Vuelta a la normalidad

 

Se habla mucho de la vuelta a la normalidad, pero, ¿qué significa esto para la clase trabajadora?

Por Juan J. Sánchez

Vuelta a la normalidad, esa que hosteleros y resto de la pequeña burguesía comercial demandaban con pasión y en ocasiones ferocidad; demanda de normalidad con la que estos paladines del libre comercio intentaron y, en ocasiones consiguieron, arrastrar tras ellos a quienes son explotados y oprimidos, a esas y esos que trabajan por salarios que no dan para cubrir las más elementales necesidades, contratados para cuatro horas con jornadas de diez y doce horas, trabajadores que jamás cobran horas extra alguna.

¿Y qué decir de los considerados como aprendices? Éstos casi pagan por trabajar en el bar-cafetería-restaurante del sujeto contratador, quien asegura que, si paga a estos, no puede mantener el negocio abierto, al tiempo que presume con la parroquia de su última adquisición motorizada o del colegio privado de las niñas.

Trabajadoras/es que han sido manipulados, alienados ideológicamente para que consideren al dueño del negocio donde son sobreexplotados como un compañero con las mismas dificultades que ellas/os para llegar a fin de mes.

No, esta normalidad que la pequeña burguesía demanda en nada beneficia a la clase obrera, con la apertura de los negocios de estos modélicos empresarios, millones de obreras y obreros vuelven a sufrir todo tipo de explotación y vejaciones impuestas e impartidas por estos pequeños y medianos empresarios, que han construido sus patrimonios sometiendo a sus empleados a las más exageradas y sutiles formas de explotación.

En nuestro entorno, en muchas ocasiones se da un debate en el que se plantean interrogantes del papel que la pequeña y mediana burguesía desempeña en el mantenimiento y sostén del sistema capitalista.

Para este debate se hace uso de conceptos de economía política que en la mayor de las ocasiones se confunden en su principio. Casi todos nosotros situamos una crítica con diferentes argumentaciones a la existencia y presencia de negocios donde el capital ya está concentrado, contraponemos al café-bar de la plaza respecto al Burger King, o la tienda del barrio respecto a Mercadona.

Sin lugar a discusión, las dos marcas mencionadas someten a sus trabajadores a altos niveles de explotación, pero deberíamos hacernos la pregunta: ¿los otros dos no lo hacen, estos respetan las leyes laborales, contratación, horarios, salarios, etc.?.

Y nuestra respuesta debería estar sujeta a hechos empíricos. Todos conocemos al pequeño agricultor, industrial y/o comerciante de nuestro barrio. Sí, el que contrató a nuestro hijo o sobrina. ¿Éste respetó toda la legislación laboral? O el dueño del café-bar de la plaza que contrata a jóvenes del pueblo, ¿Este respeta los derechos de sus empleados?

Y cometeríamos un error si nuestro análisis y conclusión se limitara al “yo conozco un amigo que sí respeta los derechos laborales de sus empleados”. Como siempre, deberemos ir de lo particular a lo general.

Marx y Engels ya definieron a la pequeña burguesía como el sujeto que aspira a ser gran propietario, y debemos comprender que es a través de apropiación de plusvalía, desde el primer empleado, como los grandes de hoy comenzaron su crecimiento hasta ser multinacional; ejemplos: El Corte Inglés, Inditex y miles de estas.

Unidad y Lucha

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