El voto rogado, muy convenientemente, silencia a las emigradas

Por Iván Batista Hernández

“Darle voz a quien no la tiene es peligroso, porque pudiera haber algún oído que abandonando su sordera, por descuido, prestara atención y pensara.”

Así comienza un escrito de la poeta emigrada Rosa Donoso Requena, usado en el vídeo de la campaña #VotarParaNoRogar de Izquierda Unida Exterior, que describe perfectamente lo conveniente que puede resultar silenciar a la emigración. El silencio es un arma poderosa y un muro difícil de quebrar, pero no imposible. Hay varias formas de hacerlo y el primer paso para lograrlo es garantizar un derecho fundamental en cualquier democracia: el derecho al voto.

En el año 2011, el gobierno socialdemócrata de José Luis Rodríguez Zapatero, con el respaldo del PP, CiU y PNV, reformó la Ley Electoral para instaurar el ya conocido sistema del voto rogado con el fin de evitar un posible fraude electoral. Antes de dicha reforma, las emigradas recibían directamente la papeleta por correo, así el voto. Actualmente se han de pasar una serie de trámites que hacen más complicada una participación que, recordemos, ha caído del 31.74% en 2008 entre la población emigrada (en las últimas Elecciones Generales sin voto rogado) al 6.3% en 2016 (últimas Elecciones Generales con voto rogado), según los datos recopilados por el Ministerio de Interior. Paradójicamente, el número de personas censadas en el extranjero (CERA) ha aumentado de 1.205.329 en el 2008 a casi dos millones en el 2016.

Cualquier persona emigrada que desee participar tanto en las elecciones generales del día 28, como en las europeas, autonómicas y municipales del 26 de mayo, tendrá primero que asistir al consulado más cercano para registrarse como residente permanente o temporal. Se puede dar el caso de que la oficina más cercana esté en la otra punta del país. Recientemente, la granadina Paula Velasco tuvo que viajar más de 4.000 kilómetros, de Vancouver a Toronto, para poder realizar dicha inscripción.

Una vez inscritos en el censo, toca esperar a que llegue la solicitud de voto, conocida como ruego, la cual ha de ser enviada a la delegación provincial del censo que a cada una le corresponda por correo postal o fax adjuntando una fotocopia del DNI, pasaporte, o certificación de registro consular. Esta solicitud también se puede descargar o incluso realizar de manera telemática. Finalmente, se recibe la papeleta que podrá ser enviada por correo postal al consulado o depositada directamente en urna.

Por desgracia, muchas papeletas no llegan a tiempo, lo que hace imposible el voto a la emigración. Una encuesta realizada tras las elecciones del 2015 por el colectivo de emigrantes Marea Granate-el cual lleva denunciando el voto rogado desde su implantación y que incluso ha propuesto un sistema alternativo al mismo- concluyó que esta fue la mayor causa de abstención en dichos comicios.

En este contexto, es lógico afirmar que la emigración se siente sin voz a la hora de elegir a sus representantes. Tras la moción de censura que convirtió a Pedro Sánchez en presidente del Gobierno, buena parte de las emigradas españolas vieron como se jugó con su derecho al voto de forma partidista. Una de las promesas más repetidas por Sánchez fue la de acabar con el voto rogado durante su mandato. El ministro de Exterior, Josep Borrell, lo llegó a confirmar en la Sexta, pero la realidad es que el Gobierno nunca mostró iniciativa para acabar con las trabas impuestas a las desplazadas para poder votar. Tuvo que insistir mucho la confluencia Unidos Podemos para que el PSOE intentara tramitar una reforma de la LOREG que acabara con el voto rogado. El Partido Popular se negó a aceptar la propuesta y Ciudadanos declaró tener dudas, ambas formaciones apoyándose en el argumento de que la reforma no impedía el fraude electoral.

Ahora que estamos en campaña, como es de esperar, las tres formaciones que no desearon acabar con el voto rogado antes de las elecciones piden que la emigración les elija como sus representantes.

El Partido Socialista promete que, si Sánchez gana, derogará el voto rogado, a pesar de haber tenido suficiente tiempo para hacerlo durante su estancia en la Moncloa. Casado pide en un surrealista vídeo subido en redes sociales que los residentes en el extranjero le voten. “Simplemente id al consulado”, dice en el mismo, dejando así en evidencia su profundo desconocimiento sobre los múltiples procesos burocráticos necesarios. Por ende, Alberto Carlos Rivera echa la culpa al bipartidismo de la no modificación de la LOREG en otro vídeo, a pesar de que su formación nunca mostró iniciativa para cambiar la situación e incluso bloqueó indirectamente lo que podría haber sido el fin del voto rogado.

Se avecinan dos meses en los que la emigración seguirá en la incertidumbre sobre si podrá participar en las elecciones más importantes de nuestra historia reciente. Dos millones de personas cuyas voces han sido amordazadas, pues no conviene que se les escuche. Una diáspora que, por su gran número de componentes, tiene más poder de lo que algunos desearían a pesar de los impedimentos. Hombres y mujeres que se han visto obligadas a abandonar España en busca de una vida digna que su país de origen no puede o quiere darles y que, tarde o temprano, romperán sus mordazas para gritar a pleno pulmón hasta que, como reza el poema, su voz sea oída haciendo pensar a los que se hacían los sordos. Estos meses más que nunca toca rogar con la esperanza de que sea el último año en el que haya que hacerlo.

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