¿Voy bien, Julio?

Por Daniel Seijo

«¡Yo soy rojo! Soy partidario de la revolución, de negar lo existente. Yo no asumo los valores del sistema. Soy un antisistema».

«Vosotros, clase media que miráis a los de arriba para copiarles, en el fondo sois clase oprimida como los de abajo».

«Alguien dijo que la Guerra Civil la ganaron los curas y la perdieron los maestros. Acertaron plenamente con el aforismo».

«El PSOE no tiene nada que ver ya con la izquierda, hace ya décadas que no es la izquierda; es simplemente una especie de marca blanca de la derecha«

Julio Anguita

Dicen que te has marchado compañero, pero únicamente lo dicen aquellos que nunca han entendido nada. Aquellos, no pocos, que nunca han logrado comprender la política como un servicio público o la vida como un camino que uno debería abandonar con más recuerdos en el corazón que objetos en la tierra. Resulta imposible que puedas abandonarnos, cuando has dedicado toda una vida a luchar con firmeza y honor por tus ideas. Y resulta imposible, porque cuando uno siembra rebeldía, cuando cultiva pacientemente la pasión por un pueblo y el amor a su clase social, ese fruto termina arraigando en los corazones de los tuyos y de ahí resulta imposible ya arrancarlo. Y ahí es compañero, en primera linea de esa eterna batalla, en el lugar en el que permanecerás para siempre junto a nosotros. Allí donde te gustaría estar.

Hoy especialmente recuerdo bien la solemnidad con la que tus intervenciones eran escuchadas en mi casa y también el semblante de ese «califa rojo» que hizo que siendo muy joven, decidiese poner fin al caciquismo con el que continuamente y a través de un sobre cerrado, mi tío guiaba a la derecha el voto de mi abuela. Con un acto de picardía y rebeldía juvenil, pero especialmente de dignidad para una familia de clase obrera, logre depositar mi voto, aún no en edad, aún no de forma legal, en un sobre destinado a dotar de mi confianza a esa figura que sin saber muy bien los motivos, en aquel entonces ya identificaba como uno de los míos. El tiempo hizo que aquel drástico método me permitiese de modo peculiar y no muy lícito «votar» por Julio Anguita, votar por primera vez en mi joven vida a un comunista convencido. Por desgracia, con los años pocas veces se me ha vuelto a presentar de forma tan clara esa oportunidad.

No te vas compañero, no lo haces porque las ideas no mueren y porque quienes hoy sinceramente te lloramos y te recordamos de las más diversas formas, sabemos que el continuar con tu legado de entrega y compromiso incesante por el cambio social, es el mejor homenaje para un humanista convencido, para un hombre perteneciente a su pueblo y a la clase trabajadora. Sabemos que la batalla que tenemos por delante es ardua y que resultará complicado retomar terreno cuando incluso los nuestros parecen haber renunciado a derrotar al verdadero enemigo. A esa victoria final. Parecen, camarada Julio, vivir hoy tranquilos entre los muros de ese monstruo llamado capitalismo. Lejos quedan tus 21 escaños y los dos millones de votos de aquellas generales de 1993 y 1996, pero todavía más lejos queda hoy el semblante anticapitalista y socialista de aquella organización que lideraste con orgullo y dignidad hasta que los autoexcluidos, los autoborrados y autovendidos, decidieron dinamitar un proyecto que al menos tenía claro en que punto se encontraban los límites para no traicionar a los suyos. Para no vender nuestra lucha, ni nuestros principios.

Pero eso es otra historia… Hoy simplemente quisiese honrar tu legado, recordarte y decirte que aunque nos abandones físicamente, te recordaremos, te leeremos, te tendremos presente en nuestra lucha diaria y recurriremos a tu legado en busca de una señal para no perder nunca el rumbo. «Queredme menos y votadme más» que dijiste a todos aquellos que con su falsa sonrisa y su ansia de bolsillos llenos decían comprender tus palabras… Pero, ¿cómo no quererte compañero? ¿Como no hacerlo cuando te has marchado siendo ejemplo de dignidad y compromiso? Incluso quienes nunca han comprendido nuestros pasos, tuvieron que hacerlo. Esa también es tu victoria.

Esto no es un adiós, ni una triste despedida, simplemente se trata de un descanso para tomar aliento y honrar tu memoria con nuestro común corazón encarnado en La Internacional. Seguiremos tu ejemplo, tomaremos tu testigo y buscaremos siempre tu guía para continuar tu legado. Que la tierra te sea leve compañero Julio.

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