Y el bichito se agarró a la bandera de España en el Barrio de Salamanca

Por Javier Cortines

El Covid-19 se agarró con fuerza a la bandera de España en el madrileño Barrio de Salamanca y mutó, cual insecto de Kafka, en esvástica de la derecha. Ahora esos fantoches que golpean cazuelas con palos de golf, cucharas de plata y manos de porcelana piden la dimisión del Gobierno porque “ha parado la máquina de hacer dinero” y porque -siguiendo el mantra de Trump- “salvando la economía, me salvo yo”.

La rojigualda ya no puede estar más envenenada. Su olor a franquismo, Valle de los Caídos, mente estrecha, Santa Inquisición y regresión, produce náuseas a la gente que anhela “aire puro”, un planeta sin depredadores y un futuro sin el lastre carpetovetónico de los meapilas de la raza aria. Si cerraron Madrid fue simplemente porque era el epicentro de la pandemia y se quiso evitar un mal mayor.

“Paradójicamente” las manifestaciones de “la crème de la crème”, que se han extendido por media Hispania, han conseguido dos de sus grandes reivindicaciones: la caza deportiva y la pesca deportiva. Se acabaron las visitas de delfines, orcas y ballenas a nuestras costas. La regeneración marina en los jardines de posidonias. La salvaje belleza de los animales que se desplazaba, cual bosque de Shakespeare (Macbeth), a nuestras ciudades cuando retrocedió a la cueva el Homo Consumens.

Los voceros del sistema nos dijeron, con una hipocresía que sonroja al mismo dios, que estaban de luto por la muerte de tantos viejecitos y  viejecitas que construyeron con su esfuerzo y sacrificio España. ¡Mentira! ¡Puta mentira! Esta sociedad excluye, margina y desprecia a los ancianos (con rarísimas excepciones) y adora a las personas fuertes y activas que consumen compulsivamente, que escalan a golpes de guadaña la torre del éxito y arrojan monedas a los pobres que quedaron a las puertas de sus fábricas.

¡Mentira! ¡Puta mentira! En el Extremo Oriente confucionista (China, Corea, Taiwán, Singapur, Hong Kong, etc.) los ancianos mueren en casa porque los hijos –con la excepción de los que no tienen un céntimo- tienen el deber moral de cuidarles hasta el final. En España ¿Cuántas personas de la tercera edad fueron enviadas a residencias porque eran un estorbo? ¿Cuántas familias no soportaban las manías de los viejos? Se mezclan tanto las lágrimas de cocodrilo con las verdaderas, que ya nadie sabe dónde está el cuenco para llorar. El altar para pedir perdón.

A medida que regresamos a “la normalidad” los muertos se instalan en Comala (1) ese pueblo de lamentos y aullidos donde habitan fragmentos de almas. Ese lugar dislocado que nos recuerda la brevedad de la vida y lo inevitable. El engarce desquiciante de la razón y la locura. La nada como destino de ultratumba. Los ecos de parientes, amigos y desconocidos que traspasaron el último umbral.

Joaquín Sabina escribió una canción que dice:

En comala comprendí

Que al lugar donde has sido feliz

No debieras tratar de volver

Sí, también en la época del virus hay tiempo para la poesía y el amor. No todos los humanos llevan los mismos tatuajes. Desde la rosa a la calavera hay un arco de belleza y muerte que atraviesa todas las ilusiones y decepciones. También, claro, hay tiempo para rememorar a Valle Inclán cuando dice “España es una deformación grotesca de la civilización europea”.

Eso nos lleva, por ende, a la caza mayor y al rey elefante, ese emérito que -dicen- planea exiliarse en la República Dominicana porque aquí ya le han pillado demasiadas veces con las manos en la masa, y, si mete la pata otra vez, podría dejar a su hijo gritando ¡Un caballo, un caballo, mi reino por un caballo! Cual émulo de Ricardo III.

Y cerrando con Calderón y el Gran Teatro del Mundo, leemos en mayo, en un reportaje de la revista Vanity Fair firmado por David López, lo siguiente:

Juan Carlos desea huir (tras el escándalo de Corinna) a la República
Dominicana, donde tiene muchos amigos magnates del azúcar (…) En el palacio decían que estaba literalmente encoñado (con la susodicha). El AVE a la Meca, construido por empresas españolas (2) costó a los saudíes 7000 millones de euros. El rey emérito supuestamente se llevó una comisión de 100 millones, pero los jueces suizos estiman que esa cantidad fue mayor, unos 210 millones, que (el susodicho) depositó en paraísos fiscales.

-1- Comala es un pueblo fantasmagórico
que aparece en la novela “Pedro Páramo” del autor mexicano Juan Rulfo
(1918-1986).

-2- Entre ellas OHL, Cobra,
Renfe, Adif, Copasa, Dimetronic, Indra y Talgo.

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