“El baile de las locas”: violencia sexual y de género en mujeres con enfermedad mental

violencia sexual y género

Las mujeres con problemas de salud mental grave en 3 de cada 4 casos han sido víctimas de violencia doméstica y de género en algún momento.

Por Laura Isabel Gómez García.

No muchas personas saben que las mujeres víctimas de violencia sexual, de género, y en general de violencia de todo tipo, a menudo desarrollan enfermedad mental derivada de estas situaciones violentas, así como la especial vulnerabilidad adquirida derivada de estos episodios violentos que las ponen en situaciones que las convierten en las “víctimas perfectas” para abusadores y agresores, tanto en la esfera pública como privada. A nada que investigues y hables con estas pacientes te das cuenta que la inmensa mayoría de ellas han sufrido o sufren violencia sexual, física y psicológica de manera sistemática, continua y generalizada. Pero aun peor es comprobar como esto ni se estudia cómo debería para poner en datos cuánticos y porcentajes esta realidad, ni se hacen estadísticas, ni se aborda adecuadamente desde la sanidad pública.

¿Cómo no se puede investigar esto? Desde las asociaciones de mujeres víctimas de violencia machista sabemos que muchas de las mujeres pacientes de psiquiatría padecen una enfermedad/trastorno mental como consecuencia de la violencia sufrida, mientras que muchas otras sufren violencia por tener una enfermedad/trastorno mental que las convierte en objetivo fácil para los victimarios. Es una vergüenza que esto se pase por alto con demasiada frecuencia, que no se tenga en cuenta y que se dé la espalda tanto desde las instituciones públicas como por parte los profesionales de la salud mental cuando una mujer con problemas de salud mental intenta denunciar porque se presupone que tiene “delirios”.

No he hallado muchos estudios con datos empíricos con los que fundamentar el presente artículo pero por eso mismo se hace necesario que se hagan porque el hecho de que no existan datos puestos en negro sobre blanco no quiere decir que no exista esta realidad, que yo personalmente he constatado en primera persona tanto a través de mi trayectoria profesional como mi vida personal, pues yo misma soy paciente de psiquiatría desde los 19 años y en mi biografía no hay pocos episodios violentos que a la hora de compartir con otras pacientes que he conocido he comprobado que aquello que pensaba que me pasaba o que me pasó a mí no era a la única a la que le había sucedido. Esto es porque las mujeres con enfermedad mental están solas, dejadas a su suerte, pues no se las protege adecuadamente ni se las presta la atención suficiente y necesaria. Y es aquí en este punto cuando opera el estigma de “la loca. Una persona bajo tratamiento psiquiátrico rara vez se la cree, pero cuando esa persona es del sexo femenino aún se la cree menos. Triste pero cierto.

Que las mujeres tenemos peor salud mental que los varones está ampliamente demostrado por numerosos estudios sociológicos y sanitarios que han descrito a la perfección que la vulnerabilidad de las mujeres a la enfermedad mental no es tanto por las características biomédicas propias del sexo femenino (hormonas, procesos biológicos, etc.) como por la influencia de los roles de género impuestos por el sistema patriarcal que influyen negativamente en hombres y mujeres en general y muy especialmente en las mujeres en particular (trabajo, casa, hijos/as, personas dependientes, presiones estéticas, la imposición de “la wonder woman” eternamente joven, guapa, delgada, estupenda y siempre feliz sacrificándose por amor a los suyos y por el trabajo). Todo esto está ampliamente recogido en uno de los mejores informes que he encontrado, “Informe SESPAS 2020: El género como determinante de la salud mental y su medicalización”, pero que por espacio en esta columna no voy a desgranar ya que, me extendería hasta el infinito y porque, aunque voy a hablar de salud mental, me voy a centrar en cómo las violencias machistas repercuten en las mujeres con enfermedad mental y cómo padecerlas nos hacen doblemente vulnerables a las mujeres que no las padecen. Pero para quien quiera ilustrarse, dejo el link para consultarlo: https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0213911120301813

