Violencia de género en la tercera edad

Si atendemos a la salud mental, encontramos que 7 de cada 10 mujeres mayores víctimas de violencia de género padecen depresión (el 32%), ansiedad (24%), estrés, angustia… Y de todas ellas, el 59% no recibe ningún tratamiento psicológico ni psiquiátrico.

Por Laura Isabel Gómez García.

El 4 de diciembre de 1997, Ana Orantes aparecía en un programa de Canal Sur contando en primera persona el infierno que vivía desde hacía 40 años en casa con su marido. El 17 de diciembre, solo 13 días después de su testimonio en televisión era asesinada quemada viva a manos de él. El caso de Ana Orantes fue un punto de inflexión, un antes y un después en cuanto a la violencia dentro del matrimonio. Una realidad invisibilizada y silenciada durante demasiados decenios y siglos, en los que las mujeres, hijos e hijas eran víctimas silenciosas de la ira de padres coléricos y violentos que podían hacer con sus parejas lo que les viniera en gana sin consecuencia alguna. Como resultado de esto, mujeres pasaban y han pasado 30, 40, 50 o 60 años de palizas, vejaciones y malos tratos hasta el punto de normalizado y aceptar esta manera de existir cual condena perpetua porque en un tiempo hombres y mujeres se casaban para toda la vida, y atreverse a retar a la norma social tradicional imperante era motivo de repudio, sobre todo para las mujeres; por ello, miles de ellas han perdido sus vidas a manos de sus maridos –literalmente. Afortunadamente hoy en día cada vez son menos las mujeres que “aguantan”, y más las que se separan o se divorcian del maltratador, no sin pasar un calvario antes, durante e incluso tras la separación. 

A día de hoy la violencia de género en nuestro país ha alcanzado cifras de terrorismo puro. Una mujer es asesinada a manos de su pareja o expareja cada 6 días, y lo peor es que hemos llegado a normalizarlo. Esta primera semana de abril hemos vivido 3 días nefastos en los que han asesinado a dos mujeres, un menor de 11 años a manos de su padre, una niña de 14 años ha sido asesinada por su acosador y otra de 17 ha sufrido una brutal paliza a manos de su novio que no le ha dejado ni un solo trozo de piel sin un moratón. 

Casi todos estos casos suelen ser habitualmente de parejas muy jóvenes o de mediana edad, pero en cambio existe otro tipo de parejas/ex parejas de las que no se habla tanto, y no es porque no existan, es sencillamente porque están invisibilizadas por las características propias de las mismas. Son los casos de violencia de género en parejas/ex parejas de la tercera edad. Estos casos no están tan al orden del día porque las mujeres educadas aun en la “vieja escuela” del matrimonio, callan y jamás denuncian o se divorcian; pero no es porque no se produzcan, de hecho, según estudios y datos estadísticos, revelan un elevado porcentaje que se oculta tras el silencio de las mujeres mayores víctimas de violencia de género.

Hubo una presentadora, Paz Padilla, a quien una tarde en un programa de máxima audiencia se le llenó la boca al hacer un alegato sobre que “el amor todo lo puede”. No sé si esta mujer era consciente del mensaje que estaba lanzando pero era tan peligroso como preocupante pues por culpa de ese falso mito miles de mujeres que lo han escuchado machaconamente han permanecido en relaciones matrimoniales abusivas y violentas haciéndolas incapaces de dejar a sus maridos tras más de 30 años de matrimonio y para cuando son conscientes de ello, se encuentran que tienen 75 años sino más y sin fuerzas o capacidad para separase de su maltratador lo que hace que sus años de vejez los pasen con sus maltratadores enfermos ya de los cuales ellas se convierten encima en sus principales cuidadoras. Por eso, no se pueden hacer según qué comentarios en pro del “amor” romantizando el sufrimiento pues son mensajes muy potentes que perpetúan falsas creencias que tienen consecuencias nefastas para las mujeres. 

