Por Daniel Seixo
«Un militante tiene que estar allá donde es más útil en cada momento.»
Pablo Iglesias
«Salvo el poder, todo es ilusión.«
Vladimir Ilich Ulianov, «Lenin»
No han resultado precisos grandes conclaves como aquel tercer congreso socialista celebrado en España tras la dictadura franquista, ni tampoco hemos tenido que asistir con el corazón en un puño a magnas diatribas ideológicas en el seno de la militancia de izquierda, tal y como se produjeron durante el IX Congreso del Partido Comunista de España, pero esta mañana de marzo, Pablo Iglesias, tal y como Felipe González y Carrillo lo habían hecho antes, sí ha decidido hacer suya parte de aquella herencia caudillista para lograr redirigir la nave ateniéndose principalmente a los cálculos electorales que amenazan el futuro más inmediato de su formación política.
Postulándose como candidato a la presidencia de la comunidad de Madrid, la decisión del líder de Podemos viene a remover los cimientos electorales de una política española que a estas horas todavía continúa digiriendo las prolongadas réplicas producidas por la fallida intentona de Inés Arrimadas para hacerse sigilosamente con el poder en Murcia. Tras el fracaso sin paliativos de la iniciativa de la formación naranja y atendiendo al posterior golpe en la mesa propiciado por la popular Isabel Díaz Ayuso – tras romper su pacto de gobierno con Ignacio Aguado “El breve”, para abocar a los madrileños a un adelanto electoral – el colofón a esta serie de causalidades más propias de la realpolitik de Netflix que de la política útil en tiempos de pandemia, se consagraba al fin cuando el vicepresidente de Derechos Sociales y Agenda 2030 anunciaba su salida del Gobierno de coalición para bajarse de nuevo al fango electoral a la vez que con magnánima indiferencia señalaba a la que debe ser su sucesora, la actual ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. Ni tutelas, ni tu tías que dirían en tiempos no tan lejanos. La presencia del líder sigue fijando el camino.
No cabe duda de que el hasta ahora Vicepresidente logrará superar ese 5% de los votos necesarios para que su formación no pierda su lugar en Madrid
A lo largo de su historia, Podemos ha estructurado su identidad política surfeando los compromisos ideológicos o la definición exacta del partido. Sin estridencias, ni un compromiso con su militancia al uso. Apostando por la descomposición gradual de sus adversarios y abriendo sus puertas a un espacio común para el votante progresista. Desde aquel viejo teatro del barrio de Lavapiés, pasando por Vistalegre, el llamado pacto de los botellines o la reciente formación de un gobierno de colación con el PSOE – antaño considerado parte de la casta – han sido muchos los sucesos que han tenido lugar en el entorno de un partido que quiso asaltar los cielos, pero que pronto se topó con los tiempos, las limitaciones y las enormes hipotecas del parlamentarismo. La disyuntiva de aquel “Podemos para ganar” frente a un “Podemos para la protesta“, hoy se ve lentamente diluida ante la dura realidad de una formación política que incapaz de vencer, decidió finalmente gobernar, sin mostrarse por ello capaz de reestructurar sus engranajes internos para alcanzar tal cometido. Podemos se ha mostrado en ese aspecto incapaz de dejar atrás su papel de oposición, pese a estar en el poder. Una clara seña de las obvias debilidades internar de los de Iglesias. El temprano sacrificio de Anticapitalistas, las decepciones constantes en su nuevo papel de hombre de estado frente a los movimientos sociales, las conspiraciones palaciegas, la marcha de Errejón, las disputas mediáticas y un largo etcétera de trabas en el camino han arrastrado a Iglesias y a los suyos a una eterna dicotomía entre el izquierdismo discursivo y el mero pragmatismo electoralista. Una dicotomía que en más ocasiones de las deseadas se ha visto solucionada a golpe de anuncios estrella, giros inesperados de guion e inconmensurables personalismos que poco a poco han renunciado a la perspectiva de la consolidación de un partido político, una verdadera herramienta de transformación social, para abandonarse únicamente a la realidad de una plataforma electoral con fecha de caducidad por determinar.