No, no estamos locas. Estudios y datos:

En materia de tratar las violencias (machistas y de todo tipo) cuando se ejerce contra mujeres con problemas de salud mental, está prácticamente todo por hacer. Como he mencionado anteriormente no he encontrado demasiados datos, pero, aunque pocos, los que he encontrado son muy reveladores. Uno de ellos es el estudio de la Confederación SALUD MENTAL ESPAÑA, en colaboración con una de las organizaciones pioneras en hacer estudios sobre la situación de las mujeres con enfermedad mental, la Federación de Euskadi de Asociaciones de Familiares y Personas Con Enfermedad Mental (FEDEAFES). Este es uno de los primeros estudios de salud mental y mujer. Fue realizado entre 2015-2016, en el que intervinieron 33 profesionales del Servicio de Salud de País vasco y cuyos resultados se dieron a conocer en junio de 2017.

Del estudio se desprende algo que es fácil de intuir y es que son los factores sociales y estructurales, (el estigma social que es ya de por sí padecer una enfermedad/trastorno mental y que aísla, sumado a la falta de credibilidad, la falta de empleo, recursos económicos, los pocos apoyos sociales y unos servicios públicos escasos e inadecuados al perfil de estas pacientes), son los que ponen a las mujeres con enfermedad mental en situación de especial vulnerabilidad. Por no mencionar que los mecanismos de detección, prevención y atención a víctimas de violencia machista en mujeres con enfermedad mental son totalmente inoperantes e inadecuados.

Las autoras de la investigación en la presentación en 2017 afirmaron que los datos obtenidos son alarmantes y que solo representan “la punta del iceberg” (como de costumbre cuando hablamos de mujer y violencia), por esto es tan importante instar a las instituciones, organismos y asociaciones de pacientes que hagan estudios precisos y completos sobre esta problemática para poder abarcar la totalidad de la situación y dar respuesta a través de tratamientos adecuados, prevención, recursos específicos y suficientes. 

La violencia que sufren las mujeres con enfermedad mental no son diferentes a las que sufren aquellas que no la padecen, (psicológica, física, sexual, económica…), pero sí la sufren en mayor grado, además hay que añadir aquella que se ejerce sobre ellas cuando encima están internas en alguna institución mental donde la vulnerabilidad ante la violencia institucional es grave. Es en este ámbito donde también deberían realizarse estudios pues el hermetismo es total y sabemos por testimonios de las propias pacientes que la violencia entre los muros de las instituciones mentales, especialmente en el caso de las mujeres, no es poco frecuente.

Según este estudio una mujer con problemas de salud mental tiene entre 2- 4 veces mayor riesgo de sufrir violencia machista que el resto de mujeres en general. De hecho, el 80% de mujeres con problemas de salud mental ha sufrido algún tipo de violencia estando en pareja, más de la mitad de ellas violencia física, y un 40% ha sido víctima de violencia sexual durante su vida, siendo la infancia la etapa evolutiva donde la mayor parte de los episodios de violencia sexual se han producido lo que en el 25% les ha generado trastorno mental grave en la edad adulta.

Pero lo realmente trágico es que el 42% de las víctimas no sabe identificar toda esta violencia como tal, y el resto de ellas que sí la identifican cuando se atreven a denunciar no son creídas a consecuencia de su trastorno/enfermedad mental, ni por otro lado los profesionales de la salud mental no han sabido detectar el maltrato en el 50% de los casos tratados.