La problemática de la violencia de género en mujeres de la tercera edad reside en que es sostenido en el tiempo lo que lo convierte en un problema estructural y sistémico. En la mayor parte de los casos, estas mujeres comenzaron su relación de pareja (noviazgo) en una época en la que la situación social y política del país estaba subyugada al franquismo que adoctrinaba a hombres y mujeres en valores matrimoniales tradicionales y ultra católicos en los que la mujer era sumisa y cuya única función era ser buena madre y amante esposa, mientras que los hombres eran los cabezas de familia que ejercían su autoridad y control sobre todos los miembros de la familia. De ahí que la violencia se sufriera en silencio, estuviera normalizada y que cada vez el marido se tornara más abusivo con el paso de los años.

La violencia de género en las mujeres mayores: silencio y vulnerabilidad

Todo acto de violencia basada en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la privación arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la vida privada”. Así define la violencia de género la ONU. Ósea, todo aquel acto que atenta contra los derechos humanos de una persona por razón de sexo, es decir, por nacer mujer.

Las personas de la tercera edad, todas, ya de por sí son especialmente vulnerables por diferentes motivos vinculados a la edad: dependencia, discapacidad, enfermedad… Pero esta vulnerabilidad se dobla en el caso de las mujeres, por razón de sexo y además por edad avanzada.

En el caso de las mujeres mayores de 65 años la discriminación por razón de sexo experimentada es mayor que en las mujeres jóvenes, pues en ellas se junta además de la discriminación por sexo, la discriminación por edad que es mayor que en los hombres mayores. Ya sabéis, las mujeres a partir de cierta edad ya son viejas, y en cambio los hombres son “maduritos interesantes”. Esta doble discriminación es la base bajo la que se cimenta la invisibilidad de la violencia de género contra mujeres de la tercera edad.

La violencia de género, sea cual sea la edad de la mujer víctima, puede ejercerse de diferentes formas: violencia psicológica, física, sexual, económica… Entonces si todas la sufren ¿por qué está más invisibilizada en las mujeres mayores? La respuesta es por razones culturales, sociales y por la educación recibida en tiempos pasados, en los que la violencia dentro del matrimonio estaba normalizada, justificada y era visto como algo íntimo y privado que sucedía de puertas para dentro. Era asumido por el conjunto de la sociedad como algo natural pues la mujer, hijos e hijas eran propiedad del marido para tratarlos y hacer con ellos lo que él quisiera sin que nadie cuestionara esa “autoridad” masculina. Además, las mujeres de este rango de edad, recuerdan vivir en España cuando no existían leyes contra la violencia de género ni éste era considerado como un problema que erradicar. De hecho, muchas de las mujeres de estas edades recuerdan haber ido a una comisaria a denunciar los malostratos y la policía decirles que volvieran a su casa con su marido, y si no lo han vivido ellas conocen a alguna mujer que sí ha tenido vivencias de este tipo.

A este silencio por parte de las mujeres mayores, se le suma que en muchas ocasiones las víctimas no tienen acceso a tanta información como las mujeres jóvenes en cuanto a recursos a los que acudir, además de padecer a veces problemas de movilidad, de dependencia, entre otros problemas de salud, que impiden que puedan comunicarse de manera apropiada, lo que hace que no sean creídas (esto sucede mucho en mujeres con problemas de demencia o con alzhéimer).  Además, por parte de los profesionales de la salud se hace difícil también su detección porque a veces las lesiones que presentan en consulta pueden ser consideradas como propias del proceso de envejecimiento (la facilidad de aparición de hematomas en la piel, por ejemplo).

También juegan un papel importante los medios de comunicación, ya que a menudo éstos asocian los casos de violencia de género con mujeres muy jóvenes o de mediana edad, invisibilizando así a las mujeres de 65 o más años a quienes rara vez por no decir nunca se les da espacio para contar sus testimonios. Tampoco las campañas de sensibilización y prevención de la violencia de género están dirigidos a este grupo de mujeres.

