Yemen, la guerra que perdió occidente

Guadi Calvo
En marzo próximo se cumplirá cinco años de la bestial embestida que el reino Saudita acometió contra Yemen, que se encontraba entonces inmerso en una guerra civil, entre el grupo Ansarolá (Seguidores de Allah) más conocido Houthis por su líder Hussein Badreddin al-Houthi, una fuerza de milicianos compuestas fundamentalmente por chiíes (25 por ciento de […]

En marzo próximo se cumplirá cinco años de la bestial embestida que el reino Saudita acometió contra Yemen, que se encontraba entonces inmerso en una guerra civil, entre el grupo Ansarolá (Seguidores de Allah) más conocido Houthis por su líder Hussein Badreddin al-Houthi, una fuerza de milicianos compuestas fundamentalmente por chiíes (25 por ciento de la población, frente a un 75 sunita) y amplios sectores sunitas, pobres, de los que se cree reciben apoyo de Irán y el Hezbollah, libanes, aunque en cinco años de guerra los servicios de inteligencia occidentales no ha podido mostrar ninguna evidencia concreta, intentaban derrocar al espurio gobierno de Abd Mansour al-Hadi, quien tras el derrocamiento de presidente Alí Abdullah Saleh, una de las «víctimas» de la Primavera Árabe, en un extraño enroque asumió él la presidencia, que cuenta con el apoyo de occidente, la Unión Europea (UE), los Estados Unidos, Israel y una larga lista de países musulmanes que encabeza Arabia Saudita, quien ha cargado prácticamente con todos los costos financieros y políticos, de esta guerra junto a su principal socio los Emiratos Árabes Unidos (EAU) y dos jugadores infaltables en todas las crisis regionales al-Qaeda en la Península Arábiga y la Wilayah Yemen, del Daesh, que actúa con siete organizaciones, diferenciadas por el nombre de la región en la que operan, Wilayah Sana’a, en los alrededores de la capital, Wilayah Aden-Abyan, en torno al puerto del Indico, entre otras. Conflicto, que ha generado la mayor crisis humanitaria del mundo, con cientos de miles de civiles muertos, aunque Naciones Unidas desde hace años ha quedado estancada en los 10 mil muertos, cuando solo en 2019, el año más violento de la guerra murieron al menos 20 mil personas, además de la infraestructura del país demolida y 3,3 millones desplazados y 24,1 millones, con necesidad de asistencia sanitaria y alimenticia, ya han muerto miles por cólera y se acaba de conocer que en noviembre último un peligroso brote de dengue por el que ya habrían muerto cerca de 300 personas en la ciudad puerto de al-Hodeidah, donde todavía existe un frente activo, en una batalla que lleva estancada desde noviembre de 2018.

Lo que se creyó, inicialmente, iba a ser prácticamente un desfile militar, se ha convertido en la pesadilla más importante de la familia real saudita y para el resto de sus socios, involucrados en un verdadero genocidio, que en algún momento deberán hacerse cargo.

Tras el demoledor ataque con drones de las fuerzas houthis contra las refinerías de la Saudí-Aramco en Abqaiq y Khurais al este del reino, el 14 de septiembre de 2019, en la que Riad debió desplegar toda su experiencia y recursos técnicos y económicos, para volverlas a poner en marcha, mientras quedó claro que la guerra también se libraba en tierras wahabitas, (Ver: «Yemen: Más tormentas en el Golfo Pérsico«) y el secreto a voces, que se intentaba acallar, quedó rotundamente expuesto: la resistencia del pueblo yemení, hacía tiempo que había pasado de planteos defensivos a una fuerte ofensiva que ha obligado al príncipe heredero Mohamed bin Salman, a pactar con los separatistas del sur yemení, buscar canales de negociación con los Houthis. Mientras no deja de amontonar escándalos bajo el trono, como el asesinato en el consulado del reino en Estambul, del hasta hacía poco tiempo colaboracionista Jamal Khashoggi, que había recalado en el Washington Post tras caer en desgracia con su amo y el más reciente y perturbador de esos escándalos, el hackeo del teléfono celular de Jeff Bezos, el dueño de Amazon y del Washington Post, quien ha llevado una campaña muy hostil, contra el hombre fuerte de reino.

Como si la crisis de Bezos, hubiera sido poco para amargar los días del príncipe, desde el 18 de enero posiciones sauditas en Yemen fueron atacadas con una combinación de drones y misiles. El objetivo fue el campo de entrenamiento militar de al-Estiqbal, en la provincia de Marib, al este de Saná, utilizado tanto por efectivos de la coalición, como de las tropas de Mansour al-Hadi, lo que han puesto todavía más nerviosos a la coalición encabezada por Riad. Los ataques dejaron cerca de 120 muertos y más de 150 heridos Tras lo que estallaron una serie ataques de la coalición saudita contra posiciones houthis en las provincias de Sanaa y Saada, y la posterior muerte de Jaber al-Muwaed, un alto comandante de la resistencia houthi. El 22 de enero también se registraron combates en cercanías de Sanaa

Esta nueva escalada en la provincia de Marib, a unos cien kilómetros al este de la capital de Yemen, Sanaa, rica en petróleo y que mantuvo una relativa estabilidad a pesar de la guerra han generado temor por la suerte de algunos mínimos avances diplomáticos en procura de la paz luego del ataque a las refinerías. Llegando a discutirse la creación de una zona de amortiguación a lo largo de la frontera internacional y el intercambio de algún centenar de prisioneros de uno y otro bando.