La violencia machista tiene un efecto multiplicador en las mujeres pues no solo afecta a su salud mental una vez que tienen la enfermedad/trastorno, sino que se convierte en un factor de riesgo de sufrir más violencia y vulneración de sus derechos. Hablamos de vulneración de derechos y discriminación de todo tipo, incluso a la hora de ejercer la maternidad, algo que atenta nos solo contra los derechos humanos de las mujeres sino también infringe la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad. Además, la enfermedad mental de la madre en los casos de violencia de género donde hay menores, es utilizada por los maltratadores para incapacitarla y quedarse con los hijos e hijas. Y si hablamos de discriminación, algo que he conocido y no sabía que se producía es que en muchas casas de acogida para mujeres maltratadas no aceptan a mujeres con enfermedad/trastorno mental, algo terrible pues desde las instituciones y organizaciones se debe reclamar que existan recursos de atención y apoyo específicos para ellas igual que cuentan con ellos el resto de mujeres. Pues como profesional no entiendo que no se acepte a mujeres con problemas de salud mental en estos recursos ya que me pregunto ¿qué mujer víctima de violencia machista no tiene problemas de salud mental? Es imposible esa casuística. Todas las mujeres contra las que se ha ejercido violencia necesitan apoyo psicológico por las secuelas que les deja dicha violencia. 

Si el estudio anterior hablaba de mujeres con enfermedad mental víctimas de violencia machista por su especial vulnerabilidad, el siguiente es muy interesante porque aborda como el haber sufrido violencia y abusos en la infancia puede generar la enfermedad mental.

Muchas veces cuando una mujer llega a la terapia a la hora de diagnosticarla y tratarla no se aborda correctamente pues se obvia que detrás de esa enfermedad/trastorno puede haber episodios de violencia física y/o sexual que se han producido a lo largo de su vida. Es por esto que es de vital importancia detectar si el origen del problema mental tiene su raíz en este tipo de vivencias traumáticas de carácter sexual, sobre todo. Pues pareciera que cuando una mujer desarrolla una enfermedad/trastorno mental (en caso de hombres también pero aquí me estoy centrando en las mujeres pues los datos y la experiencia dicen que son las mujeres quienes la sufren más), lo hace porque sí o por “ciencia infusa”. Y no. Detrás de problemas de salud mental, en el caso de las mujeres, en muchos de los casos hay enmascarado un trauma de carácter físico y/o sexual. 

Al respecto el estudio de la Fundación Orienta, “Abuso sexual en la infancia: consecuencias psicopatológicas a largo plazo”, del año 2011 (el estudio se inició en 2009 y concluyó en 2011). En dicho estudio participaron 23 personas (casi la totalidad de ellas mujeres, el 95%, de ellas, de las que el 61% estaban casadas) de entre 18 y 59 años, pacientes del psicólogo y el psiquiatra del servicio de salud mental de Parla que habían comunicado en terapia haber sido víctimas de abusos y que aceptaron participar en dicho estudio.

Los resultados son trágicos: el 39% padecía trastornos neuróticos, el 26% trastornos de la personalidad, el 13% trastornos psicóticos, otro 13% trastornos adaptativos y casi un 9% otros trastornos. En el 39% de los casos el abuso sufrido en la infancia fue el motivo de la consulta en salud mental (de ellos el 65% se había producido entre los 5 y los 10 años). De la totalidad de pacientes que participaron en el estudio, un 71,4% no recibían protección legal ni tampoco tratamiento psicoterapéutico previo a la llegada a consulta pues se observó, algo muy común en todos los casos de violencia sexual, y es el mantener los abusos en secreto (diversos estudios afirman que solo el 15% de los casos se denuncia). Esto suele producirse por el insoportable sentimiento de culpa y vergüenza que sienten las víctimas, de hecho, según el presente estudio, el 100% de quienes habían denunciado sintieron culpabilidad y paradójicamente, también el 62,5% que no había denunciado sentía culpabilidad igualmente. Pues siempre el compartir el secreto y sacarlo a la luz genera miedo (a no ser creída, a cómo reaccionará el entorno, etc.) y aunque increíble, también un sentimiento de traición hacia el abusador cuando se trata de casos de abusos sexuales en la infancia, o de casos en los que se ha sido agredida por alguien del círculo social de confianza de la víctima (compañero de trabajo, amigo, pareja, etc.). Todo esto es importante saberlo y tenerlo en cuenta para comprender los sentimientos y emociones de la paciente que tenemos delante.