A parte, por su educación y el contexto social que les tocó vivir, estas mujeres sienten que tienen que aguantar por su familia, por no romperla, por no hacer daño a sus hijas/os, por proteger al marido y padre, por no mencionar el temor a enfrentarse a todo un proceso doloroso y traumático para ella misma, que la va a llevar a tener que rehacer su vida a una edad en la que no se sienten ya capaces para todo lo que esto conlleva. 

Por otro lado, cabe mencionar que a todo esto hay que añadir que para estas mujeres los malostratos están tan naturalizados y normalizados tras tantos años de violencia que no son conscientes de ello y no se reconocen así mismas como víctimas de violencia de género. Estas mujeres tienden a minimizar los episodios violentos, o los justifican como explosiones de ira derivados del estrés. Por eso con ellas es tan importante el trabajo psicológico de una buena terapia que las haga tomar consciencia, ver su situación real y querer salir de ella.

De hecho, los datos son abrumadores (más abajo están citados varios estudios), de los cuales unas de las principales conclusiones que se pueden extraer es que los casos de mujeres víctimas de violencia de género (pareja, o expareja) es mayor en mujeres mayores de 65 años que entre las mujeres jóvenes y con mayor duración a lo largo del tiempo siendo la media de unos 40 años de violencia: el 78% de la violencia de género en esta franja de edad es sufrida dentro del matrimonio; en el 75% de los casos violencia psicológica y un 56% soporta relaciones sexuales sin su consentimiento (violaciones dentro del matrimonio).

Estudios, datos, y estadísticas: la realidad de la violencia de género en mujeres de la tercera edad

El estudio realizado por Cruz Roja Española junto con la Universidad Carlos III de Madrid del año 2019, Mujeres mayores de 65 años víctimas de violencia de género”, encargado por Delegación del Gobierno para la Violencia de Género, dentro del marco del Observatorio Estatal de Violencia sobre la Mujer y del Pacto de Estado en Materia de Violencia de Género, estudio que se hizo por encuesta a mujeres de edades entre 65 y 83 años que estaban siendo atendidas en ese momento por el servicio ATENPRO y que eran víctimas de violencia de género o había sospecha de que podían estar siéndolo,  arrojó datos escalofriantes en cuanto a la situación de las mujeres víctimas de violencia de género en la tercera edad.

El análisis de los datos recabados reveló que la mitad de las encuestadas sufrían violencia psicológica, física, aislamiento social y/o violaciones dentro del matrimonio. De ellas, el 40% afirmó que estas violencias se prolongaban durante más de 40 años.  Este dato tiene su correspondencia con otro de la Macroencuesta de Violencia Contra la Mujer (2019) en el que queda claramente patente que las mujeres víctimas de violencia de género mayores de 65 años acuden en mucha menor medida a los servicios de ayuda especializados: de todas ellas solo el 33,8% lo hizo, en cambio en víctimas menores de 65 el porcentaje fue del 46,8%.

De las mujeres encuestadas para el estudio, los problemas más graves que afrontan son los de tipo económico (dependencia del marido, pensiones muy bajas, etc.) en un 61%, es decir, 6 de cada 10 eran “tuteladas” económicamente por el marido, lo que las impedía comprar de manera independiente. El 55% dijeron él no les daba el dinero para gastos propios del hogar y que siempre tenían que ir a comprar bajo supervisión del marido; el 41% afirmó que el marido se apropiaba también del dinero de ellas incluso a un 31% el marido se apropiaba de sus bienes; y al 34% de las encuestadas no se las permitía trabajar y/o estudiar fuera del hogar. Todo ello convierte a estas mujeres en analfabetas funcionales en muchos casos lo cual es otro impedimento más para separarse del maltratador, algo que les provoca terror pues se ven indefensas y sin ningún tipo de recurso personal con el que hacer frente a la situación. 

