por Puño En Alto
La Izquierda real y transformadora por primera vez desde la instauración de la democracia tras la dictadura fascista de Franco tiene participación en el gobierno de la nación. Sería un error si esta presencia se conceptúa como un fin en sí mismo y no como el medio para llevar a cabo la transformación social mediante la recuperación de los derechos arrebatados y el desarrollo de políticas encaminadas principalmente a instaurar un nuevo sistema fiscal y laboral más justo, así como, para dar pasos firmes para blindar, de una vez por todas, el sistema público de pensiones, la sanidad y la educación públicas.
La ponderación responsable demostrada en todo el proceso de negociación deber seguir rigiendo desde el gobierno progresista para hacer política, pero sin que ello sea causa de abandonar los modos y formas propios de la izquierda (en la promesa de cargos de ministros y ministras algo de ello hubo) ni tampoco dejar en el camino postulados irrenunciables igualmente propios de la Izquierda, tanto en lo económico como en lo social.
Pocos entenderíamos pasar de plantear un nuevo proceso constituyente (incluyendo la forma de estado) a defender la Constitución y su cumplimiento, aunque sea para demostrar las incoherencias de los partidos llamados constitucionalistas.
Pero, sobre todo, haber alcanzado este hito histórico no debe ser óbice para no seguir en la calle. No obstante, la pregunta que podemos hacernos es ¿estar en la calle para qué y por qué?
Hay que seguir en la calle, desde luego no solo para hacer un muro frentista como reacción a esa pretendida toma de la calle que quiere hacer la derecha y la ultra derecha cayendo en la trampa de su discurso guerracivilista. Hay que responder a las agresiones y provocaciones, que las habrá, con templanza, firmeza, cuando sea necesario y, sobre todo, con inteligencia.
Hay que evitar caer en la tentación de estar en la calle para desmovilizar a los colectivos que exijan solución a sus problemas o exijan el cumplimiento de lo prometido y, mucho menos manipularlos, aunque sea de forma bienintencionada, para evitar que caiga en las redes demagógicas de la derecha montaraz.
La presencia activa en la calle debe ser para atender, estudiar, razonar junto a la gente abriendo cauces de participación efectivas y, no solo, como bien dice Julio Anguita, para levantar el puño como gesto de autoafirmación. La gente debe sentirse escuchada y de esta manera sentirse participe de las soluciones, esta es la mejor forma de comprometerla en las medidas a tomar y de vacunarla frente a la demagogia de la derecha estimulada por los poderes fácticos económicos que no renunciaran a hacer que esta oportunidad histórica fracase a la primera de cambio y se frustre la posibilidad de mejorar la calidad de vida de una mayoría social maltratada y recortada en sus derechos civiles, así como, malograr también el necesario saneamiento de nuestra alicaída democracia.
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