Entre los problemas mentales descritos en el citado estudio encontramos: el desarrollo de cuadros clínicos graves y psicopatologías como ansiedad, trastorno de la personalidad (sobre todo TLP), pensamientos psicóticos (delirios, manías, paranoia…); tendencia a comportamientos coléricos, rigidez mental, alta irritabilidad, explosiones de rabia (que en realidad enmascaran una rabia contenida hacia el agresor/es y que dirigen hacia personas del alrededor o contra sí mismas); trastornos depresivos, tendencias suicidas, conductas auto lesivas, adicciones a sustancias, trastorno de estrés postraumático, trastorno disociativo, trastornos de la conducta alimentaria (anorexia/bulimia), conductas de riesgo;  alteraciones a nivel emocional (culpa, vergüenza, inestabilidad)  y comportamental en las relaciones sociales y/o afectivas (problemas para tener relaciones sexuales con normalidad, problemas para ejercer la maternidad, aislamiento social, imposibilidad de mantener vínculos emocionales sanos, etc.); revictimización por repetición del trauma en la edad adulta (los datos del estudio muestran que las víctimas de violencia sexual en edades tempranas/infancia tienen entre 3-5 veces más probabilidades de sufrir una nueva agresión en la edad adulta que quienes no).

Es decir, el abanico de enfermedades y trastornos mentales derivados por abusos en edades tempranas es muy, muy amplio y todo ese bagaje traumático y violento tiene consecuencias nefastas para las mujeres cuando llegan a la edad adulta pues su vulnerabilidad es total. Por eso cuando llegan a consulta es tan importante tener en cuenta que es posible que estemos ante una víctima de violencia sexual/física en la infancia, juventud o en el presente, que acude a consulta aparentemente por un problema de salud mental del cual no se tiene clara la raíz y que si trata adecuadamente es posible que afloren traumas de carácter sexual y/o violentos que han desencadenado dicho problema de salud mental. Es por ello que la consulta debe convertirse en un espacio seguro y de apoyo en el que la paciente pueda sacar de sí tanto dolor, pues esto es básico para poder sanar.

A la hora de tratar este tipo de casos, hay que tener en cuenta que a lo largo de la psicoterapia con pacientes de esta naturaleza se describen tres etapas que el terapeuta debe conocer. Son tres períodos evolutivos críticos en los que el riesgo de aparición de algún problema de salud mental puede aparecer y son: en el momento de formar una pareja, el nacimiento de hijos/as y en el momento en el que hijos/as se hacen independientes y autónomos personalmente. Por todo esto, en aras de que la psicoterapia tenga éxito es importante hacer una exploración y estudio a conciencia de la paciente para asegurarnos en qué momento vital se encuentra y cuál ha sido el origen de la enfermedad mental, solo así podremos dirimir si estamos ante una mujer con enfermedad mental generada por abusos sufridos a lo largo de su vida o si por el contrario nada tiene que ver, pues obviamente en los dos casos el tratamiento es diferente. 

Es importante que los y las profesionales de la salud mental den la importancia que tiene el testimonio de las pacientes y no dar por sentado que están delirando pues los datos cuantitativos confirman que la gran mayoría de las denuncias realizadas por ellas son reales. Esto hace necesario que los equipos de salud mental estén debidamente formados en este tipo de casos y sensibilizados con el fin no solo de detectar los casos sino que sepan ver las conexiones que existen entre la violencia y el trastorno mental para poder dar un tratamiento adecuado y que realmente sea eficaz para mejorar la salud mental de las mujeres, pues como ya se ha visto en muchos de los casos el origen de la patología mental está en la violencia ejercida sobre la paciente y que además la ponen en situación de especial vulnerabilidad para seguir en riesgo de sufrir más violencia. Establecer un buen clima de confianza y de seguridad es la mejor forma de que las mujeres sean capaces de sincerarse; sentir que son creídas y que se las apoya pues de lo contrario será imposible que el efecto terapéutico que tiene contar las experiencias traumáticas tienen sobre la salud mental sea tal.