Los problemas de violencia representan un 32% de los casos; además un 41% afronta problemas importantes de salud tanto de sí mismas como del maltratador al que encima tienen que cuidar y atender, y/o de otros familiares dependientes de los que han de encargarse ellas solas. 

Según este mismo estudio, el miedo está presente en un abrumador 98% de las mujeres mayores. De ellas, un 53% dijeron tener miedo constantemente. Pero un dato aún más escalofriante es que la inmensa mayoría de ellas dijo seguir con el maltratador a pesar de la violencia porque querían seguir vivas, de hecho, el 35% de ellas dijo haber tenido miedo a ser asesinada.

Si atendemos a las denuncias dentro de las mujeres de este rango de edad, encontramos que 51% de las mujeres encuestadas cuenta con una orden de protección, un 3% la ha solicitado, y un 42% la ha tenido.

Otras razones para no dejar al maltratador son el no tener otro lugar al que ir (un 32%), mientras que un 7% lo había intentado, pero no lo llevó a cabo por falta de apoyo familiar si finalmente se marchaba, y 3 de cada 10 dijo que antes no era como ahora, es decir que la violencia dentro del matrimonio estaba aceptada socialmente. 

Por otro lado, 32% de ellas pensaba que si se separaba del marido sus hijos/as sufrirían más que si se quedaba, y un 23% no abandonaba al maltratador porque psicológicamente estaban controladas por él y siempre que la agredía ella le daba otra oportunidad porque él afirmaba que cambiaría, mientras que otro 23% dijo que no abandonaba a su marido porque “se había conformado”. 

Por regla general, los episodios de violencia están vinculados a acontecimientos vitales importantes dentro de la pareja como así lo muestran los datos. De las mujeres encuestadas el 78% del total de episodios violentos los ha vivido dentro del matrimonio mientras que el 30% ya se produjeron en el noviazgo, otro 30% en el momento del nacimiento de las hijas e hijos, y el 43% de los episodios violentos van aparejados a los problemas económicos.

En concreto si hablamos de violencia física, las cifran son espeluznantes: el 50% ha sufrido más de dos tipos de lesiones físicas y el 25%, cuatro o más a la vez. Si vamos a datos más desgranados encontramos que el 78% ha sufrido tirones de pelo, y empujones; el 75% han sido abofeteadas o les han tirado objetos contundentes a la cabeza; el 63% han sido golpeadas con el puño o con algún objeto; el 50% han sido pateadas y/o arrastradas por el suelo; el 44% han sufrido amenazas con cuchillos, armas de fuego u otro tipo de armas; y el 30% han sido asfixiadas o han intentado quemarlas vivas. 

En cuanto a las lesiones sufridas como consecuencia directa de las agresiones, el 68% han tenido hematomas, cortes y/o rasguños; el 28% tiene lesiones en la vista y/u oídos; el 18% han tenido luxaciones, el 15% esguinces y el 12% han sufrido fracturas de huesos; el 11% han tenido heridas profundas y otro 11% han padecido lesiones internas.

Si atendemos a los hijos e hijas, el 70% de las encuestadas afirma que éstos han sido testigos de agresiones físicas y verbales; y el 19% de ellas dicen que como consecuencia de estas agresiones sus hijos/as han sido víctimas también de lesiones físicas graves en algún momento.

En relación a la violencia sexual, los datos son también tremendamente dramáticos. El 56% de las mujeres han sido violadas sistemáticamente dentro del matrimonio por miedo a sufrir violencia física si se negaban, mientras que el 30% manifestó haberse visto obligadas a realizar prácticas sexuales indeseadas que eran humillantes para ellas.