Pese al prolongado intento por fagocitar la estructura de Izquierda Unida en aras del propio beneficio de la formación morada, Podemos no goza hoy de una estructura militante mucho mayor que la de aquel endeble castillo de naipes organizado durante el apresurado paso de la concepción de un movimiento ciudadano a la realidad de una formación política dispuesta a disputar elecciones. El abuso del personalismo, la excesiva verticalidad y centralidad de la toma de decisiones en el seno del partido e incluso ese punto casi mesiánico que ha llegado a caracterizar algunas de las estrategias políticas de Pablo Iglesias, han rematado por dinamitar absolutamente las dinámicas con el cuerpo social del partido. Abocando en algunos puntos a una ruptura absoluta entre las posturas de parte de la militancia y las estrategias personalistas de su líder. Apenas una semana después de las tensiones surgidas en el partido por el arranque de rebeldía de parte de sus cuadros ante la postura adoptada por la regencia del partido ante la llamada “Ley trans”, Iglesias vuelve a demostrar no solo su disposición a no tomar nota de las tensiones crecientes en su formación, sino la insistencia en su particular enajenación a la hora de hacer gala de una concepción poco democrática en la toma decisiones, concepción que él mismo esbozó durante la Universidad de Verano de Izquierda Anticapitalista celebrada en Segovia en agosto de 2014: “Uno puede afrontar lo que representa ir a las elecciones de una manera masculina: con cojones. Esto significa decir al enemigo aquí estamos yo y mis pelotas (…) Hay otra forma de ver la política más femenina. Es asumir que a hostias perdemos, que no hay fuerza para un contrapoder“. Un exceso de testiculina de sobra conocido en Iglesias, que no siempre ha facilitado su posible entendimiento con socios necesarios para sus proyectos. No en vano, Mónica García, candidata de Más Madrid a la presidencia de la comunidad, alertaba en este mismo sentido al líder de Podemos ante la posibilidad de entablar conversaciones de cara a una aparentemente complicada confluencia electoral: “Hablaremos de todo sin imposiciones y a ser posible, sin mucha testosterona“.
A lo largo de su historia, Podemos ha estructurado su identidad política surfeando los compromisos ideológicos o la definición exacta del partido
Del mismo modo que aupado por las audiencias y las polémicas televisivas Iglesias decidió asumir el mando de su organización política, llegando a estampar su rostro en las papeletas de Podemos de cara a las elecciones al Parlamento Europeo de mayo de 2014, en las que consiguieron un magnifico e inesperado resultado, el Macho Alfa ha querido de nuevo plantar sus pelotas sobre la mesa renunciando a su Vicepresidencia y presentándose como candidato frente a Isabel Díaz Ayuso en Madrid, intentando evitar de este modo un resultado por debajo del 5% que dejaría sin lugar a dudas a su formación directamente herida de muerte y a merced de la estocada final de un PSOE que se ha mostrado capaz de maniobrar para desestabilizar el futuro de la formación morada sin tener por ello que renunciar a las obligaciones de gobierno o al apoyo de su electorado. Las luchas internas, las purgas, expulsiones, escisiones y ataques mediáticos continuos, han “obligado” a Unidas Podemos a mover sus escasas fichas con la intención de lograr seguir el ritmo de las causalidades políticas desatadas en Murcia.
No cabe duda de que el hasta ahora Vicepresidente logrará superar ese 5% de los votos necesarios para que su formación no pierda su lugar en Madrid, tal y como tampoco debemos tener duda alguna acerca del aliciente que la posibilidad de enterrar a Iglesias en una anodina vida en la oposición de la Asamblea madrileña supondrá para una derecha que en caso de concentrar su voto en ese apetecible objetivo, puede terminar transformando a Ayuso en una especie de sueño trepista liberal en el que la antaño gestora de la cuenta de Twitter de Pecas, el perro de la baronesa Esperanza Aguirre, termine convirtiéndose en la nueva y casposa dama de hierro madrileña. Comunismo o Libertad, Voto útil o Fascismo, eslóganes fáciles, campañas mediáticas y visiblemente vacías por dentro, todo en medio de una pandemia en la que los cargos políticos pueden ser abandonados por el interés del partido, las carteras pesan menos de lo que en tiempos electorales se nos había prometido con insistencia y las ideologías, la militancia y el compromiso político pasan de soslayo ante unos juegos de filias y fobias que sin duda amenazan a medio plazo con hacer irrespirable nuestra política. Aunque en términos cortoplacistas, permitan respirar hasta mayo a Podemos con una puesta arriesgada, a medio camino entre la genialidad y el suicidio. Tendremos que esperar por tanto a ese 4 de mayo para conocer si finalmente el emperador de la formación morada camina desnudo, su apuesta política mientras tanto se basa en transformar este impasse en una espectacular trama televisiva con la que lograr atraer en gran medida a su potencial audiencia.
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