Otras propuestas, que se ha recomendado desde los citados estudios en el presente artículo son la necesidad de que exista una buena coordinación entre centros sanitarios, unidades de salud mental y las asociaciones de pacientes/familiares con el fin de que puedan trabajar y colaborar conjuntamente, siendo así una red social y sanitaria que proteja a la paciente a lo largo del tratamiento. Así mismo, en esta misma dirección es importante que existan psiquiatras y psicólogos/as especializados en este tipo de casos que puedan ser profesionales de referencia a los que acudir. Por último y muy importante es que es que en el historial clínico se recojan los episodios de violencia que la paciente ha verbalizado haber sufrido.

La plataforma Red Estatal de Mujeres SALUD MENTAL ESPAÑA, fue creada en 2018, está formada por 25 mujeres de toda España con enfermedad mental que viven en sus propias carnes las dificultades y problemas con los que se encuentran diariamente. La plataforma es un altavoz con el que poder dar a conocer su situación y trasladar a la sociedad sus reivindicaciones. Una de sus acciones con mayor transcendencia y difusión es la campaña #NosotrasSíContamos creada para poner sobre la mesa la invisibilidad que sufren las mujeres con enfermedad mental; la vulneración de derechos humanos y civiles, la discriminación, y abusos físicos y sexuales que sufren.

https://www.youtube.com/watch?v=_8oVYwQhozI

En resumen:

Las mujeres con problemas de salud mental grave en 3 de cada 4 casos han sido víctimas de violencia doméstica y de género en algún momento

– El 80% de las mujeres con enfermedad mental que tienen pareja han sufrido violencia de género

– El 52% de las mujeres con problemas de salud mental grave se las ha victimizado en el ámbito familiar

– El riesgo de ser víctima de violencia de género se multiplica por 2-4 veces en mujeres con enfermedad/trastorno mental grave 

– La violencia psicológica, dentro del ámbito de la pareja, es la violencia más frecuente ejercida contra estas mujeres, además de la violencia física (en el 50% de los casos) y sexual (en el 40%)

– Más del 40% de las mujeres con enfermedad mental grave que sufren violencia de género en el presente no saben identificarla

– El 50% de los/las profesionales de las unidades de salud mental no sabían que sus pacientes habían sido maltratadas

Todos estos datos tan tremendos dejan en evidencia la vulnerabilidad extrema que poseen las mujeres con enfermedad/trastorno mental ante la violencia machista, sexual, doméstica e institucional. Vulnerabilidad que en gran medida tiene detrás el estigma social de la enfermedad mental, al que se le añade la falta de credibilidad que se les da, la falta de independencia económica que tienen pues encuentran muchas dificultades a la hora de tener un empleo algo que por otro lado merma su autonomía personal.

Faltan recursos adaptados y especializados, faltan profesionales formados y cualificados en estos casos, falta perspectiva de género en la salud mental a la hora de asistir a las pacientes en consulta y a la hora de trabajar con ellas en los recursos que por regla general no están especializados de modo que garanticen que las intervenciones se realizan de forma adecuada y respetando siempre los derechos de las mujeres.

Necesitamos políticas públicas en materia de salud mental en este sentido, campañas de sensibilización, de visibilidad, de denuncia de la discriminación y la vulnerabilidad a la que se enfrentan diariamente las mujeres con enfermedad mental. 

Para acabar, me quedo con las palabras de la presidenta de FEAFES ANDALUCÍA SALUD MENTAL, Concha Cuevas: Nuestro colectivo sufre el estigma y la discriminación de la forma más cruel que se puede imaginar, pero cuando se trata de una mujer además las mantiene ocultas e indefensas ante los ataques hacia sus derechos fundamentales. La discriminación no está solo en la sociedad, también se encuentra en el sistema público, vemos cómo las opiniones de las mujeres con problemas de salud mental no se tienen en cuenta, vemos cómo no tienen credibilidad sus versiones de los acontecimientos 

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