Sólo reforzando las posiciones revolucionarias y abandonando el reformismo lacayuno, fortaleciendo las estructuras sindicales combativas y de clase, hoy precarias pero capaces de mantener la mecha de la lucha encendida, alejada de los pactos sociales y conformando contrapoder popular en los barrios a través de estructuras vecinales tendremos la oportunidad de ir trazando la senda que nos llevará a recuperar lo perdido en las últimas décadas y avanzar hacia el socialismo, única salida posible para la subsistencia de la humanidad.
Por Kike Parra
Qué duda cabe que la subida de precios y la consiguiente reacción de las autoridades monetarias europeas de subir los tipos de interés, tendrá consecuencias para el mercado inmobiliario europeo y español. Por ende, repercutirá en la posibilidad de acceso a la vivienda de las capas populares.
Desde finales de 2013 o inicios de 2014, las operaciones de compraventa de vivienda han ido incrementándose, a excepción del parón que supuso el tiempo de confinamiento de 2020. Fue tras la parálisis económica de este periodo cuando se produjo un fuerte rebote en 2021. El Consejo General del Notariado, en abril, situó en una subida superior al 16 % interanual la venta de pisos.
Actualmente la venta de viviendas residenciales ya está en niveles que no se veían desde 2007.
Sin embargo, diversos estudios apuntan un cambio importante en los últimos años del perfil de los compradores (usuarios) de vivienda, pasando de los jóvenes que emprenden un camino de emancipación, a personas mayores que tienen una estabilidad laboral o que cobran pensiones de jubilación. Este nuevo perfil es el que ha hecho posible que los préstamos hipotecarios para la adquisición de vivienda crecieran un 14,7 % interanual.
El sector inmobiliario refleja fielmente la precariedad laboral que la juventud soporta y que le impide desarrollar un proyecto de vida en óptimas condiciones. La subida de los tipos de interés y por tanto, las condiciones de financiación y el pago de las letras hipotecarias, pondrá todavía en mayor dificultad a las nuevas generaciones para el acceso a una vivienda.
El sector inmobiliario, no ha sido ajeno a la inflación, sino todo lo contrario. La subida generalizada en todos los sectores económicos, especialmente el encarecimiento de las materias primas, y el proceso de huida de capitales de grandes y pequeños inversionistas hacia la vivienda en busca de un “valor refugio´” ha supuesto un incremento de los precios más acentuado.
Comprar un piso en España es, en el primer trimestre de 2022, un 8,5 % más caro que hace un año, según los últimos datos del INE. Es la mayor subida de precios desde el segundo trimestre de 2007. Entonces, la vivienda venía de dispararse un 11,6 %.
La inflación siempre ha sido un buen aliado de la especulación en bienes raíces, porque posibilita recuperar la renta desvalorizada, repercutiéndola en los alquileres. Especialmente, esto es aplicable a las viviendas, por mucho que nuestros gobernantes socialdemócratas se esmeren en regular los precios y poner puertas al mar.
Según Eurostat, desde 2018, los precios de alquiler de vivienda en España comenzaron un camino de crecimiento continuo y constante, hasta alcanzar una subida del 4,7 % al cierre de 2021.
Sin embargo, la regla que dice que la inversión inmobiliaria casa bien con procesos inflacionarios, por buena lógica, tiene límites. Esos límites se suelen situar en torno al 2 o 3 por ciento de subida.
Con la situación que vivimos actualmente y la crisis que se avecina (pocos son ya quienes defienden que no será así), la realidad que nos espera es poco halagüeña. La pérdida de poder adquisitivo de la clase trabajadora por la carestía de la vida, la desvalorización de la fuerza de trabajo, con convenios colectivos actualizando un IPC testimonial y los despidos que podemos prever por la recesión venidera, nos deben hacer intuir que por mucho que se quiera repercutir la subida de precios a través del aumento de las rentas, esto no será posible ante una clase trabajadora y unos sectores poblacionales, cada vez más ampliamente empobrecidos.
“Cuando las barbas de tu vecino veas quemar …”. En EEUU, los ecos de una recesión suenan con fuerza. El mercado inmobiliario en los últimos meses, ha experimentado una nueva burbuja. Los precios de algunas zonas residenciales superaron los máximos históricos de 2008. Las compraventas se han estado disparando en los últimos tiempos. Los intereses de los préstamos hipotecarios en Estados Unidos han alcanzado los niveles más altos de la última década, por encima del 4,5 %, pero los precios continúan al alza.
En Wall Street, las promotoras han experimentado desde principios de año fuertes caídas. El escenario de estanflación está cada vez más cercano. Las crisis económicas suelen aparecer como fichas de dominó y tras un detonante, una ficha hace caer a la siguiente. Las fichas que aparecen en primera posición corresponden a lo que Marx denominó capital ficticio. Activos financieros y propiedades en bienes raíces son los primeros en caer, arrastrando a los sectores productivos.
La renta fija hace bajar la demanda de acciones, lo que ya se refleja en la bolsa y en otros activos especulativos como las criptomonedas, luego… la vivienda, que sumida en lo alto de la ola especulativa hace que la capacidad para acceder a ella se vea mermada. El mercado inmobiliario USA ya ha comenzado a derrumbarse.
Las plantillas laborales se congelan y comienzan los despidos: Netflix, Redfin, Compass, Uber o Microsoft están en esa dinámica. Con esto, no nos queda más que “poner las nuestras a remojar” porque nos espera un otoño calentito y no precisamente por el cambio climático.
Lo que queda claro es que la situación de la clase trabajadora en el Estado español es más que preocupante en un escenario de claro deterioro de las condiciones de vida (alimentación, consumo eléctrico, vivienda, empleo…).
Sin embargo, los datos de la EPA del segundo trimestre de 2022, son excepcionalmente buenos. Yolanda Díaz sonríe y Pedro Sánchez aplaude. Estupendo. No pasa nada, todo está bien…
La realidad más cercana nos presenta un escenario que refleja, empero, una preocupante desmovilización de la clase trabajadora gracias a la constancia que los sindicatos del sistema han jugado y juegan en su objetivo de conciliar clases, de claudicación en concreto de la nuestra.
Entramos en un escenario que refleja el desencanto por la enésima traición de la socialdemocracia gobernante a las esperanzas de avance de los intereses populares.
Entramos en un escenario que refleja la apuesta decidida de amplios sectores de la burguesía de promocionar e impulsar una salida “reaccionaria” a la crisis estructural del capital y donde el oportunismo se presenta una vez más como alternativa, marcando las cartas de una nueva partida con las trampas de antes, con la estafa de siempre y con una crupier estelar: Yolanda Díaz, en el reparto de naipes
Somos la clase perdedora de una potencia imperialista perdedora, en un conflicto mundial que no tendrá ganadores.
Por ello, sólo nos queda la fuerza de nuestra clase y la confianza de que la regeneración de espacios de lucha obrera y popular es posible y necesaria.
Sólo reforzando las posiciones revolucionarias y abandonando el reformismo lacayuno, fortaleciendo las estructuras sindicales combativas y de clase, hoy precarias pero capaces de mantener la mecha de la lucha encendida, alejada de los pactos sociales y conformando contrapoder popular en los barrios a través de estructuras vecinales tendremos la oportunidad de ir trazando la senda que nos llevará a recuperar lo perdido en las últimas décadas y avanzar hacia el socialismo, única salida posible para la subsistencia de la humanidad.
Si queremos luchar por el derecho a la vivienda y por conservar nuestra casa, habrá que pensar en ir saliendo de ella y llenar las calles con la respuesta de quienes cada vez tenemos menos que perder.
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