Se creer que el ataque del día 18, está vinculado al magnicidio del general iraní, Qassem Soleimani, en el aeropuerto de Bagdad, el pasado cuatro de enero (Ver: Qassem Suleimani ¿quién detendrá a la muerte?) lo que resultaría, hasta ahora, la acción más efectiva en venganza de la muerte del general.

Los amigos de Sudán

Si bien son muchísimos los responsables del genocidio yemení, fundamentalmente los grandes productores de armamento, casi todos occidentales: Estados Unidos, Reino Unido, Francia y España, que tienen a los saudita como al mejor de sus clientes, lo que los obliga a brindarle, una eficiente cobertura política y mediática, desde donde no se levanta ninguna voz condenatoria. Pero la diplomacia del petrodólar, tan bien aplicada por Riad, desde hace décadas la ejerce con naciones que solo pueden colaborar con las vidas de muchos de sus ciudadanos, que han llegado a morir a Yemen, sin saber siquiera que se estaba jugando.

De ellas se estima que Sudán es quien más ha colaborado con unos 30 mil mercenarios y que a pesar del reconocimiento houthi sobre su calidad como combatientes, han sido miles los que han muerto, mientras otro miembros de la coalición han preferido colaborar de manera más limitada, restringiendo su participación a ataques aéreos o participando con fuerzas navales. Los veteranos houthis afirman que a lo largo del conflicto, en muchas oportunidades han debido combatir contra los sudaneses, pero que nunca han visto ni a sauditas, ni emiratíes, en la línea de fuego,

El régimen sudanés, por entonces a cargo del genocida Omar al-Bashir, no dudó en lanzar sus fuerzas a la guerra terrestre. No cabe dudas que al-Bashir, hoy condenado a solo dos años de prisión por las mismas fuerzas armadas que lo sostuvieron durante treinta años, habrán incrementado su fortuna personal y la de los mismos generales que lo derrocaron, gracias a las compensaciones de Riad.

Los combatientes sudaneses proviene de una fuerza paramilitar de triste memoria durante la represión iniciada en 2004 en Darfur, donde se produjeron al menos 400 mil muertos considerando las cifras muy conservadoras de Naciones Unidas. Esa fuerza represiva, entonces conocida como Janjaweed (Jinetes Armados) al mando Mohamed Hamdan Dagalo, un antiguo vendedor de camellos, reconvertido en un poderoso general, muy fortalecido tras el golpe contra al-Bashir, en abril último, que también maquilló a su antigua milicia, dándole estatus militar a las que llamó: Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF), de donde son las mayoría de los mercenarios destinados a Yemen, entre los que se sospecha también hubo niños-soldados.

Se estima que al menos 8 mil de estos soldados han sido muertos, heridos, o tomados prisioneros en batalla contra los houthis desde 2015, a lo largo las líneas de combate: Taiz, Hajjah y al-Hodeidah.

Por otra parte las fuerza houthis han denunciado que los soldados sudaneses han sido lanzado a verdaderas misiones suicidas, al tiempo que durante las negociaciones de intercambios de prisioneros nadie ha reclamado por ellos. Fuentes yemeníes han confirmado que cerca de 6 mil soldados sudaneses ya han abandonado el país a los que le continuará la totalidad de los efectivos, tal como lo había prometido el nuevo Primer Ministro sudanés del gobierno de transición Abdalla Hamdok.

En el puerto yemení de Moca, en la costa del Mar Rojo, donde estuvo asentado el grueso de las fuerzas de Jartum, no han dejado un grato recuerdo a los pobladores civiles quienes han responsabilizado a los africanos, de incontable casos de violaciones contra mujeres, robos y saqueos

Tras la retirada sudanesa del estratégico puerto de Moca, la plaza fue cubierta por fuerzas emiratíes al mando de Tareq Saleh, sobrino del ex presidente Alí Abdullah Saleh, muerto en 2017, tras haber traicionado a los houthis, de quien fue aliado desde 2014.

La pavorosa guerra asimétrica que libra el pueblo yemení contra un poderoso conglomerado de naciones armado por Arabia Saudita todavía no se resuelve y su desenlace es tan incierto que nadie podría arriesgar el nombre del ganador de esta guerra, aunque sí es seguro, que ya la ha perdido Occidente.


Fuente: Rebelión

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.


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