Yo acuso. Carta al militante de izquierda

Señor: Me permitís que abochornado por la desastrosa situación a la que se aboca la clase obrera europea, y especialmente la española, me preocupe por vuestra gloria y os diga que nuestra estrella, tan feliz hasta hoy, está amenazada por nuestros propios errores.

No permitamos pues que nuestra desilusión frene nuestra fuerza, no permitamos que nuestra tristeza frene nuestra rabia. El pueblo ha hablado en numerosas ocasiones, vecinos y vecinas, compatriotas, compañeros de trabajo y de estudios, diversas vidas y diversos motivos tras cada uno de los españoles que han decidido una vez tras otra otorgar la confianza a los partidos que funcionan como auténticos pilares del régimen del 78, que han decidido -fuese cual fuese el motivo- que la corrupción, los recortes, la precarización del trabajo o la política entendida como sociedad anónima totalitaria no tengan consecuencias para quienes así la practican. Se ha acabado el tiempo de tirar balones fuera, de tildar de indolentes o analfabetos políticos a los votantes que han decidido no confiar en la izquierda, no creo que esa actitud pudiese aportar nada a nuestra causa, y de hecho esa actitud únicamente nos perjudica.

Tenemos en la izquierda, en la izquierda académica al menos, un problema para entender  al pueblo llano, al proletariado, y tenemos pues un serio problema, puesto que es a ellos a quiénes se supone queremos representar. Desde muchos partidos se piensa en el trabajador español como pensaría un evangelizador castellano de los indígenas en el Nuevo Mundo, y esto no es de extrañar cuando uno habla de las luchas de nuestros abuelos y abuelas, de las huelgas generales, de los presos y presas políticos, de las revoluciones latinoamericanas, de los guerrilleros, de las luchas obreras con compañeros y compañeras que nunca volvieron a casa, pero lo hace escondido tras un discurso de clase media o desde las universidades y platós de televisión, nunca desde la calle o en las fábricas.

Nadie en la izquierda podía ya esperar nada de un PSOE, que hace tiempo dejó de lado a la clase trabajadora y a la conciencia social para servir como policía bueno en el juego del IBEX 35, nadie podría esperar nada de ellos, excepto quizás el respeto a su pasado. Por desgracia, los coqueteos con la derecha, el apoyo sin fisuras a la aplicación del artículo 155 en Catalunya o la falta de iniciativas parlamentarias realistas para exigir una reforma del marco constitucional, siguen suponiendo buenas razones para que todos aquellos que dieron su vida a lo largo de la historia por los valores que dice representar el PSOE, sigan hoy revolviéndose en su tumba al contemplar la claudicación de su partido ante los poderes económicos.

Podemos, nació en su origen como un partido político que acogía el desencanto de la ciudadanía con la clase política tradicional en nuestro país, nacía de una muestra histórica de movilización ciudadana en nuestro estado como fue el 15M, pero nacía también del miedo a definirse, de la transversalidad y de la renuncia a cualquier tipo de protesta que pudiese asociarse con la violencia ejercida de abajo hacia arriba, fuese esta en forma de disturbios en las calles o de boicot obrero al empresariado. Podemos nacía en sus propias palabras de la ilusión y el descontento, pero lo hacía muy probablemente -sin que ellos mismos se diesen cuenta- para difuminar la rabia y la alternativa al sistema imperante. Pablo Iglesias surgía del mundo universitario y de las redes sociales como un comunista convencido, como un chavista, como un antisistema, pero se ha terminado encontrando -fruto de las necesidades electoralistas- ante una caricatura de si mismo que por la mañana tilda de socialdemócratas a Marx y a Engels, y por la tarde sin apenas reflexión habla de la decepción que supuso para la izquierda un Felipe González al que está siguiendo años después en el camino que lo llevó a cometer sus peores errores. Podemos es hoy el recuerdo de aquel partido que  criticaba la barbarie militarista de la OTAN, y la peligrosa realidad política de quienes apostaron por Julio Rodríguez como miembro activo de su partido.

Se equivocó Iglesias en su estrategia, se equivocó al estructurar su discurso y volvió a equivocarse al poner el foco electoral en donde lo hacían sus rivales. Podemos nunca debió de entrar en la lucha por un voto de centro que ha supuesto el mejor invento de la derecha desde el fascismo, su identidad y su compromiso de cambio era con los votantes de izquierda y con ellos debía encarar la batalla electoral, por desgracia la historia no se produjo así. Mientras Estibadores o Taxistas salían a la calle a luchar por sus derechos, en la izquierda se acallaban los ecos de las calles y se tranquilizaba a los españoles en los editoriales de siempre.