No menos dramáticos son los datos de la violencia psicológica: el 75% de las encuestadas ha padecido este tipo de violencia. La forma más frecuente de ejercer este maltrato se hacía a través de control (8 de cada 10) tanto sobre con quien iban, donde estaban y cuando salían hasta el punto de aislarlas de sus amistades y familiares, o bien eran tratadas con indiferencia o eran ignoradas sistemáticamente, incluso la mitad de ellas refirió que se las había llegado a prohibir hablar con otras personas, o expresar opiniones propias. Por toda esta presión psicológica las mujeres mayores que sufren violencia de género tardan una media de 26 años en solicitar ayuda.

Como resultado de todo este calvario prolongado la salud integral de las mujeres mayores víctimas de violencia de género es nefasta como así corroboran los datos del estudio. Un 39% de las encuestadas consideraba que su salud era regular, mientras que el 31% dijo que era malo o muy malo. Como dato comparativo, cuando se comparó a estas mujeres con mujeres del mismo grupo de edad que no han sido víctimas de violencia de género se observó que las que sí la han sufrido superan en 5 puntos perceptuales al grupo de mujeres no víctimas en la valoración de su salud como mala o muy mala.

Si atendemos a la salud mental, encontramos que 7 de cada 10 mujeres mayores víctimas de violencia de género padecen depresión (el 32%), ansiedad (24%), estrés, angustia… Y de todas ellas, el 59% no recibe ningún tratamiento psicológico ni psiquiátrico.

Cómo combatir la violencia de género en la tercera edad y recursos

En el informe “La violencia de género en la pareja o en la expareja de mujeres mayores de 60 años”, elaborado por la profesora y Dra. antropóloga Carmen Meneses de la Universidad Comillas, en 2019, mediante entrevistas a 833 mujeres usuarias de los centros de mayores de la Comunidad de Madrid, reveló que la violencia de género en la tercera edad tiene un patrón que se repite, abusos psicológicos y físicos por más de 30 años que acaba por ser normalizado y naturalizado por la víctima, cuyo final suele ser o muerte natural del agresor o ellas huir de sus casa o de la residencia donde conviven con él.  Estas conclusiones demuestran que los datos recabados por el informe de Cruz Roja y la Carlos III para la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género también del año 2019 se corresponden con los datos del estudio de la Dr. Meneses.

Desde 2010 se ha producido un alarmante número de feminicidios en la tercera edad.

De las asesinadas en 2019, hubo mujeres de 78, 84, 90, 95, 67 y 60 años de edad, un 22% del total.

(fuente La violencia de género en la pareja o en la expareja de mujeres mayores de 60 años”)

Para poder dar ayuda y hacer accesible los recursos a las mujeres mayores, primero hay que tener en cuenta que para ellas conseguir dejar a sus maltratadores es diferente que para las jóvenes porque la realidad vital de unas y otras es radicalmente diferente. Precisamente porque no se tienen en cuenta estas diferencias es por lo que no les llega la ayuda y los recursos adecuadamente.

Una de las principales barreras que encuentran es que al ser mujeres mayores o muy mayores cuyas vidas están ya hechas, el marcharse de casa o de la residencia en la que conviven con sus maridos agresores para empezar de nuevo supone un mundo. A menudo ven que necesitan pedir ayuda a sus hijos e hijas para lograrlo, algo que no quieren para no ser una carga, ni tampoco quieren sentirse dependientes de ellos.  Por eso para ellas una gran fuente de ayuda a nivel de apoyo psicológico informal que las ayuda a soportar la situación tan penosa que viven a diario, es su red social que suele estar conformada por vecinas y amigas, muchas de las cuales pasan por las mismas vicisitudes en su matrimonio, pero ciertamente, los recursos de apoyo psicológico accesible y adaptado a estas mujeres son escasos.

