Volver a casa

Hay que poner el foco en la falta de formación en prevención de riesgos, que muchas veces se ha convertido en un chiringuito para chupar del bote sin cumplir los objetivos de dichos cursos.

Por Jordi Nova.

El Lunes pasado, a primera hora de la tarde, llegaba el mazazo en forma de mensaje de texto, algo había ocurrido en una de las terminales del puerto de València, mi puerto. Al recibir el mensaje, demasiado escueto, llamo al compañero que me lo envía, somos de la misma sección sindical y nos conocemos lo suficiente, dentro y fuera del comité, para intuir que algo grave termina de ocurrir hoy. Se me hiela la sangre, los peores presagios se confirman. Un compañero acaba de fallecer en accidente laboral mientras manipulaba una carretilla elevadora, una persona impecable, un compañero excepcional se acababa de dejar la vida en el muelle. 

Nadie, absolutamente nadie, debería salir de su casa para ganarse la vida y terminar dejándosela en el trabajo y tengo la suficiente experiencia para asegurar que las casualidades no existen, aunque muchos decidan mirar hacia otro lado y no hablo ya de el empresario de turno, hablo de sindicalistas varios, hablo de trabajadores también. La seguridad e higiene es la gran pandemia de los centros de trabajo. La pandemia, la del virus, nos ha dejado patente el poco respeto que ha existido todo este tiempo con la seguridad de los trabajadores frente al virus, vuelve a calar la idea entre la clase trabajadora, la misma que se pensaba clase media, que somos números y que esos números no le quitan el sueño a los que están arriba salvo cuando hablamos de condiciones económicas.

Al margen de la dichosa pandemia vírica, los datos sobre accidentes laborales hielan la sangre. Hablamos de más medio millón de accidentes al año en España, hablamos de enfermedades y traumatismos directamente relacionados con el trabajo en el mejor de los casos, que en muchas ocasiones condenan a la gente a secuelas permanentes, vidas truncadas, familias condenadas y además, sufrir el estigma de sus propios compañeros y compañeras cuando esas secuelas limitan su productividad. El lado más fatal se materializó el año pasado con la muerte de 634 personas por accidente laboral, en mitad de una pandemia en la que la economía productiva fue a ralentí. Es aterrador.

Las causas son variadas, pero hay que poner el foco en la falta de formación en prevención de riesgos, que muchas veces se ha convertido en un chiringuito para chupar del bote sin cumplir los objetivos de dichos cursos, por llamarlos de alguna forma, el miedo de los trabajadores a sufrir represalias por parte de la empresa y todo esto acrecentado por la reforma laboral de 2012, crea la tormenta perfecta para esa sensación de indefensión e impotencia de la clase trabajadora. Es ahí donde tienen que entrar los delegados sindicales y es ahí donde debe entrar el responsable de prevención de la empresa, curiosamente son ellos mismos, unos y otros, quienes en muchas ocasiones miran para otro lado, en sus conciencias quede. 

Las inspecciones de trabajo, la ley de prevención de riesgos laborales a rajatabla, sin medias tintas, son básicas para atajar esta pandemia, que es global, sistémica. No se puede negociar con la seguridad de los trabajadores, jamás. No hay prima de producción, plus o convenio que valga el precio de una vida. No podemos obviar las enfermedades profesionales reconocidas o no reconocidas, basta de ejercer de palmero de la patronal.

Nos tendréis en frente siempre y nos ocuparemos de que nuestras compañeras y compañeros adquieran la conciencia de clase necesaria para erradicar esta lacra. 

Va por ti, Alberto. ¡Ni un paso atrás!

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