Ante todo la verdad, y la verdad es mi señor que nosotros perdimos la batalla contra la derecha, la perdimos cuando no supimos presentar una alternativa a un régimen del 78 que se ahoga en su propia miseria, pero que no deja salida dentro de su legalidad para quienes se encuentran ahogándose con él. La perdimos cuando no supimos tejer alianzas internacionales contra el sistema capitalista y nos avergonzamos de nuestras luchas y de nuestra identidad, y las perdimos especialmente, cuando decidimos que política y barricadas eran ya incompatibles.

Si somos capaces de sentirlo como nuestro, si somos capaces de transformar el dolor del pueblo en acciones y en cambios de conciencia, no solo en promesas y votos, entonces la derrota de hoy será la victoria de mañana, pero para ello es necesaria la reflexión y la autocrítica

Señor  concluyamos, que ya es tiempo.

YO ACUSO a tantos y tantas españolas de dejarse caer en la apatía política, en el “todos son iguales” o lo que es peor, en la complicidad con los que nos roban y nos humillan con sus políticas

ACUSO a todo una generación de españoles de ver con miedo, pero también con cobardía, como se desmantelan los derechos sociales por los que otros derramaron tanta sangre

ACUSO a nuestra clase política por dejar caer hasta lo más bajo el nivel del debate en nuestro país, por apelar a las pasiones y no a la razón, y los acuso de hacerlo con plena conciencia y para su propio beneficio

ACUSO al señor Pablo Iglesias y a muchos y muchas en su partido, pero también en  sus partidos aliados, de renunciar a sus orígenes, de querer convencer al electorado de ser dignos de la confianza de su voto, cuando ellos mismo renunciaron a sus ideas por miedo a perder apoyo electoral

ACUSO a sindicatos y a sindicalistas de abandonar la lucha social cuando la frustración y el descontento más necesitaba ser canalizado en las calles y en las fábricas de nuestro país

ACUSO a la izquierda intelectual y académica de dejar escapar un momento histórico en nuestro continente para presentar una alternativa radical al sistema capitalista, una alternativa con la que dar aire y esperanza a quienes no encuentran una salida digna y verdadera al margen del sistema

ACUSO a la prensa española de convivencia y mercantilismo político al servicio del poder, cada gran medio con diferentes dueños pero con un mismo fin y una misma táctica: la manipulación informativa

Y por último: yo acuso al propio sistema por ser cruelmente inhumano y depredador, por carecer de sentimientos o propósitos más allá de los meros beneficios o el consumo. Por no poner nombre y cara a las personas, y por no considerar suficiente ningún sacrificio en el altar del capitalismo.

No ignoro que, al formular estas acusaciones, arrojo sobre mí el propio peso de las mismas como ciudadano y militante de una izquierda derrotada hoy, pero combativa mañana. Y voluntariamente me pongo a disposición de cualquiera que sea la tarea para construir alternativa

En cuanto a las personas a quienes acuso, debo decir que ni las conozco ni las he visto nunca, ni siento particularmente por ellas rencor ni odio. Las considero compañeros, personas con sus defectos y sus virtudes, y el acto que realizo aquí, no es más que un medio para intentar llevar la revolución a una izquierda dormida, huérfana de ejemplo.

Sólo un sentimiento me mueve, sólo deseo que la luz se haga, y lo imploro en nombre de la humanidad, que ha sufrido tanto y que tiene derecho a ser feliz. Mi ardiente protesta no es más que un grito de mi alma, un deseo para que quienes hoy se equivocaron a mi parecer, mañana sean quienes compartan nuestros aciertos, bien en primera línea o bien en la retaguardia, el cambio no debe suponer nunca simplemente un nombre o unas siglas. Existe futuro y esperanza, al igual que sigue existiendo rabia y dolor, si somos capaces de sentirlo como nuestro, si somos capaces de transformar el dolor del pueblo en acciones y en cambios de conciencia, no solo en promesas y votos, entonces la derrota de hoy será la victoria de mañana, pero para ello es necesaria la reflexión y la autocrítica.

Todavía hay tiempo para reaccionar. Así lo espero.

1 Comment

  1. No se puede hablar más claro. Y lo peor es que la juventud de 18 a 45años sigue dormida, tapando su cabeza con la almohada, esperando a que sus mayores les resuelvan su futuro, sin darse cuenta que son ellos mismos el futuro de este país.
    Gracias Daniel por tu grito para despertarnos si es que no estamos muertos.

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