Voces versus Vox

Por Jordi Ortiz i Lombardía


El llamamiento internacional «Un mundo contra el racismo y el fascismo» #WorldAgainstRacism ha convocado en marzo a ciudadanos de más de 70 países, entre los días 16 y 23, coincidiendo con la «Jornada Mundial Contra el Racismo» impulsada por la ONU. Un día, según la Asamblea de las Naciones Unidas, para facilitar «un paso hacia adelante en la lucha colectiva por la solidaridad en la diversidad». Una semana de movilizaciones en ciudades como Nueva York, Seúl, Viena, Atenas, Londres o Barcelona para expresar un enérgico rechazo al auge global de renovadas formas de fascismo que esparcen discursos de odio por el planeta. La islamofobia, el antisemitismo, la romafobia, la LGTBIfobia, las políticas racistas y xenófobas o la criminalización de los fenómenos migratorios en general exigen una respuesta coordinada y unitaria por parte de los defensores de los Derechos Humanos.

Se impone la necesidad de construir sin dilaciones un dique de contención contra la ultraderecha. Antes de que sea demasiado tarde. Un frente organizado internacionalmente que comparta rasgos comunes en su estrategia de acción contra las distintas expresiones del fascismo que aparecen con diferentes acentos locales, pero con un evidente hilo conductor entre ellas: Trump, Bolsonaro, Le Pen, Orban, Salvini, Abascal… Grecia, Holanda, Austria, Alemania… Liderazgos y escenarios de una auténtica internacional neofascista que aprovecha las debilidades y los titubeos de las democracias liberales occidentales que han cruzado el umbral del siglo XXI más preocupadas por perpetuar las relaciones de poder generadas por el credo capitalista que por promover y consolidar derechos y libertades individuales o colectivas, luchadas y conquistadas durante muchos años.
La convocatoria del sábado 23 en Barcelona, largamente trabajada por el colectivo «Unitat Contra el Feixisme i el Racisme«, reunió a miles de personas en el Passeig de Gràcia con el foco centrado especialmente en plantar cara a la irrupción de VOX en el mapa político del Estado español. En poco tiempo, el partido de Santiago Abascal ha cobrado notoriedad y se ha erigido en el ariete ibérico de una corriente demófoba y retrograda mundial lanzada desde el laboratorio ideológico de Steve Bannon y compañía. Un ataque perfectamente planificado a la linea de flotación de la Carta de las Naciones Unidas, de la Declaración Universal de los DDHH, y en definitiva, contra una concepción multilateralista y humanista de las relaciones internacionales entre estados sociales y de derecho.
Quien lo pone en el centro es quien lo introduce en platós televisivos, en estudios de radio o en páginas de prensa en aras de una supuesta pluralidad política mal entendida
En el intento de coordinar esta respuesta unitaria con carácter global, pero con expresiones locales, se abre paso un viejo debate: ¿La estrategia a seguir debe ser activa? ¿Se deben fijar posiciones sobre el terreno para frenar y discutirle la ocupación de espacios al neofascismo que se moviliza en la calle para hacerse presente en la vida cotidiana de la gente? O en cambio, ¿la reacción pasa por contrarrestar su intento de protagonismo ignorándolo para no amplificar su ruido? ¿Es preferible no discutirle espacios en la cotidianeidad para evitar situarlo en el centro del juego político?
En este sentido, durante la rueda de prensa de presentación de la manifestación del sábado en la capital catalana bajo el lema #23MStopVOX, David Karvala, portavoz de UcFR, dejó clara la apuesta que se hace desde un colectivo que cuenta ya con la adhesión de más de 650 entidades de la sociedad civil. Su experiencia desde la aparición de UcFR en 2010 en Cataluña, pero también desde la observación de procesos de confrontación antifascista anteriores en el Reino Unido o en Francia, no deja lugar a dudas: «La estrategia del silencio e inacción frente las campañas y la violencia de la extrema derecha bajo el argumento de no concederle publicidad ha fracasado».
Karvala explica que en Francia se hizo eso durante 35 años con el FN y ahí está hoy Le Pen, aglutinando toda la extrema derecha del país y colocándola en posiciones de centralidad política. En cambio, en la Gran Bretaña, la lucha unitaria activa y discutiendo espacios a nivel de calle contra el fascismo, durante esos mismos años, ha derrotado al Frente Nacional Británico, al British National Party, o la English Defence League. Lo mismo ocurre con su experiencia en Cataluña durante esta última década. «Trabajamos para construir UcFR, sumando personas y entidades muy diversas en un esfuerzo conjunto para frenar el racismo y el fascismo, con un enfoque claro en la lucha contra PxC (Plataforma per Catalunya). Respondimos a todo tipo de objeciones, y poco a poco los hechos confirmaron la validez de nuestra apuesta», recordó Karvala. Los hechos son que en las últimas elecciones municipales desapareció PxC completamente de todos los consistorios allí donde se aplicó la estrategia de UcFR. Pasaron de 67 concejales a solo 8, precisamente en municipios donde no se los señaló claramente como una opción fascista y no se les discutió activamente el espacio público.
Es importante aprender de los errores y de los aciertos del pasado. No se puede banalizar el peligro de la extremaderecha. Quienes realmente ponen el fascismo en el centro de la agenda política son quienes pactan con él en las instituciones y quienes difunden acríticamente su discurso desde medios de comunicación. Señalarlo, contenerlo, rodearlo, aislarlo… en definitiva, no dejarlo pasar con un cordón sanitario de complicidades transversales sociales y políticas es una obligación para localizarlo y crear las condiciones necesarias para impedir su crecimiento. Hasta hacerlo desaparecer.
Se impone la necesidad de construir sin dilaciones un dique de contención contra la ultraderecha. Antes de que sea demasiado tarde.
A VOX no le concede notoriedad quien sale a la calle a dejar claro que ¡No pasarán! Quien auspicia el ascenso del fascismo es quien contribuye a generar un marco mental colectivo que acepta y normaliza la presencia de sus discursos de odio. Quien lo pone en el centro es quien lo introduce en platós televisivos, en estudios de radio o en páginas de prensa en aras de una supuesta pluralidad política mal entendida, porque la negación de los derechos humanos nunca debe tener un lugar reservado para extender su odio en democracia. Quien le abre una autopista para que circule libremente es quien acepta sus votos y sus condiciones para formar gobierno en alguna institución.
También, quien lo alumbra y lo impulsa es un Estado fallido que acepta que en su apariencia de partido, el fascismo de VOX pueda ejercer de acusación popular en un juicio político contra presos políticos y en plena campaña electoral.

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