Vivir de espaldas a la vida

Hacen falta más espacios de encuentro sosegado pero el caos sirve muy bien a los intereses de quienes quieren perpetuar privilegios, y también hace falta leer y escuchar más a las voces que nos hablan de transiciones justas.

Por Mari Ángeles Castellanos | 15/02/2024

La sobreexplotación de los recursos naturales en todo el planeta nos ha traído a un momento en el que la disputa por unos recursos que siempre han sido escasos y limitados está detrás de gran parte de los conflictos por los que transitamos tanto desde una esfera global como desde un ámbito más privado.

Se produce mucho más de lo que se necesita, se desperdician alimentos, existe productos que apenas se utilizan, se programa la muerte prematura de objetos que podrían tener una vida útil más larga, no existe transporte público suficiente, el urbanismo no tienen en cuenta las necesidades de la vida, se crean islas de calor en las ciudades y podríamos poner más ejemplos.

Hay un uso muy poco eficiente de unos recursos escasos que no aporta nada, no hace que las vidas sean mejores, más bien todo lo contrario, salvo para quienes se enriquecen con este extractivismo y que son una ínfima parte de la población mundial, por tanto, se puede empezar a reducir el consumo de recursos acabando con la producción que va a la basura.

Pero el hecho de que no exista capacidad para mantener el ritmo de producción y consumo actual, siendo grave, no es lo más preocupante, se podría actuar para proveernos de otra forma de aquello que es necesario para que las vidas merezcan la pena ser vividas, aunque en algunos casos se ha pasado el punto de no retorno no todo está perdido, el problema, uno de los problemas, es que las voces que ponen sentido común al futuro y al presente apenas se escuchan y el malestar objetivo por el que transitan muchas vidas es canalizado hacia la defensa de los intereses de quienes en realidad son culpables de ese malestar.

Es bastante contradictorio que quienes sufren las consecuencias del capitalismo de las grandes empresas que se apropian de los beneficios de la venta de productos procedentes de la agricultura se sientan representados por quienes precisamente defienden este liberalismo económico o los tratados de libre comercio y en cambio se manifiesten en contra de medidas como:

– duplicar la productividad agrícola y los ingresos de los productores de alimentos en pequeña escala, en particular las mujeres, los pueblos indígenas, los agricultores familiares, los pastores y los pescadores, entre otras cosas mediante un acceso seguro y equitativo a las tierras, a otros recursos de producción e insumos, conocimientos, servicios financieros, mercados y oportunidades para la generación de valor añadido y empleos no agrícolas.

– mantener la diversidad genética de las semillas, las plantas cultivadas y los animales de granja y domesticados y sus especies silvestres conexas, entre otras cosas mediante una buena gestión y diversificación de los bancos de semillas y plantas a nivel nacional, regional e internacional, y promover el acceso a los beneficios que se deriven de la utilización de los recursos genéticos y los conocimientos tradicionales y su distribución justa y equitativa, como se ha convenido internacionalmente.

– asegurar la sostenibilidad de los sistemas de producción de alimentos y aplicar prácticas agrícolas resilientes que aumenten la productividad y la producción, contribuyan al mantenimiento de los ecosistemas, fortalezcan la capacidad de adaptación al cambio climático, los fenómenos meteorológicos extremos, las sequías, las inundaciones y otros desastres, y mejoren progresivamente la calidad del suelo y la tierra.

Estas medidas son algunas de las metas de la Agenda 2030 pero es frecuente ver a quienes se verían beneficiados por objetivos como duplicar los ingresos de los productores de alimentos en pequeña escala, es decir aquellas personas que se dedican a la agricultura sin ser grandes empresas, posicionarse en contra de un plan de acción global que precisamente plantea que sus vidas sean mejores.

Los relatos que se aprovechan del malestar legítimo convierten a las victimas de la sobreexplotación de recursos y del capitalismo más salvaje en activistas en pro de perpetuar su propio malestar.

Hacen falta más espacios de encuentro sosegado pero el caos sirve muy bien a los intereses de quienes quieren perpetuar privilegios, y también hace falta leer y escuchar más a las voces que nos hablan de transiciones justas.

En este punto es importante el trabajo que se hace desde Economistas sin Fronteras, una organización que tiene como objetivo principal contribuir a generar cambios que permitan alcanzar unas estructuras económicas y sociales justas y solidarias, basadas en los derechos humanos y que apuesta por un modelo de desarrollo que, además de garantizar el disfrute pleno de los derechos humanos, promueva la sostenibilidad de la vida.

Entre sus actividades está la publicación de los Dossieres EsF y en el 52 hablan de Transición Ecosocial Justa.

Este Dossier ha sido coordinado por Yayo Herrero López (Ecofeminista, antropóloga, educadora social e ingeniera-técnica agrícola) quien señala en la presentación de la publicación que “atravesamos un momento de profundas tensiones sociales, económicas, políticas y culturales que se entremezclan entre sí es algo que ya casi nadie pone en duda. Todo apunta a una situación presente y futura que se va a parecer poco al pasado. Tenemos la obligación y la necesidad de analizar el ciclo histórico emergente como un nuevo tiempo de incertidumbre y contingencia en todos los planos que tiene la translimitación ecológica como vector de fondo.” Es importante tomar conciencia de este nuevo tiempo porque tratar de solucionar problemas actuales con recetas pasadas puede agravar las crisis presentes.

También en la presentación, Herrero apunta que “La Transición Ecológica Justa es el camino que hemos de recorrer para poder vivir bien. Y no se trata de un camino obvio. Requiere cambios de un calado aún inimaginable para muchos sectores de población.” y concluye diciendo que “Es necesario reconocer con humildad que estamos ante un proceso en modo alguno basado en certezas, tan solo la de la necesidad de cambiar para que la vida decente sea posible” y con esta publicación abren la puerta a los diálogos necesarios para avanzar en esa vida decente.

A lo largo de este Dossier 52 se habla de energía, de agua, de consumo, de calidad de vida, de movilidad o de empleo.

Estos temas están muy presentes en los conflictos actuales en todo el mundo aunque no siempre aparecen identificados y se esconden tras relatos equívocos que buscan focalizar el descontento hacia lugares alejados de las causas reales como forma de perpetuar (hasta que el planeta lo aguante) privilegios.

Además, se está canalizando el odio precisamente hacia quienes proponen soluciones para que la vida decente de la que habla Yayo Herrero sea posible, por eso es importante escuchar otras voces que nos hablan de vivir mejor pero no unos cuantos privilegiados, una vida mejor para la mayoría, pero para esto hace falta más calma, menos crispación y más tiempo en unas vidas ocupadas en la supervivencia más básica porque el mundo se ha organizado para que una mayoría genere beneficios a costa de su tiempo, trabajo y salud para una minoría que cada vez acumula más privilegios causando daños irreparables en las vidas y en el planeta.

1 Comment

  1. Muy buen articulo, enhorabuena. Lo primero como bien dices es tomar conciencia de la situaciontan preocupante en la que nos encontramos. El negacionismo del problema evidentemente es creciente y bastante preocupante y como dices es una gran certeza que tenemos necesidad de cambiar y para cambiar hay que concienciar. Gracias por contribuir a ello.

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