La Dra. Meneses en su informe recabó datos muy reveladores a través de las entrevistas que realizó a las usuarias de las residencias de Madrid de los cuales se desprendió que en la gran mayoría de mujeres víctimas identificaban los gritos y los insultos como violencia machista; el 80% de las entrevistadas afirmó que la violencia de género en parejas mayores está oculta, en cambio más del 20% afirmó que la violencia que ejercían sus maridos contra ellas tenían que aguantarlo “por amor” y que era algo privado que no debía salir del espacio doméstico. 

(fuente La violencia de género en la pareja o en la expareja de mujeres mayores de 60 años”)

Pero no todo es tan negativo, entre tanta tragedia, una de las cosas positivas que se han conseguido últimamente es que dentro de las residencias de mayores haya un cierto compromiso por parte del personal de estar atentos a las señales que puedan indicar que una mujer está siendo maltratada por su marido y en consecuencia actuar para ayudarla a salir de la situación de violencia, ya que son estos lugares espacios ideales en los que poder detectar el maltrato más pronto que tarde. Por eso, también, es indispensable aprender a identificar las señales y para ello es importante hacer hincapié en la importancia de tener profesionales especializados en violencia de género, empáticos y pacientes para poder tratar a estas mujeres eficaz y debidamente. 

Por otro lado, un recurso al que poder derivar a estas mujeres o al que pueden acudir es la Comisión para la Investigación de Malostratos a Mujeres, (en Madrid), ya que es una de las pocas organizaciones que posee dentro de ella un departamento centrado en violencia de género en la tercera edad. Ofrece asesoramiento, ayuda, y salidas a su situación.

En la Fundación Luz Casanova, también con sede en Madrid, creó en 2019 un proyecto de atención integral y especializada a las mujeres mayores víctimas de violencia de género llamado “Mírame soy visible”. El proyecto nació a raíz de detectar que la atención a las víctimas mayores era escasa y que no se encontraban datos empíricos sobre su situación, a pesar de saberse que el número de víctimas era elevado, por ello contactaron con la Dra. Meneses, autora del informe anteriormente citado, para facilitarles los resultados de su informe que confirmaron las sospechas. Que la situación de las mujeres mayores víctimas de violencia de género es dramática.

         

(fuente La violencia de género en la pareja o en la expareja de mujeres mayores de 60 años”)

Con los datos en la mano, se crearon grupos de apoyo centrados en trabajar el desarrollo personal en los que poder trabajar la autoestima de las mujeres y la comunicación asertiva que las permitiera aprender a decir “no”, tener herramientas para defenderse sin tener en consideración su edad, aprender a identificar la violencia y a “desnormalizarla”. Grupos con profesionales sanitarios (personal médico, de enfermería, auxiliares, y sociosanitarios) formados en detección y tratamiento de casos de violencia de género, pero además especialmente en la que se produce en la tercera edad, y con perspectiva de género. Aunque el gran reto está en conseguir que estas especificidades entren dentro del currículo formativo de estos profesionales, así como dentro de los servicios sanitarios de atención primaria. 

Cabe mencionar que la Fundación Luz Casanova tiene otro proyecto desde 2017 dedicado a las mujeres mayores víctimas de violencia, proyecto “Hazte Visible, hazme visible” desde el cual se trabaja en dos líneas, una la sensibilización y detección de casos, y dos la atención a mujeres mayores en situación de violencia de género.

Siempre me gusta cerrar el artículo con una frase significativa, este lo voy a cerrar con un video. Es el video de la intervención de Ana Orantes en aquel programa de diciembre de 1997 que marcó un antes y un después dentro de la lucha contra la violencia de género y por el cual tenemos hoy la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, que nos protege a todas de esta violencia específica que sufrimos solo por nacer mujeres, algo que a ella le costó la vida y que hoy más de 20 años después hay quienes desde sillones en el Parlamento español y alguno autonómico quieren derogarla para volver a épocas en las que las mujeres solo teníamos el callar y aguantar. NUNCA MÁS. 

https://www.youtube.com/watch?v=72Md_DypqRE

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