Si la guerra termina sin que Israel restablezca su supuesta disuasión y seguridad, se verá obligado a enfrentar el hecho de que el pueblo palestino no puede ser relegado y que sus derechos no pueden pasarse por alto.
Sus bombas revientan búnkeres de 2.000 libras desmembraron y decapitaron a niños mientras yacían junto a sus madres en campamentos improvisados que no tienen agua, electricidad ni alimentos.
Los periodistas palestinos en Gaza son ellos mismos la historia y sus narradores. Su éxito o fracaso a la hora de transmitir la historia con todos sus detalles fácticos y emocionales podría marcar la diferencia entre la continuación o el fin del genocidio israelí.
Aunque muchos de los aliados occidentales de Israel pudieran haber parecido críticos con Netanyahu, todavía se comportaban por preocupación por Tel Aviv, nunca por amor o respeto por los palestinos.
Las generaciones más antiguas de políticos estadounidenses, que han construido y sostenido carreras basadas en su apoyo incondicional a Israel, están abrumadas por la nueva realidad.
La cobertura del New York Times de la guerra de Gaza sigue señalando la inexistente credibilidad de los principales medios de comunicación estadounidenses, independientemente de sus agendas e ideologías.