Para que nos hagamos una idea del nivel de apartheid, en ciudades como Hebrón existen calles para israelíes y calles para palestinos e, incluso, en una misma calle, carriles diferenciados.
Por Tania Lezcano | 14/05/2024
En esta nueva entrega de Voces palestinas vamos a alejarnos momentáneamente de Gaza para centrarnos en Cisjordania. A pesar de ser calificada como tierra palestina, la realidad es que está totalmente ocupada por Israel, especialmente desde la Guerra de los Seis Días, en 1967. Ahora que el embajador de Israel en la ONU ha tenido la genial ocurrencia de triturar la Carta de la organización argumentando que eso estaban haciendo los países al votar dar más derechos a Palestina, conviene recordar que la ONU ha emitido múltiples resoluciones contra Israel por el apartheid en Cisjordania, a los que el Estado sionista ha hecho caso omiso. Si alguien ha destrozado la Carta de la ONU, ha sido Israel.
Desde 1948 —incluso antes, ya que los grupos terroristas sionistas ya atacaban aldeas palestinas antes de la autoproclamación del Estado de Israel—, la población palestina en Cisjordania vive bajo el constante robo de tierras, expolio y expulsión, tanto por parte del Ejército israelí como de los colonos, que no son en absoluto civiles inocentes, sino personas que han elegido participar en la expansión ilegal del imperialismo sionista. Para ello, están armados hasta los dientes y absolutamente amparados por las fuerzas de ocupación. Entre sus tareas se encuentran la expulsión sistemática y el robo de propiedades palestinas, si es necesario a través de asesinatos que quedan impunes, pero también la violencia diaria a través de la humillación, los ataques, las amenazas… En definitiva, causar el hartazgo en la población palestina para que se marche.
Para que nos hagamos una idea del nivel de apartheid, en ciudades como Hebrón existen calles para israelíes y calles para palestinos e, incluso, en una misma calle, carriles diferenciados. En ocasiones, la entrada a una casa palestina coincide con una calle israelí, así que la familia que la habita se ve obligada a entrar por detrás, por el tejado, por ejemplo. A todo esto se une la plaga de los puestos de control (checkpoints), colocados en lugares estratégicos para controlar todos los movimientos de la población local, a placer de los soldados de turno. Así, como cuenta la protagonista de hoy, «un trayecto que debería durar diez minutos acaba durando cinco horas». Se trata de una medida no solo física, sino también psicológica, provocando el agotamiento de la población.
Consideraba necesario hacer esta breve introducción para que comprendamos que Cisjordania es la otra cara de la moneda de Gaza. Para Israel, es igualmente importante y no cesará en su expansión. De hecho, mientras miramos a Gaza, desde el 7 de octubre las fuerzas israelíes y los colonos han asesinado a más de 450 personas (más de 120 niños y niñas) y han herido a 5.000 en esta zona. Aunque, si miramos las cifras anteriores, desde enero de 2023 hasta poco después del 7 de octubre, habían matado a 500. Como sabemos, todo esto no empezó con el ataque de Hamás.
Así, hoy traemos la historia de Yasmeen Taha, profesora de inglés y escritora. Vive en un pequeño pueblo de Cisjordania conocido por su agricultura, olivos (el árbol de Palestina por excelencia) y artesanía en piedra. A través de su artículo publicado el 7 de mayo en We Are Not Numbers, nos cuenta que «la vida en Cisjordania es hermosa, salvo por las crecientes amenazas de los puestos de control, los ataques de los colonos y los jabalíes».
Todo lo que quiero es vivir en paz con mi familia en nuestro pequeño pueblo
Crecí en un pequeño pueblo de Cisjordania que se ha enfrentado a muchas luchas debido a la ocupación israelí. Desde el 7 de octubre, todo ha empeorado. El miedo a la violencia aleatoria nos está consumiendo lentamente. Nuestras carreteras están llenas de puestos de control y de soldados que portan grandes armas. Siempre que queremos salir de casa dudamos muchas veces antes de hacerlo, porque un trayecto que debería durar diez minutos acaba durando cinco horas.
