que pudiera finalizarlos fue detenido otra vez y llevado ante un tribunal militar israelí, que lo acusó de haber participado en actividades terroristas, en 2019, y fue internado en la prisión de Gilboa.

Fue en la madrugada del 6 de septiembre, donde cinco presos, integrantes de la Yihad Islámica, junto con Zakaria Zubeidi, se escaparon de la prisión israelí de máxima seguridad de Gilboa, ubicado en el antiguo pueblo palestino de Shutta, donde ahora está ubicado el kibutx de Beit HaShita, a un puñado de kilómetros de la frontera –por llamarla de alguna forma- de la Cisjordania ocupada. Con el más antiguo método de fuga, el de un túnel excavado desde el interior de una de las celdas, la fuga puso en evidencia a todo el sistema penitenciario hebreo, que mantiene encarcelados a cerca –los ocupantes sionistas tampoco dan un número exacto- de seis mil presos palestinos, entre ellos más de doscientos menores de edad. La fuga fue celebrada por el pueblo palestino, a quien apeló la Yihad Islámica para que dieran cobijo a los evadidos, a la vez que celebraba la operación como “un gran acto heroico”.

El pasado 11 de septiembre, tras una operación sin precedentes de las fuerzas policiales y militares sionistas, en una auténtica “caza del hombre”, Zakaria Zubeidi y dos de sus compañeros de fuga fueron capturados, siendo golpeados en su traslado y torturados posteriormente, de tal modo que, según declaraciones de su hermano Yaina, fue ingresado en un hospital, donde reportaron su muerte cerebral, este lunes 13. Como consecuencia de este hecho, unos 1.400 presos palestinos comenzaran este mismo viernes una huelga de hambre para denunciar las graves condiciones humanitarias de las prisiones israelís.

Zakaria Zubeidi sigue luchando, desde la cama de un hospital israelí, esta vez, por su vida.

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