En marzo de 1891 se celebró uno de estos mítines en el teatro de la localidad del Maresme, hoy denominada Vilassar de Mar, y en aquella época San Juan de Vilasar.
Sixte-Quentin afirmaba que esta declaración de Longuet podía llegar a hacer encoger de hombros a muchos franceses, socialistas incluidos, porque parecía un artículo de fe que la prosperidad británica se basaba en su imperio colonial.
Si se fortalecía la organización sindical los patronos se verían obligados a respetar a las trabajadoras, y se establecerían contratos de trabajo que no permitirían la explotación.
Dicenta denunciaba estas condiciones en esta fábrica y otros talleres, y se quejaba de cómo se vulneraba la ley. Si esto ocurría en Madrid donde era más fácil la inspección, se preguntaba qué no ocurriría en las provincias.
el hecho de emigrar a países lejanos era una forma más de protesta. Bien es cierto que el trabajador sería explotado en el país de acogida, pero allí no sufriría la mordaza que se padecía en España, siempre en opinión de Plaza.
Las estadísticas no convenían a la burguesía, pero sí al proletariado porque éste era sincero, y que sabía el valor de la verdad, frente al culto a la apariencia de la primera.