Por ejemplo, la semana pasada decidimos visitar a nuestro abuelo en un pueblo palestino al suroeste de Ramala, en el centro de Cisjordania. Está a diez minutos de nuestro pueblo, pero el viaje nos tomó dos horas por los checkpoints, donde los soldados nos paraban sin ningún motivo solo porque querían controlarnos. Esperamos horas bajo el sol. Después, registraron el coche, nuestra ropa y nuestros teléfonos. Cuando llegamos a la casa de nuestro abuelo, mis padres nos dijeron que teníamos que salir en dos horas, antes del atardecer, porque es demasiado peligroso salir durante la noche. Por la noche existe el peligro de que los colonos nos ataquen.
Además, bajo la protección del ejército, los colonos nos impiden ir a las afueras de nuestra aldea, que es nuestra única vía de escape para tener algo de tranquilidad, especialmente durante esta reciente guerra. En consecuencia, cualquiera que se acerque a las afueras del pueblo corre el riesgo de ser disparado o, si tiene suerte, arrestado. Nuestro amigo Rafar fue asesinado a tiros por un colono cuando se dirigía a las afueras de su aldea en busca de aire fresco. La semana pasada, los colonos, bajo la protección del ejército, atacaron la mayoría de las casas de nuestro pueblo y dispararon contra algunos hombres y mujeres jóvenes. Afirmaron que les dispararon por accidente. Eso es lo que dicen siempre.
Al-Mugher es una aldea palestina en la gobernación de Ramala y Al-Bireh, en el norte de Cisjordania. La semana pasada, los colonos quemaron las casas del pueblo, así como coches y granjas. También robaron los animales y las pertenencias de la gente. Además, los colonos crían jabalíes y los liberan en aldeas cercanas a los asentamientos, provocando la destrucción de los huertos, matando también a niños e impidiéndoles jugar al aire libre. El año pasado, un jabalí atacó a una joven con sus tres hijas. Después de tres horas, unas personas las encontraron sangrando en el suelo y las llevaron al Hospital de Salfit. Afortunadamente, se recuperaron de la experiencia. Esta es solo una entre un millón de historias sobre nuestra lucha contra los jabalíes. Esta ha sido nuestra realidad diaria en Cisjordania desde 1948.
Todos los días me hago las mismas preguntas: ¿Qué pasará después? ¿Cuál debería ser nuestro próximo paso? ¿Sobreviviremos? ¿Podremos permanecer en nuestra hermosa casa? Pero no hay respuestas, porque nadie sabe lo que depara el futuro. El mundo entero, excepto los países árabes, parece estar del lado de Israel. Lo único que sé es que no quiero perder a más miembros de mi familia. Quiero que estén seguros y tengan derecho a vivir en paz en la tierra que heredamos de nuestros antepasados. Eso es todo lo que quiero: vivir en paz con mi familia en nuestro pequeño pueblo.
A veces tengo miedo de que los colonos nos obliguen a abandonar nuestro hogar y nos roben la casa y la tierra. Esto ha sucedido en algunos pueblos vecinos. Esto sucedió en el pueblo de Lifta en 1948. Lifta era un pueblo árabe palestino en las afueras de Jerusalén. Quedó despoblada al inicio de la guerra civil de 1947-1948 bajo el Mandato británico de Palestina. Todas estas historias hacen que el miedo crezca en mí, especialmente porque amo mucho nuestro hogar. Construimos juntos cada parte de nuestra casa paso a paso con nuestras propias manos. También temo perder el amor de nuestros vecinos y familiares si la ocupación nos obliga a abandonar este lugar. Todos estos miedos me atacan todas las noches.
Por último, a pesar de los desafíos que enfrentamos, la vida en Cisjordania sigue siendo mejor que la vida en Gaza. Al menos tenemos un hogar cálido con buenos alimentos que cultivamos en nuestro jardín, como pepinos, tomates, lechuga, uvas, cebollas, menta, col, zanahorias y otros tipos de frutas y verduras.
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